The Singer

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- ¿Dijo usted Agnès Lund? ¿Acaso usted la conoce? - Edvar le preguntó al joven músico, no podía creer tanta coincidencia, en su escepticismo no era creyente en destinos, pero debía reconocer que era demasiada la casualidad

- sí, así es, hace unas noches atrás tocamos en Cork cerca del puerto y una joven nos pidió una canción, pero como no teníamos cantante le ofrecimos que ella nos acompañara con su voz - comentó el hombre algo desconcertado por el interés del soldado

- ¿Cork? ¿el puerto? - Edvar recordó lo que ella le había contado de sí misma, efectivamente no le había mentido más que en el nombre, se sintió como un idiota por primera vez, una sensación de vacío en el estómago ante haber sido honesto merecedor de tantos insultos por parte de la mujer lo hizo tragar saliva para tratar de sosegar esa molestia, los músicos se miraron confundidos ante tanto misterio del desconocido - disculpe ¿Cómo es ella?

- ¿Qué? ¿sabe su nombre, pero no la conoce? - los músicos volvieron a mirarse extrañados, pero ante la dureza en la expresión del Capitán solo respondieron la pregunta - bueno ella es una chica delgada

- pero atractiva - dijo el otro

- sí, muy atractiva - respondió el saxofonista

- tez blanca y ojos citrinos - dijo el chelo

- cabello anaranjado - adicionó el saxofonista

- bella voz – nuevamente el chelo

- ¡sí, preciosa voz! y muy alegre - saxofonista

- linda sonrisa, una chica...

- ...hermosa - dijeron al unísono ambos, Edvar los veía alternando la cabeza a medida que uno respondía y el otro lo seguía, como viendo un juego de tenis, de un lado a otro muy atento

- gracias - dijo casi tan abrumado ante la tormenta informativa como los músicos que no entendían de que iba tal interrogatorio

- ¿qué pasa Edvar? Parece que viste un fantasma - bromeó Dietrich al verlo pálido sentarse junto a ellos

- quizás.

La banda después de unos minutos logró comenzar a tocar para los soldados que partirían pronto a misión, dando un momento para aferrarse a sus vidas y olvidar la muerte que les respiraba en los oídos, Einar ardía ofuscado por lo que Hans tuvo que revelar ante la evidente exposición del joven soldado. Edvar se quedó el tiempo razonable para ser educado y luego se retiró a sus aposentos, odiaba las instancias festivas pero reconocía la importancia de aquellas en la influencia del ánimo de los soldados, en silencio y absorto en este extraño suceso que parecía casual, como si las posibilidades de encontrarse con una persona en particular que no conoces, sólo has intercambiado dos cartas y vive al otro extremo de la isla fueran tan favorables, ahí estaba el sobre que aún no tenía respuesta y que sin duda ahora tendría una, se sentó en su escritorio y volvió a leer la carta, viendo la excelsa caligrafía e imaginando a la chica que acababan de describir

"tez blanca, ojos citrinos, cabello anaranjado, atractiva, bella voz, hermosa"

Y en adición, implacable carácter, la muchacha no titubeó en defender su honor que había efectivamente sido ensuciado por la imprudencia del capitán y su incredulidad en las personas, incredulidad que ella llegó a herir con un filo certero, tomó un poco de su propia medicina pues ahora sí que le interesaba esa mujer misteriosa

"¿es una bruja? ¿Es un fantasma? ¿es una sirena que viaja por el mar hasta aquí?"

Agitó la pluma con indecisión, inseguro ahora de cómo poder ser lo suficientemente elocuente en sus letras para poder enmendar su tremendo error, él sabía que esas mujeres no escribían a un solo hombre, y que tenían prohibido revelar parte de su vida real a menos que ella estuviera realmente interesada en conocer a quien estaba tras la pluma, pero de la forma en que no tuvo temor de hacerlo morder el polvo al sentirse ofendida, ella no era como las chicas que al oír su posición marcial se ponen su velo de novia al instante, no, ella no quería eso, entonces ¿qué quería? ¿Realmente ella sólo quería conversar?, ¡Suficiente!, Ya había pecado al hacer incorrectas conjeturas sobre esta mujer, ella tenía razón, no sería egocéntrico pensando que ella buscaba un romance o quizás sólo conversar, iba a mantenerse fiel a esa idea, iba a preguntarle a ella pues ya tenía la certeza de que su respuesta sería fidedigna. Ahora venía la parte que más odiaba, pedir disculpas, en realidad no odiaba pedir disculpas si no que odiaba errar, y más aún a sus años y de forma tan innegable, pero su orgullo era acérrimo como su caballerosidad y rectitud, le pediría disculpas esperando poder solo conversar, ya había logrado captar su atención y eso era muy infrecuente. Escribió y desechó la hoja para volver a empezar, sin notarlo ya había rebasado el tacho de la basura repitiendo la misma acción, entonces respiró profundo y cerró los ojos, imaginó como se vería ella leyendo la carta con sus ojos ambarinos, exhaló y logró fluir

Canto de SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora