31. ¿Por qué te menosprecias?

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Capítulo treinta y uno.
¿Por qué te menosprecias?

La siguiente semana transcurrió sin ningún preámbulo. No había hablado con Liam, apenas mensajeaba lo mínimo con Grachi y trataba de mantener un perfil bajo.

Era viernes por la noche, estaba agotada, aunque no entendí por qué. 

Mantengo mis ojos cerrados, sumidos en un sueño, el sonido principal es aquel molesto repiqueteo sobre el cristal.

No estoy segura si es sólo en mi sueño o si realmente está pasando, se vuelve tan molesto que termino abriendo los ojos.

Ahí está.

Tocando directo a mi ventana, suave que logra pasar desapercibido para otros.

Odio que me despierten, después me cuesta un montón volver a dormir. No sé por qué siento esto como un dejá vu. Aparto las cobijas, arrastro mis pies desnudos dirigiéndome a la ventana de la habitación.

Al ver a Liam detrás del vidrio, sostenido del tronco del árbol de adelante, me deja con la boca abierta, me ha espantado el sueño.

¿Qué hora es? ¿Quién —diablos — le dijo que podía despertarme?

Recuerdo eso. Lo cuál, quiere decir que mi cabello está tan alborotado cómo un nido, hasta hace dos minutos estaba babeando la almohada. Santo cielo, que vergüenza.

¿Qué demonios hace aquí?

Reviso mi celular, son la 1:05 am, el buzón de WhatsApp está lleno de sus mensajes.

—¿Qué haces aquí? — pregunté, abriendo un poco la ventana.

—Necesitamos hablar, por favor. — me dice, su tono es suplicante.

—¿De qué? — mi voz está llena de indiferencia — Será mejor que te vayas, alguien podría verte, me meterás en problema. Vete.

—Sheccid...

—Alex. Mi nombre es Alex. — le recuerdo con una mirada asesina, — Solo son cuatro letras. — ni crea que me he olvidado de nada.

Parece recio, insite en entrar, así que no me queda otra qué amenazarlo.

—Te juro que si no te vas, te tiro.

Liam me dedica esa típica mirada de autosuficiencia, está muy seguro que no lo haré, incluso me lo dice:

—No podrías. Eres demasiado buena y recta, no serías capaz de herir a nadie, ni siquiera a alguien como a mí.

Fruncí el entrecejo, ¿cómo puede estar seguro de eso? ¿Piensa que una persona puede ser herida solo físicamente?

Arqueo una ceja, y dispuesta a demostrar lo contrario, le doy un suave empujón que lo hace desequilibrarse, obligándolo a sostenerse con fuerza del tronco. Tuve que poner mis manos sobre mi boca para ahogar un grito, creí que realmente caería, yo no quería hacerle daño, solo asustarlo un poco y hacerlo irse, hacerlo entender que esto no tiene sentido, qué nunca lo tuvo.

Termino aprovechando ese descuido para cerrar la ventana, no sin antes susurrarle:

—No dudes que a la siguiente si te tiro. — mentí.

Cerré las cortinas y corrí a la cama, resguardándome dentro de las cobijas, cogí el móvil y le escribí:

Vete a casa Liam. No hay nada de que hablar.

Rogué a todos los santos, vírgenes y rosas para que se fuera, no me animaba a asomarme.

—Santa Maria, soy una psicópata. — me digo horrorizada, sin podermelo creer.

DESASTRE CON "L"©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora