RECORDARTE

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-Señor Edward, buenos días.- Una voz suave hizo que Louis abra los ojos al instante. Vio a una mujer insulsa pero bonita con un ambo, un maletín y un vaso térmico descartable.- Vengo a sacarle una muestra...-

-A mi, no a él.- Ladró, asustándola al punto de hacerla pegar un salto que le tiró el café al suelo, que hizo el ruido suficiente para despertar al hombre.

-Demasiado temprano.- Se quejó pero se corrió. Louis lo miró al segundo.- Me estoy moviendo al otro lado, tienen que pincharte.- Parpadeó cuando se paró al pie de la cama, despeinado y en calzoncillos, y Louis levantó una ceja al ver a la mujer nerviosa que lo miraba.- ¿Por qué hay café en el suelo?

-Yo, huh, lo traje para usted.- La mujer vaciló.- Siempre lo despierto temprano, entonces...-

-No es necesario.- La cortó sin mirarla, parándose al otro lado de Louis, sintiendo frío.

-Sí, de acuerdo.- Se puso nerviosa pero se apresuró a moverse para hacer su trabajo, y los ojos del señor Vólkova la intimidaron.- Buenos días, señor Vólkova, es una alegría que haya despertado.

-Insulsa.- Gruñó en ruso, con asco.

-¿Qué?- Se confundió, abriendo sus cosas.

-Nada.- Harry miró a Louis con advertencia.

La mujer prefirió callar y sostener el brazo muy tatuado del hombre, buscando con cuidado una de sus venas porque sus ojos no eran de fiar entre tanta tinta, y Louis se impacientó.

-¿Por qué está tocándome tanto?- Ladró en su lengua.- Me molesta.

-Tus tatuajes no dejan ver tus venas, tienen que encontrarlas así, cálmate.- Bajó su cabeza para besar el tope de la suya, subiendo una de sus manos a su rostro para acariciarlo despacio.- Te prometo que serán solo segundos, no muevas tu brazo o será peor.

-Un pinchazo...- Cerró los ojos molesto por sentirse débil, pero aún con su destrozado cuerpo rechazando el dolor por completo.- Listo. Tiene unas venas de ensueño, señor Vólkova.

-Puta rara.- Masculló haciendo a Harry reír, más al ver que la mujer no entendió un coño.

-Dijo gracias.- Sonrió con excesiva dulzura, ganándose una mala mirada que se trasladó a la mujer cuando se sonrojó.

-Eso es todo.- Carraspeó alejándose con sus tubitos de sangre.- Pediré que vengan a limpiar el piso, siento eso, a veces soy tan torpe...-

-¿Solo torpe?- Quería que esa mujer se vaya así que pasó al inglés.- Adiós.

-Oh sí, dejaré que descansen, lo siento.- La pobre extraccionista estaba gritándose mentalmente lo estúpida que era desde que soltó el café que era para el hombre precioso que la había encandilado.- Hasta mañana.

AeternamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora