Cassandra fue botada de su casa por su mismo padrastro, aprovechado la ausencia de su mujer y dejando en la calle a una mocosa malcriada a su parecer.
Se la vio difícil durante un buen tiempo, su destino cambio por completo al encontrarse con un hom...
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Resultaba que la vida era algo tan misterioso, nunca sabíamos que les tocaría a cada uno de nosotros, tampoco sabíamos cuando moriríamos o cuando recibiríamos un golpe rotundo a la vida, el ejemplo era claro, las personas siempre miraban el cascaron de los demás, pero no se detenían a observar con profundidad o a pensar sobre lo demás
Hubo una vez, una mujer bonita, cabello largo hasta la cintura color marrón oscuro, ojos cafés y un cuerpo entrenado a la perfección, ella amaba el ejercicio desde que estaba pequeña e incluso llego a pensar en abrir su propio gimnasio, cosa que no sucedió y se puso en lista de; "sueños frustrados"
Su color de piel era clara pero a ella le gustaba broncearse, tuvo problemas con su madre por eso mismo, temía que a su hija le provocara un cáncer de piel, pero no paso nada malo.
Casandra Mustang vivió la mayor parte de su vida en Francia, pero debido a su madre y su padrastro tuvo que viajar hasta los Estados Unidos, todo porque el nuevo novio de su mamá no podía hablar bien francés. La mudanza fue un golpe inesperado en su vida; dejó atrás no solo a sus amigos, sino también un entorno que para ella había sido un refugio y una fuente de inspiración. En Francia, las calles empedradas de París solían ser su gimnasio al aire libre, donde se quedaba horas corriendo mientras disfrutaba del aire fresco y de la música que resonaba desde las terrazas de los cafés.
A su llegada a Estados Unidos, la realidad fue muy diferente. En vez de la melodía de la ciudad iluminada por la Torre Eiffel, se encontró rodeada de rascacielos y un bullicio que a veces la hacía sentir aislada. Los días se hicieron largos; sus rutinas de ejercicio se volvieron solitarias. La vibrante vida social que había conocido desapareció, y por un tiempo, Casandra se volvió una sombra de sí misma. Su pasión por el deporte, que había sido un pilar de su autoconfianza, se desvanecía lentamente al ritmo de la soledad.
En el nuevo instituto donde se inscribió, era fácil percibir cómo las miradas se centraban en su belleza, pero aún le resultaba difícil entablar amistades. La mayoría de sus compañeros parecían más interesados en superficialidades que en conocerla verdaderamente. La vida de Casandra se convirtió en un ciclo monótono de clases y entrenamientos individuales en un gimnasio que no estimulaba su pasión. Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, guardaba la esperanza de que algún día podría volver a crear un espacio donde pudiese compartir su amor por el ejercicio, un lugar donde las personas pudieran conectarse genuinamente, más allá de la apariencia física.
