The Ambush

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La guerra se había tomado un descanso tras la recuperación de la Bahía norte, las fuerzas militares lograban contener con éxito el ataque enemigo, sin embargo, algunos pequeños enfrentamientos obligaron a Edvar a arrastrar con él la carta de la misteriosa mujer sin oportunidad de responderla por varios días, ya que era un ritual de respeto para él sentarse a darle su máxima atención al proceso, pernoctando en compañía del accidentado papel en el campo de batalla, a campo traviesa en la intemperie que odiaba, escasas oportunidades de duchas, sueños en el suelo húmedo y enlodado, bajo el frío y denso manto de la noche, la verdad es que el poema en su breve extensión logró robar las palabras del inteligente Capitán, aquel cuyas palabas mordaces siempre salían de sus labios, esta vez se vio confinado en el más perplejo silencio, cada palabra que vino de la misteriosa mujer logró atravesar su interior de forma certera

"Vapor de sol diurno sobre el mar"

Edvar recitaba ya de memoria aquellas frases que se habían clavado en su mente, aquella mañana frente al mar, bebía su té caliente antes de despertar a los soldados pues los bombardeos se tomaron libre esa mañana, una mano sostenía la taza humeante y la otra su arma en el cinto, veía la clara superficie del mar meciéndose con quietud, el poema en sus pensamientos.

"Un poco de mandrágora, trigo y agua lunar

brindad marinero"

Resonó en su mente cuando después de que aquella mañana la calma fuera rebanada con cañones y pólvora, en un encarnizado enfrentamiento que, por una extraña razón se mantuvo en un radio próximo al castaño Einar, el Capitán no iba a ceder ante aquella emboscada, iba a brindar junto a las olas del mar, iba a responderle a la Sirena azabache que de seguro, sin tener una idea de lo que él vivía, sin tener idea de qué tan hondo habían calado en él sus palabras, recibiría sin dudas una respuesta en un futuro próximo.

"Si pura es vuestra armadura interior,

seguirás siendo el mismo"

Miraba el arma en sus manos, Edvar quien llevaba empuñándola por más de 15 años sentía que el paso del tiempo no había cedido en él. Veía a Dietrich a los ojos antes de asentir con la cabeza y lanzarse a una emboscada suicida con sus ojos esmeralda en el frente, blanco temerario de todas las posibles balas y heridas, aún con un ojo en el hermano de la desconocida, logró salir victorioso de un nuevo plan estratega que no sólo volvió a traer paz a la frontera, si no que comenzaron incluso los rumores de una posible rendición por parte de los contrincantes. El frío colaba los huesos aquella tarde en que retornaban al campamento, sobre su caballo con la lluvia gélida escurriendo su impermeable, veía de reojo el desganado paso de Einar, él la conocía, la conocía bien, sin embargo, no podía decirle lo que acontecía en ese juego secreto de las cartas.

"pero muchos como tú habéis venido, y muchos se habéis ido"

- así es

Pensó en silencio al ritmo del ligero galopar de Arión, su fiel corcel bautizado así en honor al hijo de Poseidón, el Dios del mar y Deméter, Diosa de la fertilidad, ambos tuvieron a Arión, un corcel con el Don de la palabra, algo de lo que el capitán se sabía claramente carente por lo que bautizó a su complemento en batalla como el complemento que necesitaba en la vida. Había visto un sin número de soldados caer ante él, él mismo había coqueteado con la muerte tantas veces, herido en guerra, mas, no muerto, no era sólo su mente brillante con planes estrategas únicos lo que lo había llevado al puesto de capitán, también lo hizo su titánica forma de no decaer en batalla, perdurar como el último soldado en pie en uno de los episodios más sanguinarios que su patria escribió en los anales años atrás ¿era él, aquél que se había ido sin irse?

Canto de SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora