Capítulo 4||Un mellizo desaparecido

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—Yi crii qui mi imis —murmuro a medida que amaso sobre la mesada como si esa fuera la cabeza del duende —

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Yi crii qui mi imis —murmuro a medida que amaso sobre la mesada como si esa fuera la cabeza del duende —. ¡Ja! Ni que fuera Alik Stone.

¡Jamás lo amaría!

Alik y ese duende no tienen ni punto de comparación. Son como la luz y la oscuridad; un ángel y un demonio en el cuerpo de un duende.

Ruedo los ojos mientras niego con la cabeza y continúo amasando un poco más antes de comenzar a cortar.

Debería haberlo dejado morado cuando insinuó que pude haberle robado el celular. Ni que fuera la gran cosa. ¡Tipo estúpido!

—¡Aaah! —suelto un chillido cuando el cortador se me resbala.

Mierda.

Me inclino para recogerlo y estoy por tomarlo cuando el grito de Mía me hace brincar desde donde me encuentro haciendo que trastabille y por poco vaya de cara al suelo —mi día a día—.

—¿Pero qué te sucede?

—¡Tengo una entrada!

La miro entre parpadeos y frunzo el ceño a medida que me doy cuenta de que ella tiene una vida muy despreocupada. Trabaja solo para cumplirse los gustos cuando bien podría quedarse en casa cómodamente. A su edad yo no tenía tiempo para nada más que para trabajar.

—¡Iré al concierto de Eclipse! —me sonríe alucinada.

Revoloteo los ojos. Como mencione el nombre del tipo...

—¡Voy a ver a Luka!

Le enseño el maso cerca al rostro y ella retrocede levemente antes de que éste choque la punta de su nariz.

—¿Quieres que te ayude a amasar algo? —pregunta con los ojos bien abiertos.

—Quiero que salgas de mi cocina —le digo con una sonrisa fingida.

—Pero todavía no te he enseñado la foto de mi amor —aleja el maso de ella y vuelve la mirada a su teléfono—. Está enfermito —hace un puchero que lejos de parecerme tierno me hace querer ponerla a recoger la basura de toda la cuadra.

Pone frente a mis ojos la pantalla del móvil donde aparece una Storie del estúpido duende haciendo un puchero mientras sostiene su guitarra y la foto del esparadrapo en su brazo más abajo.

En medio de todo cita: Nada me para.

—¿No es precioso?

Me trago las ganas de sacudirla por ser culpable de que ese inútil me haya creído una acosadora que guarda sus fotos en mi teléfono.

¡Es como una plaga!

—¡Mía! —la hago brincar en su sitio.

—¿Qué pasa?

—Deja de perder el tiempo. Ve a limpiar las mesas y atender a los clientes.

—Pero, Joe...

—Joe nada. Solo estás perdiendo el tiempo —replico—. Ve ahora mismo —señalo la puerta.

Amargamente DulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora