Capítulo V: La revelación

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Salgo al encuentro de Eileen; sus manos se unen con las mías para iniciar el forcejeo. El choque de la fuerza de las dos produce un estruendo, y varias piñas de las copas de los árboles caen al suelo a nuestro alrededor. Es muy fuerte, pero yo no me quedo atrás. Somos integrantes de las razas más poderosas del mundo mágico, y también de las más obstinadas y orgullosas. Si este combate tuvo lugar, ninguna de las dos lo abandonará sin ensangrentarse las manos ni evidenciar todo su potencial. 

Me pega un rodillazo en el vientre. Salto hacia atrás y esquivo un codazo. Contraataco al hombro derecho para distraerla, y luego le doy una zancada. Es el movimiento preferido de mi hermana Selva. Pienso que va a caer, pero apoya una mano en la hojarasca y se impulsa para volver a incorporarse. Me ruge y enseña los dientes. 

Comprendo que me queda poco tiempo antes de que la razón la abandone. Los Slint Vain, durante la luna, se convierten en algo muy distinto a lo que fueron antes y serán después. Mientras son jóvenes, optan por recluirse en cuartos cerrados hasta que la cumbre del ciclo pase. Incluso se encadenan o toman pociones para dormir. No sé por qué está afuera: quizás no pensó que se demoraría. Esa posibilidad me enerva; ¿de verdad pensó que sería tan fácil acabarme?

Me ataca cada vez con más furia. Esquivo como puedo sus arañazos, es muy rápida. Tengo que recurrir a la magia para frenarla cuando siento que una de sus zarpas me rasga el vestido. Debo terminar con esto antes de que se complique. Hago estallar un bucle de energía y sale hacia atrás, golpeándose la espalda con un árbol. Lo lamento, eso debió doler. 

Cae al suelo y sus huesos empiezan a acomodarse. Frunzo el rostro. No es mi idea lastimarla: algo en mí me impide perder la fe en ella a pesar de todo. Quiero creer que es buena como demostró en el muelle o como delatan sus luceros del alma. Como me dice mi sensibilidad. 

Oigo ruidos ajenos al combate. Desde los árboles aparecen dos sombras. Las sigo con el corazón desbocado. Dos lobas aterrizan a los lados de Eileen; una es blanca y la otra de un gris ceniciento. Se acercan a la caída, que ya se incorpora, y recuperan su forma bípeda. Son dos muchachas. 

- Eileen, ¡por Dinahia! Estábamos preocupadísimas - dice la loba blanca -. ¿Qué sucede aquí? 

Me miran y sus ojos se encienden. Muestran los dientes, amenazadoras, y la loba más oscura, al olfatear el entorno, esboza una mueca de entendimiento y sisea: 

- Una hechicera. 

Bueno, ahora sí que estoy perdida. Estas Slint Vain parecen mayores que Eileen, seguramente sean de su manada. Quizás ya hayan matado a algún hechicero; pueden conocer mis trucos y saber cómo evadirlos. 

Siento un cosquilleo en la espalda. Creo que la luna está saliendo. Su energía comienza a atravesar mi cuerpo más fuertemente. Eileen se retuerce en el suelo; ella también la siente. 

Me posee una frialdad y determinación embriagadoras. El sentimiento de antes, de control y poder, se vuelve más palpable. No ignoro lo comprometido de este enfrentamiento, pero creo que si no estuviese <<Borracha de luna>>, la parálisis me inmovilizaría. 

Detrás de mí aparece una luz violácea que se ensancha. Me volteo y veo a mis hermanos mayores atravesar un portal. Están vestidos para la ceremonia, con sus túnicas violetas y sus dagas en los cintos. Al verme parecen aliviados. No se imaginan lo contenta que estoy de que estén aquí. 

- Oczy, Bubú nos envió. Dijo que estabas... 

Entonces perciben a las lobas. Sí, estaba en aprietos, como pueden ver... 

- Slint Vains - murmura Selva con una sonrisa juguetona -. Mira nada más... ¡Hacía tanto que no veía uno!

- Pero qué moral detestable - se suma Prado cruzándose de brazos -. ¿Atacar a una hechicera de Luna creciente entre tres de ustedes? ¿Es que no tienen códigos? 

El lado oscuro de la luna- Rebeca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora