Dénes era como el oleaje, a veces volvía al romance y la pasión de hacía tres años atrás, luego nuevamente sucumbía a la ausencia y la omisión de la compañía de su esposa, conseguía trabajos esporádicos que pronto perdía víctima de la inconstancia, esa era la palabra exacta que lo definía, inconstante, las damas que alguna vez soñaron desarmarse en sus brazos y desposarlo, ahora no podían sentirse más afortunadas de que Agnès se sacrificara por ellas, Dénes seguía captando las miradas con su torso desnudo, más el desencanto emanaba pronto. Agnès dejó de leer, furiosa ante el engaño de las palabras, aquellas que endulzaron su mente con falsas fantasías y luego la desterraron a sólo ser una espectadora del amor para otros, pero no para ella, el príncipe azul que compartía su cama no era más que un cascarón vacío del cual tampoco se podía relatar algo, cumplir su rol era lo único que hacía a la perfección e incluso maldecía la ingratitud por ello. Siguió con Lise respondiendo cartas que a lo largo de esa semana efectivamente se volvieron muchísimas, compró una libreta, hacía más de 4 años que no compraba o escribía en una, lo hizo para llevar registro ordenadamente de sus seudónimos, el susodicho asociado a cada uno de ellos y temas de los cuales ya había hablado, era más engorroso de lo que pensó, pero había una extraña sensación en esta experiencia de poder fingir ser otra, una mujer diferente, de una realidad más a gusto, poder conocer nuevas historias como cuando los marinos de la taberna le relataban y probar si las suyas gustaban a otros.
***
Aquella noche Edvar se dejó caer nuevamente agotado en su silla, los enfrentamientos en la frontera tanto de tierra como marítima estaban cobrando una violencia inconmensurable, despejó sus ojos con su mano y al erguir su columna ante la tenue y cálida luz en la superficie de madera del escritorio, ve iluminada en parte aquella carta de la joven "Dahlia Lenoir" el cual de seguro no era ni por cerca su nombre real, si es que era efectivamente una mujer, gruñó con tendencioso desprecio ante la hermosa caligrafía, "debe ser mujer al menos", pensó, no hay hombre capaz de escribir de forma tan elegante
"voy a seguir respondiéndole a tu nombre"
Recordó las palabras de Dietrich y sabía que era capaz de ello, ya lo había puesto en esta situación para empezar, podría perfectamente seguir torturándolo, volvió a gruñir con desprecio y tomó con desdén el sobre sin abrir, lo miró con el rostro más despreciable que pudo, como si por alguna razón el papel pudiera sentir su molestia.
- ¡mierda! - exclamó resignado mientras abría su gaveta para sacar el abre cartas, con el desagrado que sentía podría perfectamente haber roto el sobre, aun así respetó la impecable caligrafía abriendo la carta como es debido, nuevamente, como si la autora lejana pudiera enterarse de ese hecho, desplegó el papel para observar nuevamente las letras escritas con tanta dedicación, lo que por un singular motivo lo molestó aún más, como si agravara el engaño que él daba por sentado que representaba esa carta - madrinas de soldados ¡Qué mierda esa!
Dejó caer el papel y dio golpes ansiosos sobre la madera viéndolo de reojo, sintiéndose casi deshonesto consigo mismo por el deseo de averiguar qué decía, "sólo para saber qué fue lo que Dietrich escribió", gruñó otra vez y se puso de pie para ir por un té, enfrentar esta incomodidad requería medidas extremas. Al volver, el trozo de inerte papel seguía tal y como lo dejó, haciendo señales para ser leído o eso imaginaba, se sentó con profundo enojo y tomó la carta.
"Estimado Capitán:
Primeramente espero me permita expresar cuanto orgullo representa usted al luchar por nuestra hermosa tierra, imagino que muchos deben anhelar ser portadores de tan sublime cargo, más aún no logro cuantificar el peso que debe usted llevar sobre sus hombros, puedo imaginar lo dificultoso que debe ser conciliar el sueño, si es que logra de alguna manera poder hacerlo, así como el peso que debe cargar su alma como usted bien me comentó, es por eso que quisiera ofrecerle mi más confidente lectura para que pueda usted respirar más ligero al compartir conmigo sus pesares, pues espero, a pesar del infierno tartárico en el cual usted se encuentra pueda ser bendecido con un seguro retorno.
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Canto de Sirena
Romance- Las madrinas de soldados fueron creadas en la primera guerra mundial en Francia, eran mujeres que se escribían con soldados que no podían contactar a sus familiares o que no tenían familia, con el fin de darles ánimo y ayudarlos a enfrentar las in...