Capítulo III: Traición

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La noche de luna es el carnaval del mundo mágico. Resulta distinto para cada raza en una u otra medida, pero no hay uno solo que, en esta ocasión del mes, no salga a cumplir con el llamado más antiguo de todos. 

En mi orden tenemos dos rituales: en primer lugar, le rezamos a la gran Ryvy-  diosa de la hechicería-  y a Bloomandrah - la madre oscura-. Son las guardianas de la magia blanca y la magia negra; las que determinan la inclinación de sus siervos hacia uno u otro lado. En mi familia todos son hechiceros oscuros con parábola hacia la luz. No existe la pureza, sí la inclinación. 

En segundo lugar, está el ritual del Mandrah, durante el cual nos nutrimos de la sangre de un sacrificio a la madre oscura. En realidad, yo jamás participé de uno. Está reservado para los hechiceros de luna llena; que es en lo que me convertiré luego de hoy. Ansío saber cómo será, pero también me mata del miedo no saberlo.

Estoy sentada en la ventana de mi cuarto mirando el sol que se va escondiendo. No puedo pensar con claridad. Una idea se ha instalado en mi cabeza, impidiéndome moverme o hacer otra cosa que fijar mis ojos en la luz que se va yendo lentamente por detrás de los árboles. 

En el patio trasero, la orden organiza el ritual. No me permiten participar por ser mi luna. Mis padres están entusiasmados, mis hermanos expectantes. Este es el acontecimiento que define la vida de un hechicero. Así te enteras de quién has sido en realidad, y de quién serás en adelante. 

La tatarabuela Cristalia se ofreció a hacerme una lectura para determinar mi grado de inclinación. De esa manera, sabría qué esperar. No sé si aceptar o no; lo cierto es que prefiero no adelantarme. 
Aunque, en realidad, pese a mis temores, durante estos días he intentado evaluarme personalmente, leyendo cientos de libros que ilustran los perfiles de los hechiceros.

Los oscuros se definen por tendencias como la egolatría, la ambición, la pasión, la independencia y la lealtad. Los de la luz por la bondad, la sensibilidad, la sabiduría, el temple y la curiosidad. Estas, sin embargo, son visiones muy simplistas. Cada perfil goza de sus contradicciones y particularidades que varían de un individuo al otro; una inclinación, como dije, hacia la luz y la oscuridad.

Varias veces me preguntaron qué quería ser. La misma cantidad de veces no pude responderles. Sé lo que es un hechicero oscuro, pero nunca conocí a uno de la luz más que por malas referencias. Mi familia no aceptaría que me convirtiese en eso... Estoy segura. Ellos nos criaron con sus expectativas, y aunque no lo controlemos, si salimos torcidos en la parábola, los decepcionaremos. 

Elijo mi vestimenta para el evento en el lago, que es un rato antes de mi revelación. Accedí a ir - y me peleé con mi madre para hacerlo - porque creo que un momento de distensión con mis amigos en lugar de estar comiéndome las uñas hasta las cutículas antes del ritual me vendría bien. 

Además, Ámbar me tiene una sorpresa por la cual me impidió tajantemente faltar. Sabe que las fiestas en el bosque, desde aquella a principios de verano, no me apasionan particularmente, pero me prometió que esta sería distinta, y me dijo también que no podía vivir con miedo por siempre. 

Tiene razón, es absurdo. Soy del linaje de los Mandrah, la familia más poderosa de la orden de hechicería. La más antigua. No puedo dejar que un licántropo me asuste. Debería ser capaz de vencerlo. 

La próxima vez no seré su presa, sino a la inversa. He estado estudiando para entender su comportamiento, y encontré más de una referencia que me despierta muchas dudas acerca de ellos, de mí, de los hechiceros y de la guerra actual. Curiosamente, puede que los licántropos sean la razón principal por la cual mi familia y la orden tienen que permanecer ocultas y siempre mirando por sobre el hombro.  

El lado oscuro de la luna- Rebeca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora