La fuente

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Hyde Park en invierno es un lindo espectáculo si te gusta la Navidad, puesto que se convierte en una villa navideña, con luces, colores y atracciones que son un imán de familias. Ese año resultó un poco atípico, porque aún no caía la primera nevada, a pesar del frío que calaba los huesos y la cercanía de la Navidad. Al menos, aún era posible disfrutar de las esculturas y fuentes que en sí mismas ya eran una maravilla. Una de ellas se erige al Sur de lago Serpentine como un memorial a la princesa Diana de Gales. Esta no es una fuente clásica, sino una que corre como un río en forma de un triángulo redondeado; es una de las principales atracciones del parque y de Londres. Y es al marguen de ella donde comienza nuestra historia.

Siguiendo la corriente del agua, un hombre y una mujer caminaban apresuradamente con sus abrigos ceñidos hasta el cuello. Ella llevaba una bufanda y un gorro de lana tejido sobre su cabello pelirrojo claro. Él tenía la nariz roja por el frío y en su barba de candado se adivinaban pequeñas partículas de su respiración congelada. Ella se llama Pepper Potts, es la directora general de Industrias Stark, una empresa dedicada a la tecnología sustentable. Él se llama Tony Stark y es el dueño y principal creativo de dicha empresa. Ambos estaban en Londres por negocios. E independientemente de su relación laboral, son mejores amigos.

—Tienes hielo en la barba —le hizo notar Pepper a Tony con una sonrisa burlona.

Tony se pasó la mano por la cara y suspiró.

—¿Cuándo se termina esto? Se supone que tendría que tomar un vuelo ahora mismo al caribe —dijo malhumorado.

—Es sólo una semana, Tony. Pensé que Londres te gustaba.

—Sí, pero no en Navidad.

Pepper rodó los ojos. El trato que iban a cerrar ahí sería con un empresario que, por culpa del mal tiempo, se había quedado varado en algún aeropuerto de Europa del este, el siguiente vuelo disponible Londres saldría en siete días. Tony estaba viendo sus vacaciones yéndose a la deriva.

—Puedes tomarte estos días para descansar—le dijo Pepper.

—Iba a descansar con un coco en las manos y el sol sobre mi cara.

—Vamos Tony, relájate. Toma esto como una pausa. No tenemos que hacer nada, ya lo tenemos todo listo.

—Ah, ¿sí? ¿Tú qué harás?

—Iré de compras —Pepper rió y como si quisiera poner una pausa real, se paró a la orilla de la fuente —. Vamos, detente un momento a mirar, este es uno de los parques más bonitos del mundo.

Tony, a regañadientes, se plantó a su lado.

—Pepper, no perdamos el tiempo, vamos al hotel. Haré una video llamada para ver si es posible concretar el otro contrato que...

—Mmh, No, trabajo no. Podemos ir a un bar. No sé, quizás encuentres una chica londinense que te guste en serio.

—Ah, ya vamos a empezar.

Pepper se encogió de hombros y rió.

—Sólo digo que este es un buen lugar para encontrar al amor.

—Que te haya pasado a ti, no significa que le pase a todo el mundo.

Pepper rió.

—Bueno, Stephen y yo llevamos diez años juntos, ocho de ellos en feliz matrimonio.

—Te casaste muy joven, no sabes lo que dices.

—No sabes lo que te pierdes —dijo ella —. ¿No lo has pensado?

Tony negó.

—El amor y yo no nos llevamos bien—dijo.

Pepper suspiró.

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