Capítulo 4 - Primer combate amistoso y confesión

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Unas horas después de que salimos del recinto Pokémon, estuvimos caminando por el centro de la ciudad. 

Marco estaba al otro lado de mí, al igual que Alex, Baltasar aún seguía dentro de su pokeball y Sofía seguía conmigo en mis brazos, en esos minutos que hemos caminado se había quedado dormida, no les niego que se ve tierna cuando se duerme, hasta le comenté sobre eso a Alex. Varias cuadras más encontramos un restaurante para almorzar. Lo bueno de ese lugar, según lo que leí en internet, es que sirven los mejores platos de esta zona urbana. Estaban ofreciendo comida extranjera, específicamente, la comida colombiana. Estábamos a punto de entrar, pero me percaté de algo me hizo molestar bastante. El local no estaba permitido la entrada a los pokemones. No podían entrar Alex, Baltasar y Sofía.

- ¡Me están jodiendo ¡¿verdad?! – dije molesto.

- ¡Estamos en el siglo XXI y aún estos restaurantes se creen que estamos en el pasado! – agregaba Marco.

- Vamos chicos, vayamos mejor a otro restaurante.

- No podemos, hermano. Este es el único restaurante que está disponible a estas horas.

- Hmm... - a Marco se le ocurrió algo. – Víctor, tengo una idea.

- Escúpela.

- Y si, ¿entramos y salimos?

- ¿A qué te refieres? – Decía Alex.

- Los pokemones no están permitidos entrar, si ellos no entran, nosotros tampoco.

- Pedir la comida para llevar en vez de estar adentro del sitio... ¿eso estás tratando de decir? – preguntaba.

- Exactamente. Alex necesito que te quedes aquí por un momento. Mi amigo y yo entraremos.

- Está bien.

- Espera Alex. – le pasé a Sofía para que lo sostenga por un buen momento. – Si despierta dile que estamos adentro.

- Dale bro.

Los dos amigos entraron al restaurante. Marco me habló susurrandome en mi oído.

- Dicho y hecho, estamos adentro. Es hora de la operación ida y vuelta.

- Oye amigo, tampoco exageres, ni que estuviéramos en el Splinter Cell.

- Jeje, siempre quería decir eso.

- Ya no importa, hablaré con el mesero. – me dirijo al centro en donde toman sus pedidos. – Buenas tardes.

- Buenas tardes, señor, ¿en qué le puedo servir?

- Bueno mi amigo y yo queremos la comida colombiana.

- Bien, ¿algo más?

- No gracias, señor... - hablaba Marco, pero lo interrumpí por un momento.

- De hecho, sí, tengo una queja.

- ¡Que sorpresa!, una queja de un cliente que ni siquiera ha probado nuestra comida. – decía en tono de broma.

- No es sobre la comida... - dije seriamente.

Mientras tanto, afuera estaban Alex y Sofía sentados en una banca que estaba cerca del lugar.

- Bueno – Alex observa a la pequeña. – parece que mi hermano tiene razón, si es tierna cuando se duerme.

En eso se despierta Sofía.

- Bosteza. – Zorua... ¿Zorua?

- Despertaste Sofía.

- ¡Zorua! ¡Zorua!

Zoroark y el renacer del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora