Cuenta regresiva I

706 130 67
                                    

El cielo de la mañana de Navidad estaba encapotado. Steve y Tony vieron las nubes grises que apenas dejaban pasar un par de rayos dorados, desde sus respectivas ventanas.

Steve había dejado de tratar dormir y se había sentado a terminar el cuadro de Tony. Estaba desanimado, no lo iba a negar. Aquel encuentro había tenido el sabor amargo de la despedida, y él no quería despedirse. Vamos, ni siquiera se habían conocido propiamente hablando. Como sea, estaba a punto de tomar la sugerencia de Natasha, terminar el cuadro y luego, pegar copias por toda la ciudad. El punto era que, quizás, Tony no quería encontrarse con él y entonces, no importaba si empapelaba el mundo con su imagen, el castaño no haría acto de presencia.

Aun así, quería intentarlo.

La puerta de la habitación se abrió y su amigo, Bucky, salió de ella en calzoncillos, rascándose la nuca y bostezando.

―¿Qué haces, punk?

Steve levantó la vita del cuadro.

―Pintaba, es todo.

Bucky bostezo de nuevo.

―¿Viste a tu novio? ―preguntó.

Steve sonrió y sacudió la cabeza.

―Ojalá fuera mi novio. Lo vi, pero creo que yo no le gusto tanto como él me gusta a mí.

―Mmh, entonces, ¿abandonarás?

Steve no contestó de inmediato, se levantó de su banco y dejó los pinceles sobre la mesa.

―No estoy seguro ―dijo pensativo.

Bucky torció el gesto y luego se encogió de hombros.

―Comamos algo, necesitas combustible para pensar ―dijo arrastrando los pies hacia la cocina.

Natasha salió entonces de la habitación, caminó hacia Steve y le dio los buenos días con un beso en la mejilla. Se detuvo un instante a mirar la pintura.

―¿Terminaste?

―Casi.

―¿Harás lo que te dije? ―dijo ella en son de broma, pero el gesto afirmativo de Steve le causó curiosidad ―. No asistió anoche, ¿eh?

―Lo hizo, pero me dijo que no quiere que nos encontremos. Así que, en realidad, estoy pensado que quizás este cuadro sea todo lo que me quede de él.

Nat le miró comprensivamente y le sujetó del brazo para llevarlo con ella a la cocina.

―Tal vez es mejor así ―le dijo.

Steve se sentó con sus amigos en la barra de la cocina a tomar café.

―Tengo una idea ―dijo Nat de pronto ―. ¿Recuerdas a la pareja que te contamos? ¿La que nos encontramos en el aeropuerto?

Steve asintió.

―Nos invitaron a una fiesta de Navidad. James y yo habíamos pensado declinar, porque teníamos planes, pero ¿por qué no vamos todos?

―Buena idea. Suena a que será divertida ―dijo Bucky ―. Y te servirá para distraerte. ¿O qué? ¿tienes alguna otra fiesta en puerta? ―añadió al ver en el rostro de su amigo la indecisión.

Steve sonrió suavemente.

―De hecho, sí ―dijo ―. El señor que me contó la historia de la fuente me invitó a su fiesta de Navidad, quiere que conozca a su hijo. Dice que soy un buen partido para él.

Nat y Bucky rieron.

―Entonces, ve a esa ―dijo Nat.

―Sí, quizás te guste el hijo de ese señor y, digamos, sería alguien tangible.

El DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora