Mi primer día en la empresa

297 6 7
                                    

__________________<>

                             <>______________________

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

                             <>______________________

Capítulo 2


En este primer amanecer laboral, me encuentro sumergida en un mar de papeleo, cortesía del señor Príncipe de Hielo. Con una frialdad que cala los huesos, depositó una pila de documentos sobre mi escritorio, soltando apenas un murmullo antes de partir: “Los quiero listos antes de que vuelva”. Su figura se desvaneció entre las sombras del pasillo, dejándome sola con la montaña de papel.

Incomprensiblemente, su indiferencia me hiere más de lo que quisiera admitir.

—No, no, Charlotte, enfócate —me reprendo, intentando espantar la desasosiego con pequeños golpecitos en mis mejillas, como si pudiera despertar mi espíritu adormecido—. ¡Vamos, retoma el hilo!

Media hora más tarde…

—¡Por fin he terminado! —susurro para mis adentros y un suspiro de alivio se escapa de mis labios. Pero en ese instante de quietud, el sonido del elevador rompe el silencio, anunciando una presencia inminente.

Apenas un minuto había pasado cuando ya intuía quién se aproximaba. No necesito mirar para saberlo; la tensión en el aire es un presagio claro. Y, tal como sospecho, es él: el mismísimo señor Taylor.

Algo debió haberle ocurrido, pues su mandíbula está tensa y sus ojos lanzando destellos asesinos, lo que me oprime el pecho con una presión abrumadora, pero a pesar del miedo que me invade, sé que no puedo retroceder; mi rol de secretaria me obliga a enfrentar la situación, aunque por dentro suspire resignada. Por lo que antes de que girara el pomo de la puerta, me adelanto:

—Señor Taylor —dije, extendiendo la mano con los documentos—. Ya están todos revisados.

Él retira su mano del pomo y me lanza una mirada que grita “peligro”. Entonces, con pasos firmes y consistentes, entra a mi oficina, acortando la distancia entre nosotros con una deliberación que parece medir y desafiar mi propia resolución.

No quisiera reconocerlo, pero su presencia es una sinfonía visual : el traje negro salpicado con detalles claros, su cabello ondulado y negro como el azabache, que cae de una forma impecable hacia atrás en cascadas de sombras, enmarcando unos ojos azules profundos que me hacen recordar las aguas claras y transparente de un lago. Además de poseer una notable altura que ronda los 1.85 confieren en él la armonía perfecta.

Es imposible negar que es una escultura viviente, cincelada con la misma pasión con la que los dioses crearon el mundo; no opstante, esta maravilla se desmorona ante lo inaguantable de su carácter.

Corazón EncadenadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora