Una invitación

734 128 98
                                    

María Stark abrió la puerta de su hogar con una enorme sonrisa y dejó pasar a Tony y a Pepper. Era la primera vez que su hijo los visitaba en Londres y aquello ameritó una mesa de té con muchos y variados pastelillos que, estaba segura, serían del agrado de Tony.

—¿Y papá? —preguntó Tony mientras elegía uno de esos pasteles con un gesto goloso pintado en el rostro.

—Dijo que quería hacer algo de ejercicio y fue a Hyde park a caminar —explicó María mientras servía el té en aquellas tacitas de porcelana con bordes dorados.

Tony no quiso ahondar más en el asunto y engulló un pastel de crema.

—Howard y yo queremos invitarlos a la cena de Navidad que ofreceremos ese día —comenzó María después de dar unos sobros al té y comentar algunas cosas triviales sobre el tiempo, incluyendo, su extrañeza por la falta de nieve ese año. —Así que, ¿por qué no se quedan hasta entonces?

—Pues, verás, mamá —Tony hizo una mueca, siendo honesto no le hacía mucha gracia, todavía tenía la esperanza de poder ir al caribe y había retrasado su vuelo, precisamente, para ese día —; el contrato lo firmamos un día antes...

—Oh, cariño, ¿qué te cuesta quedarte un día más?

—Por mi está bien —dijo Pepper —. Stephen vendrá para entonces, decidimos quedarnos hasta después de Año Nuevo. Ambos necesitamos un descanso.

María juntó sus manos en un par de silentes aplausos.

—Es perfecto, hace tiempo que no vemos a tu marido, Pepper. Es tan encantador.

Pepper asintió y sonrió contenta. Tony torció la boca un tanto discrepante; ese Stephen no era tan encantador como su Steven. Sonrió para sí mismo ante la observación.

—¿Entonces, Tony? —insistió maría —. A tu padre y a mí nos haría muy felices que te quedaras.

—Está bien, retrasaré mi viaje un poco más. Tanta postergación me va a salir cara.

—¡Oh, vamos! Para ti es un gasto mínimo —dijo Pepper dándole un codazo suave en el brazo.

Quedando estipulado que Tony pasaría Navidad en Londres, María decidió que también era buen idea sacarlo del hotel.

—Tenemos una habitación para ti —dijo con la emoción a flor de piel. Después de todo, era la primera vez en mucho tiempo que podía tener a su retoño de nuevo junto a ella —. No extrañarás nada del hotel.

Tony estuvo a punto de negarse. Le gustaba su suite en el hotel y la privacidad que sentía en él, pero los ojos brillantes de su madre le impidieron negarse y prometió "mudarse" esa misma noche. Pepper decidió, entonces, que ella quería quedarse con la suite, para cuando su esposo llegara. Todo estaba arreglado y Tony pensó que eso bastaría para tener contenta a su mamá de ahí al año siguiente, hasta que...

—Por cierto —dijo María de pronto —, hablé con Justin y le di tu teléfono.

—¡Mamá! —se quejó Tony —. Ya te dije que no quiero salir con él.

—Pero, hijo, las cosas no tienen que ser como cuando eran niños. Tal vez, las cosas han cambiado y puede que... ya sabes, del amor al odio...

—No —dijo Tony tajantemente.

—Al menos, habla con él. Como un favor hacia mí.

—Le preguntarás si le contesté, ¿verdad?

María sonrió traviesa y asintió. Tony no pudo más que rodar los ojos.

Howard confiaba en que su esposa convenciera a Tony de cenar con ellos en Navidad y de hospedarse en la casa. Él lo que quería era charlar con su hijo, fortalecer sus lazos que por tanto tiempo había estado débiles. Pero sabía que quizás sus bromas podrían ahuyentarlo o volverlo, al menos, reticente a aceptar todo lo que él y su esposa deseaban. Solo había una cosa en la que no coincidían y esa era en el prospecto de pretendiente para Tony. Hammer no le caía bien, sus familias siempre habían tenido una especie de rivalidad silenciosa, entre ellos había una guerra fría particular. Y esta, se dijo, no es una historia de Montescos y Capuletos, no. Nada de esas tonterías. Lo que necesitaba Tony era alguien diferente, alguien que no tuviera los mismos intereses detrás que él podía adivinar en Hammer, cuya empresa no pasaba por la mejor de las rachas.

El DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora