Prospecto

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Al día siguiente, Steve decidió quedarse en el departamento. Tenía inicios de resfriado, al menos, se sentía con el cuerpo cortado, lo que achacó a la exposición al frío el día anterior. Prefirió descansar y tomar algo caliente, mientras detallaba sus bocetos y comenzaba otros. En un pequeño cuaderno de hojas blancas que bien podía caber en el bolsillo de su saco o pantalón, había comenzado a esbozar de memoria las facciones de Tony. Tenía sus ojos, su sonrisa, su perfil y había comenzado a trabajar en un retrato más fiel, aunque, se decía, necesitaba verlo más y por más tiempo.

Natasha fue a su ensayo y regresó en la tarde para comer con él. Para entonces, se sentía mucho mejor y con energía.

—Entonces, irás a la función de hoy, ¿verdad? —le preguntó su amiga.

—Sin duda, ahí estaré.

Nat sonrió y se levantó de su asiento, buscó su bolso y extrajo de él lo que en un principio parecía un pedazo de cartulina. Era, en realidad, un boleto para el ballet de esa noche.

—Aquí tienes, no llegues tarde —apuntó Natasha regresando a su asiento y sujetando su tenedor —. Yo me iré antes, ya sabes, para prepararme, pero no se te ocurra faltar.

—Entendido —dijo Steve.

Al terminar de comer, Steve le dijo a Nat que saldría un momento a la farmacia. Aunque se sentía bien, prefería armarse de un buen antigripal, por cualquier caso. Cuando volvió, encontró a su amiga sentada en el sofá con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—¿Qué pasó? —preguntó dejando su bolsa de la farmacia suavemente sobre la mesa de centro — ¿Peleaste con Bucky?

Nat levantó la vista, seguía molesta, se notaba en su gesto.

—No —aseguró y entonces le mostró a Steve lo que llevaba en una de sus manos —. Dejaste el celular.

—No iba muy lejos, ni iba a tardar; no vi la necesidad de llevarlo —se defendió Steve.

—No es por eso —Natasha sacudió la cabeza —. Te llamó alguien mientras no estabas.

—¿Quién? ¿Acaso el abogado de Peggy?

Nat volvió a negar.

—Sharon —dijo con un siseo.

Steve no pareció captar la palabra de inicio. Hizo eco en su cerebro, pero tuvo que buscarla en los archivos y desempolvarla. Estaba muy escondida y eso que apenas hacía unos tres días que seguía en la mesa de su memoria.

—¿Sharon? —repitió —. ¿Contestaste?

Natasha asintió.

—¿Qué te dijo?

—Nada, quería hablar contigo, no conmigo. Dijo que llamaría más tarde.

Steve frunció el ceño. No tenía idea de lo que Sharon pudiera querer tratar con él y tampoco estaba seguro de querer saberlo. Se lo hizo saber a su amiga, quien suavizó su gesto ante sus palabras.

—Bueno, pero no olvides apagar el teléfono en la función. Es tan inoportuna que es capaz de llamarte durante la misma.

—No lo olvidaré, no te preocupes.




Tony despertó ese día temprano y volvió a ganarle a Pepper en cuanto a tomar el desayuno se trataba. Su amiga llegó cuando él ya había devorado la mitad de sus platillos.

—En verdad me sorprendes —le dijo Pepper —¿Dormiste bien?

—Sip.

—¿Soñaste con tu Adonis?

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