Capítulo VIII: Nuevas visiones

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Cuando llueve en el bosque, la lluvia no se detiene ni siquiera cuando deja de llover. Las ramas frondosas de los árboles se sacuden, lloran durante horas, y el pelaje jamás se seca. Pero no importa; me gusta oler el suelo fresco y húmedo. Sentir que la tierra se hunde bajo mis patas. Los olores y colores se hacen más claros y fuertes, y cuando el viento cesa, el silencio se asienta, espeso, detrás de las pisadas.

Entro a mi casa y me sacudo del hocico a la cola. Estuve corriendo durante mucho rato. Lo hago cuando tengo que pensar, y tenía bastante que digerir. Llegué casi hasta el territorio vecino, pero me detuve por poco antes de la frontera. Ya me he pasado con anterioridad, y por poco provoqué una disputa entre mi manada y la de los Dania - Set. No hay ninguna casta más cascarrabias que los Slint Set Vain. Más vale evitar contrariarlos.

- ¡Eh, sacúdete afuera! - se queja Gea, que está sentada en la mesa estudiando -. Eileen, ¿nunca vas a aprender?

Me sacudo otra vez y recupero mi forma bípeda, sonriéndole.

- ¡Pero si los malos hábitos me los pasaste tú! - le recuerdo mientras consigo un abrigo en el perchero. Deshacerme del pelaje me destempla.

Gea siempre va contra las normas, sobre todo si se oponen a lo que sus mayores le dicen que haga. A mi abuela le alivió que entrase al fin en la Academia Mágica porque, a su parecer, tener un objetivo tan importante como graduarse para acabar en el lugar que desea la está <<enderezando>>.

Es común que los miembros del consejo mágico y sus familias dividan su educación en dos etapas: la primera con los humanos y la segunda con los mágicos para especializarse en distintos rubros. Blanca, que ya se graduó, es agente de la OCPH (Organización de Protección de Comunidades Humanas), por eso viaja mucho. Ya asiste a prácticas en las grandes ciudades, que son los centros más controversiales para encontrar Damascalos y Antivarios, e incluso demonios mayores como Clausóforin y Hadas oscuras. Cuando llega a casa me cuenta las historias de sus aventuras, y me entusiasma lo suficiente para considerar unirme al cuerpo cuando tenga la edad adecuada.

Gea aún no se decide, pero está convencida, al menos, de que seguirá los pasos de Blanca y de mis padres hacia el campo de acción directa sobre la Colmena, no importa en qué nivel de los tantos que hay.

Me aproximo a ella y, al leer el título de la página en la que está, me detengo bruscamente. <<Cómo reconocer a un hechicero>>

- ¿Y cómo lo haces? - le pregunto, ojeando por encima de ella.

- ¿Hum? - me mira distraída -. ¡Ah, sí! - parpadea adormilada -. Este... - chequea sus anotaciones- Los pones a prueba.

Espero, pero no continúa.

- ¿Cómo los pones a prueba? - insisto.

- Bueno, en el caso de los hechiceros oscuros es más difícil que con los de la luz... - comenta.

- ¿Puedes saber si es uno o el otro? - pregunto.

- En general lo notas a simple vista - responde -. Tienen actitudes determinadas y personalidades completamente distintas entre sí - Suspira, toma su taza de te, se pone de pie y va hacia la cocina -. O eso dicen. No sé... ¡Ugh! Tengo examen de todo esto mañana por la mañana y no me sé ni la mitad. Ojalá fuese tan cerebrito como Blanca, con un Clausóforin.

Me río y la sigo.

- ¿Pero cómo sabes cuál es cuál?

Me observa de soslayo.

- ¿Por qué te interesa tanto?

Enarco las cejas, sobresaltada. Me dejé llevar.

- Hum... Me parece raro que existan fórmulas para eso. Solo es curiosidad... - mi argumento me parece débil, pero por suerte se me ocurre un agregado para zafar definitivamente- Y, bueno, te sirve para repasar, ¿no?

El lado oscuro de la luna- Rebeca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora