Mamá es indispensable. Parte I

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–Recuerda que Gaby debe tomarse sus vitaminas después de comer –Sara daba vueltas por la casa tratando dejar todo preparado–, y nada de darle a Andrés cacahuetes.

Era la primera vez que iba a dejar a los dos niños solos con Franco desde que Gaby había nacido. Jimena le había suplicado, o más bien exigido, que la acompañase a la capital a ver un desfile de modas. Se había negado rotundamente, y tenía muy claro que nadie la iba a hacer cambiar de opinión. Los niños eran muy pequeños y a ella no se le había perdido nada en la ciudad, pero no sabe muy bien como su esposo acabó convenciéndola. Una decisión de la que se estaba arrepintiendo.

Tomó a sus dos hijos en brazos y los colocó en sus caderas.

–Y si van a salir –se giró hacia Franco, el cual iba caminando detrás de ella con su maleta para dejarla en el coche de Jimena–, les pones sus sombreros y el protector solar –bajó la vista para mirar esas dos caras de las que estaba completamente enamorada– Creo que es mejor que me quede.

–No, no –Franco repitió seguidamente–. Tranquila. Ve y pásala bien con tu hermana. Yo tengo todo controlado.

Sara asintió no muy convencida.

–¡Sarita! –Jimena exclamó desde el interior del coche– ¡Tenemos que irnos ya!

Franco abrió la puerta del copiloto para que su mujer no tuviera segundas intenciones.

–Está bien, está bien. Ya voy –respiró profundamente. En algún momento tenía que pasar.

Trató de meterse en el coche, pero Franco la detuvo.

–Mi amor, los niños –comentó aguantándose la risa al ver como su mujer no soltaba a sus hijos.

Sara se mordió el labio nerviosa.

–Portaros bien, mis amores –beso repetidas veces las cabezas de cada niño y finalmente se los entregó a su esposo –Franco, cualquier cosa me llamas.

–Amor, todo estará bien.

Sara les miró a los tres con pena, pero sacudió la cabeza. Todo iba a estar bien, y Franco tenía razón. Necesitaba salir y disfrutar de unos días con su hermana pequeña.

Se despidió de su esposo con un tierno en los labios.

Una vez que Jimena arrancó el motor y llegarón a la salida de la hacienda, no pudo evitar echar la vista atrás y observar como Franco y los niños continuaban delante de la casa, diciéndole adiós con la mano.

No podía esperar a que terminase el fin de semana.

xxx

Franco miraba con orgullo la escena frente a él. Solo hacía un par de horas que Sara se había marchado, pero presentía que ese fin de semana se lo iba a pasar en grande con sus hijos. Ya se había quedado muchas veces solo con los dos, pero por horas, nunca por días completos. No estaba preocupado para nada, es más, estaba tan confiado, que le había dado unos días libres a Irene. No necesitaba a nadie para cuidar de sus pequeños.

Andrés se encontraba coloreando algo que tenía pensando regalárselo a su madre cuando volviese, mientras que Gaby veía la televisión completamente hipnotizada. No entendía como su pequeña de tres años, a la cual aún les costaba entender cuando hablaba, fuera capaz de seguir una serie de dibujos animados en inglés.

No sabía por qué Sara se había marchado tan preocupada. Los niños se portaban muy bien, incluso había podido trabajar sin que ninguno le interrumpiese. Pero que equivocado estaba, y todo comenzó a complicarse con la llegada de la hora de comer, y no porque fueran malos comedores, todo lo contrario, sino porque Gaby se negó en rotundo a tomarse sus vitaminas.

–Gab, por favor –suplicó.

La niña apretaba los labios y negaba con la cabeza.

–Si no te las tomas, te vas a quedar chiquita para siempre.

Ante sus palabras, Gaby abrió la boca de par en par. Pensó que lo había conseguido, pero nada más lejos de la realidad, porque aquello fue para soltar un grito que le taladró los oídos.

–¡Yo no me quiero quedar chiquita!

Los gritos y lloros continuaron por unos minutos más. Franco estaba desesperado, y Gaby era muy pequeña para comprender la mentira en sus palabras. Miró Andrés tratando de buscar ayuda, pero ¿qué iba a hacer su hijo de solo seis años?

–Amor, no llores –le secó las lágrimas que se deslizaban sin parar por sus mejillas–. Si no te las tomas vas a crecer, pero lo harás mucho más si lo haces.

–Yo me las tomaré –dijo de pronto Andrés–. Así seré más grande que tú –le sacó la lengua con burla a su hermana, pero Franco identificó enseguida que lo trataba de hacer su hijo, y es que Gaby se tomase sus vitaminas.

Y funcionó, porque abrió la boca sin pensar y con un gran sorbo de zumo, las vitaminas desaparecieron.

Sonrió satisfecho y acarició con cariño la cabeza de su hijo. Andrés cada vez era más responsable, y se preocupaba mucho por su hermana. Debería de jugar con eso a su favor. Sí, ese fin de semana, Andrés sería su aliado ante cualquier sobresalto con Gaby.

El resto del día continuó con calma. Tras la siesta de Gaby, salieron al jardín, con sombreros y crema protectora, tal y como su esposa le había encomendado. Los niños estuvieron jugando, entre ellos, y con él. Contempló la escena, feliz. Andrés le pasaba con delicadeza la pelota a Gaby para esta pudiera seguirle y golpearla con fuerza. Si alguien le hubiera dicho hacía ocho años que iba a tener esa vida, se hubiera reído en su cara, y mucho más, si la responsable de estar en esa situación fuera esa mujer malhumorada, empeñada en derrumbar un simple cercado. No recordaba quien había propuesto levantar aquella valla para delimitar sus tierras con las de las Elizondo, pero fuera quien fuera, le debía todo.

Una vez que la merienda paso sin problemas, y el sol comenzó a ponerse, llegó el momento del baño. Y si creyó que el problema con la vitaminas había sido su mayor prueba, se equivocó. Sobre todo porque había planeado el baño de una manera muy mala. Normalmente, Sara se encargaba de un niño y él, del otro, pero para ir más rápido y tenerlos a los dos vigilados, había decidido bañarlos a la vez. Al principio todo fueron risas. Andrés salpicaba de agua a su hermana, o al revés, pero eso fue hasta que los dos pqueños descubrieron que era más divertido aliarse, y salpicar a su papá. Al final el que terminó más mojado que ellos fue él, y el suelo del baño, se acercaba a la piscina que no tenían.

A medida que la noche se acercaba y las pequeñas rutinas se iban completando, Franco se dio cuenta de lo indispensable que era Sara. Fue el primero que la ánimo a que disfrutase de unos días con su hermana, y desde luego trataría de convencerla para que lo hiciera más veces, pero sus dos hijos eran agotadores.

Tras la cena, dos vasos de leche calientes, y una llamada de su madre para desearles las buenas noches, los dos pequeños cayeron rendidos en la cama. Evidentemente, en su cama, porque como le había dicho Andrés; "siempre dormimos con mamá cuando tú viajas", y no pudo estar más de acuerdo con la idea, porque a pesar de que se pasó toda la noche apartando el pequeño pie de Gaby de su cara, y evitando que Andrés se cayese de la cama de tanto que giraba dormido, no cambiaria su lugar por el de nadie en el mundo.

xxx

¡Hola!

Quería hacer relatos cortos, y este me estaba quedando tan largo que he decidido dividirlo en dos, de ahí, que esta sea la Parte I.

Espero que les haya gustado y no tardaré en subir la Parte II.


La familia de Sarita y FrancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora