Capítulo 11

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Luna despertó temprano al día siguiente, y tomó el teléfono para darle instrucciones a Emily sobre cómo debía administrar el restaurante

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Luna despertó temprano al día siguiente, y tomó el teléfono para darle instrucciones a Emily sobre cómo debía administrar el restaurante. No era que la chica no lo hubiese hecho antes, pero mi lunática seguía furiosa debido a la crítica que le había bajado una estrella. No pensaba descansar hasta regresar a su puesto de honor. Al menos eso la mantenía distraída. Sin embargo, a medida que pasaban las horas, el cansancio la iba venciendo. No importaba cuantos jugos de pera se estuviese bebiendo.

—Odio sentirme así —rezongó, sentada frente a mí ante la mesa de la cocina.

—¿Cómo sería eso? —le pregunté mientras echaba un vistazo al libro sobre bebés.

—Sin fuerzas ni para molestarte.

Le sonreí. Por lo menos su sentido del humor estaba intacto. Samsaveel llegó cuando me disponía a comentarle lo que pensaba de eso. Llegó sin aliento y con una expresión de espanto en el rostro.

—¿Cómo es eso de que Miguel te está buscando y que Gabriel estuvo aquí?

—Andas leyendo prensa desactualizada, "Bro" —se burló Luna.

—Sam, llegas en el mejor momento. Luna y yo tenemos que salir —dije y luego hice una mueca—. Su padre quiere conocerme. ¿Qué te parece si vigilas la casa? No sea que algún indeseable decida visitarnos y rompa algo.

Sam rio, divertido. A todos les gustaba verme ser miserable. En verdad no tenía amigos, ni nadie me amaba. Expresé mi parecer y solo recibí más burlas, yo mismo era un chiste. Una vez superado mi drama, Luna fue a prepararse para nuestro viaje al otro extremo de la ciudad. Debíamos ir en el auto, porque cada vez que intentaba llevarla volando, la sola idea lograba hacerla devolver lo que tuviese en su estómago. Además, su madre se preguntaría cómo habíamos llegado. Tenía que actuar lo más humano posible. Y eso me irritaba, porque yo era demasiado perfecto para pasar por un mortal común.

La carretera estaba despejada en ese horario de la tarde. Luna y yo conversamos sobre varios temas, incluido los nombres de los niños. La siguiente semana podríamos saber el sexo. Estaba tan emocionado que no podía explicarlo. Todo eran tan nuevo y especial para mí, que me sentía como si descubriese el mundo por primera vez. Como si no hubiera vivido siglos ya.

—Tú y mi padre van a llevarse bien, verás que sí.

—Verás que no. Es un hecho.

—No entiendo por qué no. Cuando vea lo mucho que te preocupas por mí, te va a adorar.

—Lo primero que va a notar será a nuestros hijos creciendo en tu vientre —dije, sonriendo y pasando una mano sobre ellos—. Y entonces querrá matarme.

Luna rio y puso sus manos sobre la mía, acariciándome allí. No pude evitar desviar la mirada hacia ella, que fuera tan tierna era una novedad. Debían ser las hormonas del embarazo. Nada quedaba de la molesta humana que me había invocado y esclavizado.

Un ángel en problemas [II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora