Cuando era niña, mis padres me dijeron dos cosas acerca del mundo: el bosque es mi fuerte, y el bosque puede ser también mi muerte si atravieso las fronteras del territorio sin la manada. Básico, simple, difícil de olvidar y siempre presente en la fibra de mi conciencia.
Y sin embargo, heme aquí ahora, sentada en el cuarto de una hechicera, en la casa de una familia de oscuros, rodeada de libros que me causan recelo y temor y, además, confiando en Oczy, a quien apenas conozco y bien podría volver a entrar por esa puerta con un grupo de enemigos capaces de aniquilarme sin mover un dedo.
Aguarda, Eileen, estás siendo demasiado cínica. Lo cierto es que me gustaría seguir mis instintos, los más evidentes, la inclinación a confiar en ella, no la que me incita a salir corriendo de aquí ahora que puedo.
Vuelco mi peso en las rodillas y vuelvo a dar un vistazo al lugar. ¿Por qué diablos tuvo esa reacción? ¿Debería preocuparme por mi seguridad? Pareció que había visto un fantasma... Pero mirándome directamente a los ojos.
Me pongo de pie, inquieta. Quise respetarla, pero quizás debí insistir para que me dijera lo que ocurría. Aguzo el oído; ya está abriendo la puerta y la cierra. Más abajo, los pasos de su hermana y el lento arrastrarse de su abuela distraen mi atención. No me fío de ninguna: sobre todo de esa tal Selva. Me recuerda a una serpiente enroscada, inofensiva a simple vista, pero solo porque está a punto de atacarte.
Trato de dejarme guiar por mi intuición. De descartar mis temores. Pienso en el rostro confiable de Oczy, con ese aire tan infantil y risueño. Sonríe con los ojos, todo el tiempo, hasta cuando el resto de su expresión demuestra sentimientos menos amables. ¿Acaso no debería también pensar en eso como una mala señal? No puede ser una cosa y la otra al mismo tiempo, aunque me lo haya demostrado.
Estoy en medio de una disyuntiva bastante jodida, y lo peor de todo es que reconozco que la razón no está del mismo lado que el resto de lo que me haló hasta aquí. Quizás en un principio quise planear esto como una especie de trampa de estudio del enemigo, pero siendo sincera, no sería capaz de traicionar a Oczy ahora mismo. Sería como golpear a un cachorro de golden retriver. Esa clase de vibra despide ella.
La oigo volver. ¿Debería preguntarle nuevamente acerca de su episodio? Intuyo que preferirá omitir la verdad, y puesto que no puede, lo mío sería una declarada intrusión. ¿Por qué me esfuerzo tanto por mis modales? Me desconozco. Siempre he superpuesto el objetivo principal a todo acto de cortesía y costumbres cuando parecen inútiles.
Oczy entra por la puerta con el libro entre brazos. No me mira. Alzo una ceja. Se sienta en el suelo y deposita el objeto de cuero hediondo en él para abrirlo. Me acerco con sigilo, ella nota mi gesto y levanta sus ojos. No me observa bajo ningún velo de amenaza inminente, hay algo dolido en ella, confuso, que me llega como un martillazo. Me acuclillo ante esos luceros verdes y preocupados ¿A qué se debe este estado?
- ¿Lo encontraste fácilmente?
- Sí - contesta.
Aprieto los labios, su expresión no varía. Me siento ante ella de piernas cruzadas, la analizo. Lo que me oculta es importante.
- ¿Estás bien?
Al principio se resiste a responder, pero comienzo a ver el dolor en su rostro aparecer lentamente, de forma progresiva, y me arrepiento hasta cierto punto de no haber cuidado mi pregunta.
- No - dice en medio de un suspiro jadeante, y la resignación parece filtrarse en ella -. No, no entiendo lo que acaba de suceder. Que yo sepa, los hechiceros no tenemos premoniciones. Eso es cosa de otros seres, o de los oráculos antiguos...
- ¿Tuviste una premonición cuando te toqué? - pregunto entonces, uniendo cabos rápidamente.
Oczy se muerde el labio y asiente.
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El lado oscuro de la luna- Rebeca.
FantasyLa luna es hermosa, ¿no te parece? Mírala un poco mejor. Es tan vieja como todos nosotros; más que el tiempo medido hasta ahora. ¿Cuántas historias nos podría contar? ¿Cuántas vidas ha presenciado? Cuántas muertes... Te encandila, pero no apartes...