36. La Jaula.

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Capítulo Treinta y seis

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Capítulo Treinta y seis.
La jaula.

—¡Aaaa!

—¡Alex, ¿estás bien?!— mi madre entró repentinamente al baño, su voz precipitada y la rapidez con la que había llegado, indicaban que la había asustado.

No. No. No. ¡Es horrible!

Me miré horrorizada al espejo. No podía creer lo que estaba viendo, esto debía ser una pesadilla.

Giré a verla con mis ojos llenos de lágrimas.

—¡Mi cabello está verde! — chille, mostrandole las puntas. Lo que en algún momento fue color paja, ahora era color Hulk decolorado — ¡Se supone que el tinte era azul!

Por unos segundos, mamá entrecerró los ojos, procesando mis palabras y frunció el ceño antes de ponerlos en blanco.

—Te dije que necesitabas usar mínimo dos cajas de tinte, ese cabello no está bien decolorado. Te lo dije, Alex.

Ahí estaba de nuevo, la famosa frase. Me sentía jodidamente patética, no supe qué responder, solo atiné a hacer un mohín como una niña chiquita recién regañada.

—¿Y si voy a comprar otra caja?

Mierda, no debí decirlo.

Juro que fue igual que ver a Louis de Malcom. Su mirada se ensombrecio e inmediatamente sentí miedo.

—Estás loca. Ya es noche, puede pasarte algo, además, te acabas de bañar, Alex. Vas a enfermarte y tú no vas a pagar las medicinas, ¿o si? — ese era el típico sonido de madre sobreprotectora, la cual, si pudiera leer mis pensamientos, no dudaría en aventarme la chancla.

En primer lugar, porque yo nunca me tomaría los medicamentos, menos si es un jarabe. Aún recuerdo como corría cuando mi mamá se acercaba con ese frasco de plástico, ella era tan tramposa que con ayuda de mi abuela me tapaba la nariz para que pudiera darme esa horrible medicina sabor a fresa. De solo recordarlo siento escalofríos.

—Mamá, me veo horrible.

—Tú decidiste pintarte ese cabello y no escucharme.

Y, volvemos de nuevo al "te lo dije".

Pero, para mi suerte, pareció leer mi desgracia y suavizo su mirada para luego acariciar mi mejilla.

—Alex, no se ve tan mal como piensas. — dijo con una sonrisa que me hizo creer en sus palabras, al menos, por esos instantes. — Además, tampoco vas a encontrar abierto, es muy tarde. Mejor descansa.

—Pero... — No quería que Liam me viera así.

Mamá prosiguió a besar mi mejilla, —Pero nada, Alex, será mejor que te pongas la pijama y duermas. Te quiero, mi niña.

DESASTRE CON "L"©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora