Capítulo VII

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—Volveré mañana también —Dijo Zelphine con seriedad, mientras salía de la pastelería seguida por Rosaline y por mí...

—Sera un placer volver a recibirla señorita Dimitrov —Le dijo madam Shell mientras la despedía con una leve reverencia.

Zelphine ni siquiera volteo a ver a madam Shell y solo continúo caminando.

Parecía la típica forma soberbia en la que actuaban los nobles que terminaban siendo derrotados por el protagonista en las novelas que leía en mi vida pasada.

Pero, Zelphine era diferente a ellos.

A diferencia de esos nobles que despreciaban a los plebeyos y los trataban de forma inhumana solo por su posición social Zelphine actuaba así por qué así era su personalidad.

La novela original la describía como una mujer fría, malvada e indiferente. Y, excepto por lo de malvada, su personalidad era exactamente así.

Estaba seguro que ella trataría a cualquier persona así, sin importar cuál sea su posición social.

Después de todo, en la novela original, ella nunca hablo con el protagonista principal, el principe heredero, e incluso rechazó su propuesta de matrimonio. Cada vez que ella molestaba a la heroína y el principe aparecía para defenderla Zelphine solo lo ignoraba y pasaba de él. Por su posición como princesa podía ignorar al príncipe si así lo quería y nadie le diría nada.

—¡Ethan!

La voz de Zelphine me saco de mis pensamientos.

—¿Si?

—¿Te pasa algo? No has dicho nada desde que salimos de la tienda de postres —Dijo con un todo preocupado.

—No es nada, estoy bien... Solo estaba pensando en el pasado.

Zelphine me miró con desconfianza un momento.

—Si tú lo dices... —Dijo, mientras miraba por la ventana del carruaje y contemplaba el paisaje por el que íbamos. Ya faltaba poco para estar de regreso en la mansión del Duque. Luego, miró la caja de postres que tenía sobre su regazo y habló emocionada:— Ya quiero que padre, madre y Fylia prueben estos postres.

—Le recuerdo que al Duque no le gustan los dulces -le dijo Rosaline secamente.

Zelphine hizo un puchero y gruño molesta.

—¡Padre es tan! —Exclamó frustrada. Luego abrió la caja y comenzó a comer varias de las galletas que habían ahí.

—¿No crees que estás comiendo muchos dulces?

—¿Y qué?—Exclamó—. Cuando era niña me gustaban los dulces y luego perdí el sentido del gusto así que no pude disfrutar realmente de ningún dulce hasta que te conocí —Dijo con seriedad, luego me miro fijamente y agregó:— Hay muchas cosas que quiero probar.

En la novela, Fylia explicaba que el síndrome de la reina de hielo causaba varios síntomas; entre ellos la perdida del sentido del gusto y del tacto. Y que, a medida que pasaba el tiempo, y la persona afectada no aprendía a comprimir el maná que entraba a su cuerpo, los sintomas empeoraban hasta causarle la muerte.

Entonces recordé que Rosaline me había contado que los síntomas en Zelphine habían aparecido cuando apenas tenía ocho años. Es decir que ella había vivido más de doce años sin poder disfrutar de algo tan simple como el sabor de una comida.

—¿Entonces que tal si te cocino algo? —Le dije con ánimo.

La cultura culinaria de este mundo estaba muy poca desarollada y yo conocía muchas recetas que en este mundo serían completamente nuevas.

Salvaré a las villanas de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora