-Sé lo de tu enfermedad.
Zelphine clavó su mirada en mí al escuchar mis palabras.
Aunque su rostro no mostraba emociones sabía que pensaba de mí como alguien sospechoso. Sería extraño si no fuera así. No todos los días un desconocido se cuela a tu habitación en plena noche.
-¿De que estás hablando? ¿Que enfermedad? Estoy perfectamente saludable -Dijo, sonando tranquila. Luego, con mucha delicadeza y elegancia, se sentó en el borde de su cama.
Suspiré con pesadez al escucharla.
Sabía que ella no quería que nadie se enterase de su enfermedad pero no pensé que sería capaz de negarlo cuando ya alguien la ha descubierto.
-No hace falta que mientas.
Le dije tratando de sonar comprensivo y amigable a la vez.
-Yo puedo ayudarte -Le dije con mucha seguridad-. Pero a cambio...
Antes de terminar de hablar Zelphine me interrumpió levantando uno de sus dedos frente a mí.
-Espera.
Ella se puso de pie, se cubrió con un abrigo para protegerse del frío de la noche y por último encendió una vela.
-Toma asiento -Dijo señalando una pequeña mesa que estaba cerca.
Ambos caminamos hasta la mesita y nos sentamos uno frente al otro.
-Hablemos ahora. Dime, ¿Quien eres? -Me preguntó. Sirvió un poco de agua en dos tazas pequeñas, y me pasó una de ellas.
-Solo soy un simple plebeyo -Respondí despreocupado, luego le dí un sorbo a mi taza.
Llevaba muchas horas sin beber algo y necesitaba refrescar mis labios. Pero, cuando probé esa bebida, en lugar de darme una sensación refrescante me dio una muy amarga.
Era café...
Un café super amargo, sin azúcar y, además, frío.
Lo extraño era que Zelphine lo bebía como si nada; parecía disfrutarlo.
-Sabes demasiado para ser solo un plebeyo ¿Por qué has venido?
Hice un gran esfuerzo para poder tragar el café sin hacer alguna expresión extraña y luego respondí:
-Porqué quiero ayudarte -Dije colocando la tasa sobre la mesa-. Y también quiero que me ayudes con otras cosas...
-¿Enserio? -Preguntó, está vez con un claro tono de sospecha y duda.
Posiblemente en ese momento Zelphine pensaba que yo solo la estaba engañando. Y era entendible, ella había pasado gran parte de su vida buscando curar una enfermedad que parecía no tener cura.
Entonces adopté una postura más recta, mire a Zelphine a los ojos con mucha seriedad y le dije:
-Te diré lo que debes hacer para curar tu enfermedad y ya que no es algo difícil podrás hacerlo enfrente de tu padre...
-¿Por qué?
-Porqué así ya no tendrías por qué dudar mucho de mí... Y además, te dije que necesito que me apoyes en algo... y quizá también necesitaré el apoyo de tu padre.
Zelphine permaneció en silencio por unos segundos. Esperé a que hiciera otra pregunta como había estado haciendo desde que inició nuestra conversación. Pero no fue así. Terminó de beber su café frío y colocó la taza sobre la mesita, luego me miró directamente.
-De acuerdo. Vamos a reunirnos con mi padre -Dijo poniéndose de pie.
-¿Ahora? -Pregunte.
-Ahora -Enfatizó caminando hacia la puerta y saliendo de la habitación.
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Salvaré a las villanas de la historia
Storie d'amoreEra un fanático de historias de reencarnación en mundos de fantasías ambientados en la época victoriana. Entre las muchas historias de ese estilo que leí sobresalía una muy similar a la historia de Cenicienta; con la típica protagonista atormentada...