Capítulo 6|| La cueva del duende

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1 de octubre

—Es aquí.

Es enorme.

Observo cada parte de la fachada antes de ingresar junto a Héctor. Cuando dijo que era grande sin duda se quedó muy corto. No puedo creer que existan este tipo de casas. Es blanca en su mayoría, algunos muros azules acero le dan un aspecto un poco más elegante.

Se encuentra en una zona cerca a la costa. Es preciosa. Los grandes ventanales la hacen lucir todavía más impresionante a la vista.

Digna de admirar.

Luka debe tener mucho dinero. Es obvio que lo tiene si es un cantante famoso de ese nivel. Por lo que me enteré la banda solo ha incrementado su popularidad en los últimos años.

—Luka está por llegar.

La pesadilla está por llegar.

Se preguntarán qué ocurrió con la hipoteca...

Le hice creer a Andrew que habían alargado el plazo para las cuotas. Cosa que era total mentira pues esto probablemente haría que los intereses incrementaran y era algo que no nos podíamos permitir. Luego, persuadí a mi jefe para que me pusiera como titular de la deuda. Aunque estuvo reacio a aceptar. Le dije que era lo mejor, pues debía preocuparse por su esposa que apenas estaba convaleciente.

El resto es historia. Héctor pagó la deuda y firmé un contrato por un año que me convierte en la niñera del estúpido duende.

Me apena mentirle a Andrew, pero tiene suficientes problemas como para cargarlo más contándole que Aiden ha desaparecido. Y que ahora viviré bajo el mismo techo que ese duende maldito.

—¿Te encuentras bien? —me pregunta con un tono suave.

Le doy una leve sonrisa y asiento.

—Pensaba en Andrew —le cuento.

Él asiente dándome una pequeña sonrisita en la que intenta demostrarme tranquilidad.

—Ven. Te mostraré tu habitación —me dice, haciendo que suba junto a él hasta llegar a un amplio pasillo—. Es este. He mandado que lo limpien y equipen para ti —veo todo con evidente asombro.

Es de un morado muy bajito. Las paredes van vestidas por dibujos en forma de hojas blancas que me parecen increíbles. La cama impecable sobre la alfombra crema me hace sentir lástima de pisarla; junto a esta se halla una mesita de luz con una lámpara color morado más claro. Un armario color blanco y un espejo con marco plata estilo antiguo.

El gran ventanal está abierto. Cuando me acerco veo el jardín que solo mantiene un árbol solitario en una esquina.

Enarco una ceja mirando a Héctor que está parado junto a mí mientras me observa.

—A Luka no le gusta mucho la jardinería —expresa encogiéndose de hombros.

—No me sorprende —le respondo. Es un demonio, no tiene humanidad—. Si puedo sembrar alguna, ¿Verdad?

—No debe haber problema.

Sonrío porque siempre he querido hacer esto. Adoro plantar. El aroma a vegetación hace que mis días sean mejores. En la casa donde solíamos vivir cuando era pequeña teníamos un jardín. Mamá y la abuela siempre supieron que era más feliz con uno.

Algo que pocos saben porque no lo aparento es que suelo sentirme asfixiada en los lugares más pequeños y estrechos. Mis padres y la abuela siempre lo tuvieron en cuenta a la hora de escoger un hogar.

Entre Aiden y yo puede que siempre fuera la más problemática. Mi ceguera nocturna y la claustrofobia solían hacerme sentir insegura y asustada. En casos así siempre podía tomar la mano de mis padres, de la abuela o de Aiden y entonces me calmaría. Me sentía menos asustada o tonta.

Amargamente DulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora