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Lunes

Las mañanas en la casa Kim son conocidas por sus asuntos ruidosos y caóticos, los lunes son especialmente desastrosos.

Hoy no es diferente.

—¡Eun, abre la puerta! —grito. He estado esperando afuera de la puerta del baño durante los últimos diez minutos. Voy a llegar tarde.

Amo a mi hermana, y dejando de lado las mañanas entre semana, generalmente nos llevamos bien. No puedo decir que mataría por ella, pero podría estar dispuesto a ayudarla a enterrar un cuerpo. Sin embargo, ahora mismo, Eunyeong es a la que quiero asesinar.

—Lo juro por Dios, Eunyeong, si no abres la puerta en los próximos dos minutos, voy a derribarla.

—¡Taehyung! —grita Mamá desde el piso de abajo—. No uses el nombre del Señor en vano.

Pongo mis ojos en blanco. Como si eso fuera lo importante ahora. Aunque no lo digo porque realmente no tengo tiempo para meterme en una discusión sobre religión con mamá, eso está reservado para las mañanas de los domingos, cuando me niego a ir a la iglesia.

Golpeo la puerta de nuevo y se abre a medio camino. Eun sale de la habitación llena de vapor y repara en mí con una mirada exasperante.

—Si te despertaras más temprano, no tendríamos que pasar por esto todo el tiempo. El manejo del tiempo es la clave para vivir una vida exitosa. —Eun tiene trece años, pero tiene la personalidad de una mujer de mediana edad que le grita a los niños del vecindario que salgan de su césped—. Cuando vayas a la universidad en un par de meses, no voy a estar para ayudarte. Así que trabajemos en eso, ¿sí?

Me da un golpecito en el hombro como si me reconfortara. Para cuando pienso en una respuesta apropiada ya es muy tarde. Ella cierra la puerta de su habitación, y me quedo parado ahí como un niño regañado.

¿Quién creería que soy cuatro años mayor?

—El desayuno está listo —grita papá.

—¡Todavía tengo que bañarme! —respondo.

—Llegarás tarde, Taehyung. Donny estará aquí pronto.

—¡Lo sé, mamá! —Murmurando en voz baja, entro al baño. Enciendo la ducha y solo me encuentro con agua tibia. Entiendo que es verano y esto es California, pero me gusta el agua como me gusta mi café, casi hirviendo.

Diez minutos después, salgo como un hombre nuevo. No tengo tiempo para afeitarme, y solo puedo esperar que los profesores no me castiguen por ello.

Con una toalla alrededor de mi cintura, corro a mi habitación y rápidamente me pongo el uniforme, pantalones marrones claro y una camisa blanca con botones. La Academia Fairvale es flexible en muchas cosas, pero el código de vestimenta es algo en lo que la escuela no está dispuesta a ceder.

Busco mi corbata. Atravieso la pila de ropa olvidada en el suelo de mi habitación. No soy la persona más ordenada del mundo, lo que me hace escuchar innumerables sermones de mamá y papá.

Pero imagino que, dentro de la santidad de mi propia habitación, se me permite ser mi verdadero yo, lo que incluye el hecho de que a veces me olvide de poner mi ropa sucia en el cesto de la ropa sucia.

Recojo mi saco de donde lo tiré el viernes por la tarde. Me estremezco ante las arrugas y trato de suavizarlas. Pero simplemente no hay forma de salvar a esta aburrida monstruosidad naval.

Bajo las escaleras, dos escalones a la vez. Mi casa tiene una política de no usar zapatos, así que mis calcetines resbalan sobre los pisos de madera, y solo me salvo de caer agarrando la isla de la cocina.

Sal conmigo, Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora