Capítulo 2||Un duende maldito

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26 de septiembre

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26 de septiembre

Dos de la mañana y yo estoy esperando que atiendan al rubio medio moribundo que encontré en la banqueta. Quizá no debería estar aquí, pero me da algo de culpa dejarlo solo después de salvarlo.

Se veía muy débil.

Al menos esperaré hasta que acaben de tratarlo. Espero no sea nada grave.

Entonces una alerta llega a mi mente: ¡Es un desconocido!

Mis ojos y mi boca se abren al mismo tiempo. Mierda.

¿Y si está en drogas?

¿Si lo persigue una banda de delincuentes?

¿Y si es un asesino serial?

¿Si pertenece a una organización secreta que busca acabar con la paz?

Vale. Estoy consciente de que veo muchas películas. Y que mis hipótesis rozan la locura.

Volviendo a la realidad que quiero creer no es tan horrible como imagino —aunque los noticieros muchas veces digan lo contrario—, el tipo no se veía como alguien normal.

Hay gente que se ve normal, de esas que ves por la calle y sabes que probablemente tiene un trabajo común de largas horas diarias y vuelve a casa en un día rutinario. Casi como yo.

Este chico se ve como uno de esos niños ricos que en la vida han estado pacíficamente sentados en un sofá mientras los demás hacen las cosas por ellos. ¿Si lo captas?

Bueno, pues eso me pareció en cuanto vi su rostro. Todo un niño bonito.

¡Joder! Eso suena incluso peor.

¿Y si es un heredero perseguido por personas que buscan eliminarlo?

¿Y si es un mafioso?

Entonces estaría involucrada con la mafia o me acusarían de complice en un intento de asesinato. Y ni siquiera...

—¡Aaaah! —no me he dado cuenta de la fila de sillas que había frente a mí y ahora me encuentro sobre ellas—. ¡Mierda! —suelto. El dolor se extiende por mi estómago.

Me enderezo entre quejidos y tomo el celular que ha caído al suelo.

Espero aún sirva.

Observo con el ceño las onomatopeyas plegadas sobre la funda negra; Splash, Plop, Boom, Oops.

Quiero reír.

No es mío. Principalmente porque es un teléfono último modelo y el mío se quedó en la edad de piedra. Y otra porque ni siquiera tiene funda, menos una tan infantil como esta.

Sin duda no es cualquier chico.

Vuelvo a entrar en pánico. ¡Van a acusarme de matachicos!

¡Terminaré horneando panes en prisión!

Amargamente DulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora