Capítulo 13|| Una noche diferente

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Amy

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Amy

10 de Octubre

Acomodo un trozo de pastel de pistacho sobre un pequeño plato y salgo de mi lugar preferido para ir hacia la barra donde el cliente espera su pedido. Le doy una corta sonrisita y vuelvo a adentrarme en la cocina.

Sigo pensando en lo que pasó ayer. Después de que Alik se fuera, salí de Central Park y fui a visitar a Amelia y Andrew. Me dio gusto ver que ella se encontraba tranquila y contenta junto a su esposo.

Pasé ahí el resto del día. Le ayudé a Andrew a arreglar una de las puertas del armario de la cocina que ya estaba casi salida por completo y tejí con Amelia una bufanda que se ha propuesto acabar para su esposo antes del invierno. Para cuando estuve en casa el duende aún no había llegado, cosa que me agradó —no tenía ganas de discutir con él—. Me puse a quitar la mala hierba del jardín y terminé haciendo una limpieza exhaustiva en la casa aún cuando ya lo había hecho.

Esa fue la única forma que encontré para que mi mente dejara de darle tantas vueltas al asunto de Alik. Su expresión antes de irse me seguía inquietando y me preguntaba qué habría pasado.

¿Por qué se veía tan alterado? Desesperado...

Lo que fuese que hubiera ocurrido lo alteró lo suficiente como para salir corriendo de ahí sin titubear un solo segundo.

—Qué suspiró tan fuerte, cariño —me dice Joe. Ni siquiera me he dado cuenta cuando ha entrado—. ¿Pasa algo?

Le doy una pequeña sonrisita y niego con la cabeza al tiempo que tomo el trapo para comenzar a limpiar los restos de miga que hay sobre la mesada. Al menos el trabajo me entretiene por largas horas.

—En vista de que no me lo dirás. Te regalo una chocolatina —me tiende una barrita que saca de su bolsillo delantero y me regala un guiño de ojo—. El chocolate es la cura a las preocupaciones —sonrío con cierta nota de cariño acentuándose en mi pecho. Debo aceptar que es un gran tipo—. Te quiero —planta un beso en mi mejilla y mi cariño es reemplazado por la agresividad. Le lanzó el trapo que tengo en la mano y se estampa contra la madera caoba cuando el escurridizo de Joe sale disparado de la cocina. A lo lejos puedo oír sus carcajadas y ruedo los ojos.

—Este chico... —murmuro para mí misma.

Suelto una exhalación mirando el chocolate entre mis dedos y sonrió porque es mi marca favorita: Mellea.

Supongo que realmente sabe lo mucho que me gusta este chocolate.

Decido guardarlo para más tarde y continúo con mi quehacer. La tarde se pasa volando cuando los clientes se abarrotan en la entrada. La mayoría de ellos son clientes habituales que reconozco al instante.

Me despido de los chicos y de mi jefe en la entrada cuando hemos cerrado.

Decido pasarme por el supermercado antes de ir a la cueva del duende. Compro algunas cosas personales y unas manzanas que encuentro en rebaja. También carne de cordero y un frasco de jugo de uva que hace tiempo no bebo y se me ha antojado.

Amargamente DulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora