𝗧𝗪𝗘𝗡𝗧𝗬-𝗙𝗜𝗩𝗘 25

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La mirada de la cual recuerdo el momento de la primera vez que la ví. Con esos labios entre abiertos y esa silueta única.

— T/n

Solté asombrado de verla, Guao, tanto tiempo sin verla y ahora que la veo se me hace impresionante saber que no es una imaginación que tengo, si no es ella.

Sonríe enseñando los dientes y parece que hay una gran iluminación alrededor de ella, pareciera una fantasía verla. Se acerca lentamente, sostenía un pequeño bolso negro, una falda tabla de color de su bolso y unos zapatos que la ponían a una estatura tan igual a la mía.

— Aidan — Soltó para luego morder su labio inferior y notar como lágrimas se jugaban en sus ojos.

— Guao — Sonreí acercándome — Yo... Digo guao... Por — Tartamudear era una de las tantas cosas que hacía cuando estaba cerca de ella. — Estás tan distinta.

Sonrió para extender sus brazos y correr a abrazarme. La calidez de su cuerpo cerca del mío otra vez, pero que locura más grande está. Volver a tenerla entre mis brazos, escuchando su respiración en mi oído.

Me separé un poco de ella para tomar su rostro entre mis manos.

— Eres tu T/n — Sonreí

Esto realmente es increíble, y sería casi imposible. Asíntio sonriendo.

— Eres tu T/n... — Murmuré nuevamente.

Con rapidez la cargue, su falda se alzó un poco dejando ver sus muslos, cruzó sus piernas y me tomo de las mejillas.

— Eres tu mi amor, tanto tiempo te espere y aquí estás...

— Aidan, nunca te olvide lo juro.

No me importa en lo absoluto si lo hizo o no, no importa si rompe mi corazón, si está casada, si está de novia, si tiene hijos. Ella siempre va a ser mia, es mi compañera y será siempre mi mujer.

Plante mis labios sobre los suyos, solo un beso, sin movimiento. Me separé y espere ver su reacción cuando sonrió y volvió a besarme.

Pase mis manos por sus muslos hasta llegar a su trasero y dejar mis manos allí, juraría que si Griselda no hubiera entrado a la oficina continuaría besando a T/n.

De un momento a otro baje a T/n y está solo avergonzada bajo su falda, sonrió a Griselda y se sentó sobre el sofá.

— Disculpe que lo moleste, pero hay alguien al teléfono, parece ser importante, es una contestadora pero... Se ve importante

Ahora dejamos de titubearnos, ya veo lo que sucede. Sonreí a Griselda y me acerque a la puerta para cerrarla.

No había nada más que decir. Tome el teléfono y lo acerque a mi oído, apreté el número uno y enseguida reproducio la cinta del contestador.

— Hola Aidan, soy T/n. — Me di la vuelta para recargarme sobre el escritorio, sosteniendome de una mano siempre con la otra sostenía el teléfono. Veía a T/n. — Lamento no haber llamado durante... Mucho tiempo.

Sonreí

— Yo... Soy una idiota, de verdad no creo que creas que me acerco a ti por algún tipo de interés económico, se lo que te sucedió y aunque moría de las ganas de verte, yo... Simplemente no pude, me pareció algo muy familiar, y creo que tú y yo desde que Olivia nos dejo, dejamos de ser familia. Eso creo. Quiero hablar contigo, hay tanto que quiero hablar, iré en la tarde a la empresa.

Corte la llamada y me acerque a T/n para sentarme en el sofá aun lado de ella, tome sus manos, heladas, frías cómo el invierno.

— Siempre seremos una familia T/n, siempre la fuimos. No te culpes de nada, creeme, fuiste la mujer que me dió el privilegio de ser padre, fue lo mejor mientras duró. Y creo que tú y yo debemos darnos una segunda oportunidad, o tercera. En verdad no recuerdo la vez que terminamos — Soltó una carcajada.

— Al fin y al cabo, creo que jamás terminamos. — Asentí.

— Te extrañaba demasiado, T/n

— También te extrañe demasiado, Aidan. No sabes cuánto he llorado y mirando tu fotografía.

Sonreí.

— Estuve medicado tanto tiempo, pero ni con tantas dosis pude olvidarte, olvidar tus manos, tu cuerpo, tus ojos, tu hermosa voz y lo bien que besas.

— ¿Podrías perdonar a una gran torpe? — me miró con esos ojos que iluminan la noche.

— No si tú primero, perdonas a este gran idiota. — Le sonreí

— Te perdonó, amore mío

— También te perdono entonces... Te amo y te amare siempre T/n — Bese la comisura de sus labios cuando ella sola me tomo de las mejillas para acercar sus labios pegandolos a los míos.

Tan linda, y duele tan bien. Ese mismo día, fuimos a casa, tomamos café, hablamos, contamos nuestras pensas y luego de tanto hablar y besarnos prácticamente toda la noche, se recostó sobre mi pecho.

Sintiendo nuestro calor y nuestro amor único, nos recostamos sobre el sofá hasta quedarnos dormidos.

Al siguiente día, luego de tanto tiempo sin visitar la tumba de Olivia decidímos ir juntos. Me sentís nervioso, había hecho una promesa la cual no pude cumplir debido a estar encerrado en una habitación con colchonetas y siendo medicado.

Tome la mano de T/n, me miró y sonrió, miramos a la tumba y solo pude sonreí. Ahora ella descansa, puede descansar en paz, su sueño ya está cumplido y pronto se irá desarrollando mucho más rápido, hermanos y hermanas vendrán para la pequeña olí.

Aunque aún cueste entender porque se fue de tan pequeña que era, no dejara de ser una hermosa niña que hacía feliz a cualquier persona, su sonrisa demostraba lo alegre que era, lo amable y cariñosa que era.

Olí cuando te fuiste de mi lado, solo tenías siete años, y yo veintitrés. Ahora yo tengo veintiséis pero tu mi corazón siempre vas a tener siete. Te amo con todo mi corazón. Siempre vas a ser mi pequeña Olivia. Siempre estarás en mi mente y en mi corazón, papá te ama y te amara siempre pequeña.

Mi pulguita, mi ricitos de oro, mi Olí.

𝐌𝐢 𝐃𝐮𝐥𝐜𝐞 𝐎𝐥𝐢𝐯𝐢𝐚 #2 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora