Él jamás pensó que terminaría cayendo en un mundo dónde la música, las máscaras, el baile, la diversión y el sexo serían lo primordial.
Las tarjetas son su única opción para que el chico de ojos azules termine en una cama con él.
Pero Harry nunca pu...
La música dejó de escucharse hasta volverse un eco en el cuarto, mi corazón latía frenético y no sabía porqué. Él se alejó un poco de mi cuerpo para alcanzar el letrero de números. Me lo extendió mostrándome el 10. Sonreí encantado y se lo quité.
Tomé uno de sus brazos jalándolo para que caminara junto a mí, lo miré buscar a alguien con su mirada hasta que coincidió con mis ojos. Caminamos hacía las habitaciones especiales y casualmente pasamos por un pasillo dónde todos, absolutamente todos centraron su vista en ambos, en él.
Algunas miradas eran recelosas, envidia se leía en cada uno de sus ridículos rostros. Él era cómo un trofeo.
Que yo era digno de obtener.
Mi sonrisa de satisfacción se agrandó cuándo miré a mi compañero 113, su mirada fulminante contra mi cínica sonrisa.
Caminé con él cómo si pasáramos por la alfombra roja, dejando que las miradas cayeran sobre nosotros.
Cuándo llegamos por fin a la habitación abrí la puerta de color rosado, me hice a un lado dejándolo pasar. Entró y yo lo hice después.
Cerré la puerta y volteé encarándolo.
Sus ojos comienzan a dilatarse, me mira lascivamente, le sonrío y comienzo a caminar haciéndolo retroceder hasta sentarlo en la cama color blanca.
- ¿Vas a quitarte la ropa lentamente para excitarme otra vez? - sonrío sin mostrar mis dientes ante su pregunta y niego.
Me separo y me acerco al buró de la habitación. Saco los antifaces de tela, le aviento una y me meto al baño.
Cerré con seguro y me miré en el espejo. Quité el antifaz dejando a la vista mi rostro.
Bum
Bum
Bum
Mi corazón latía frenético, era cómo si mi estómago se retorciera ante su presencia.
Desordené mi cabello, dí unas cuántas respiraciones, me deshice de las zapatillas negras y del conjunto de diablito.
Quedaba el látigo en mis manos, una idea excitante se apropió de mis pensamientos.
¿Qué pasaría si lo esposo contra la cama?
Mordí mi labio inferior ante la imagen que había creado en mi cabeza.
Con el látigo en la mano salí y lo miré.
Él me evaluó de manera rápida, me dirigí al buró nuevamente mientras meneaba mis caderas, saqué de uno de los cajones una bocina, un celular y un pequeño juguetito que escondí de inmediato.
Busqué rápidamente una de mis canciones favoritas y la reproduje.
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