PRÍNCIPE

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Veinticuatro de diciembre. Era el cumpleaños de Louis.

Harry apoyó con cuidado en la mesa de luz una taza de té en la que se esmeró al preparar, un muffin de chocolate recalentado y dos bombones Lindt que sabía que a Louis le gustaban.

-¿Qué se supone que haces?- La monótoma voz lo hizo saltar. Lo miró mal, frunciéndole el ceño a sus cejas arqueadas.

-¿Hace cuánto estás despierto?- Acusó molesto,  y Louis le dio una pequeña sonrisa burlona.

-Desde que te quemaste la mano con el agua hace cinco minutos.- Frunció el ceño, estirando su mano.- Muéstrame.

Había aprendido muchas cosas de a lo largo del poco tiempo que lo conocía, y la más importante era que Louis era lo que mostraba y no perdía el tiempo con verdades a medias. También sabía que era alérgico al paracetamol y al pasto, y que su comida favorita, no era comida, eran los dulces. Sabía que sus libros favoritos eran soviéticos y que tenía convicciones políticas muy fuertes, tanto que era capaz de discutirle por horas si no estaban de acuerdo. Conocía todas las cicatrices detrás de sus tatuajes, y había besado tanto sus labios que reconocía su estado de ánimo a través de ellos al instante. Pero lo más importante en ese momento era que Louis era posesivo y protector, y si pedía su jodida mano para ver con sus ojos si se había quemado o no, se la daba, o podría terminar tras su culo todo el día con un humor del infierno, secretamente preocupado y expresamente molesto.

Louis examinó su mano con detalle antes de soltarlo satisfecho, y frunció el ceño a las cosas en la mesita.

-¿Quién murió para que quieras desayunar tanto chocolate?- Preguntó sin tacto. Harry parpadeó.

-Es para ti.- Louis alzó las cejas.- ¿Feliz cumpleaños?- Lo vio fruncir el ceño.

-¿Ya?- Parecía realmente sorprendido, y Harry cerró los ojos negando resignado.

-Come tu desayuno.- Suspiró, alejándose por su propio té y agarrando un bombón él mismo, porque sabía que irritaría si le compartía uno pero también lo haría si no lo hacía.

No lo entendía en un punto. Louis podía ser igual de desagradable, insolente, frío y desinteresado como siempre fue, pero si llevaba agua a la práctica se encargaba de tener para Harry también. Ya no compraba chocolate con maní porque al él le hacía mal, y revisaba que la calefacción quede prendida a pesar de que le sea incómodo porque Harry se enfriaba demasiado rápido. No era un hombre físico o asfixiante, pero siempre orbitaba a su alrededor posesivo y atento, y eso le gustaba demasiado. Su problema era que no sabía cómo llamarlo, pero ya no se preocupaba por ello, al menos eso pensaba, porque si alguien le preguntaba si estaban saliendo se molestaba hasta lo insoportable y no dejaba de fruncir el ceño hasta que Louis se le acercaba mirándolo mal, ladrándole que deje ser ser un imbécil malhumorado y que lo estaba cabreando a él, pero también acariciaría con cuidado algún pedacito de su piel porque sabía que lo tranquilizaba.

AeternamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora