Bajo el mismo techo. Parte I

703 45 45
                                    

Sara se mordía la lengua para no soltar una gran carcajada y convertirse en el centro de atención. Prefería mantenerse en un segundo plano, observando divertida las directrices de su mamá y las caras de estupefacción de Franco.

"Estoy encantado"

Le dijo su esposo la primera vez.

"No hay problema"

Comentó la segunda torciendo el gesto.

"Quizás no sea tan buena idea"

Contrariado, continuó las siguientes.

"¿Y si dormimos en un hotel?"

Pero en ese punto ya no había marcha atrás. Se habían comprometido y si se negaban, su mamá jamás se lo perdonaría. Además, parafraseando a la propia Gabriela Acevedo; "¿Sara, dónde vas a estar mejor que en la casa que te vio nacer?"

Y estaba en lo cierto, porque a pesar de los hechos tan desagradables vividos en la misma y los malos recuerdos que perduraban aún entre esas paredes, aquel lugar lo seguía reconociendo como su hogar incluso cuando su propio hogar estaba en construcción... Y esa era la causa de que, junto a Franco, se viera obligada a regresar.

Su reciente esposo no había perdido el tiempo, y a la vez que Gabriela volvía de su estancia en el hospital tras su secuestro y organizaban su boda, contrató a un número considerable de empleados para que comenzasen a levantar su casa y a desmantelar en la que los Reyes habían estado viviendo desde su encontrada fortuna. El problema surgió cuando al volver de su luna de miel se encontraron con las obras a medio y sin ninguna casa donde vivir.

Sus hermanos se ofrecieron a compartir sus moradas con ellos, pero rechazaron rápidamente la propuesta. Consideraron que no era oportuno, ya que aunque los recién casados fueran ellos, sus hermanas y hermanos aún estaban en la misma fase al no haberlo podido disfrutar en su momento.

El casado casa quiere y no iban a perturbar la intimidad de los demás por un inconveniente que solo les afectaba a ellos...

Y ahí fue cuando intervino su mamá, la cual sin esperar una respuesta afirmativa por su parte les invito, u obligó, a pasar en la hacienda Elizondo el mes que se iba a retrasar la obra.

Al principio Franco fue el más ilusionado con la idea, su esposo interpretó el gesto como la forma en la que Gabriela le aceptaba en la familia.

No era boba y era consciente de que Juan se había ganado un hueco muy importante en el corazón de su mamá y Óscar era un experto en regalarle los oídos, pero con Franco siempre había existido esa distancia que su esposo entendía como rechazo. Su idea pareció cambiar cuando Gabriela anunció que les abría las puertas de su casa...

Pero esa ilusión de Franco pronto comenzó a disiparse cuando les fue soltando los días previos a su llegada las normas que debían de cumplir.

Prohibido hacer ruido una vez el sol se ponga.

Según su esposo, norma fácil de comprender cuando había tantos empleados en la casa y se levantaban antes que el resto para preparar el desayuno.

Prohibida la televisión y la música.

Franco no puso pegas, pero sí que le comentó sobre la extrañeza. Su mamá consideraba que la televisión fritaba los cerebros y lo de la música, Sara creía que era porque tras la marcha de Jimena, Gabriela había encontrado la paz al no escuchar las melodías molestas que su hermana pequeña no cesaba de escuchar en sus tiempos.

Prohibido llevarse comida a las habitaciones.

Con esa ya sabía que su esposo no iba a estar muy de acuerdo y no se equivocó, porque comenzó a sugerirle el reservar en un hotel. Había descubierto que Franco amaba comer en la cama, desde un plato completo a cualquier comida chatarra que se encontraba cuando despertaba en la madrugada, pero de nuevo lo aceptó diciéndose así mismo, que su manía era un peligro al vivir en el campo y todos los insectos que podrían colarse en las habitaciones.

Pero la norma más prohibitiva y de la que se enteraron cuando Gabriela les dio un tour por la casa (como si no la conocieron), fue la de tener que dormir en habitaciones separadas.

Su mamá se lo había soltado como si nada, entre; "este es el dormitorio de Sara, el que compartía con Jimena desde niña, ¡ah!, y al final del pasillo está el de Franco"

Pensó que era una broma, ya que su mamá no había cosa que más respetase que la institución del matrimonio, pero cuando se acercaron a la que una vez fue la habitación de Norma y observaron con asombro que algún empleado había dejado las pertenencias de Franco allá, su esposo abrió los ojos de par en par y ella tuvo que tragarse la risa, porque la batalla de miradas entre Gabriela y Franco le había hecho olvidarse de lo que suponía vivir un mes de su vida separados.

Pero su risa se cortó cuando su mamá habló de nuevo y les asestó la última puñalada.

"Y nada de hacer cosas de matrimonios acá, que aunque vayan a estar en dormitorios separados, los tres sabemos muy bien de sus andadas... En mi casa se me respeta"

Iba a protestar y decirle a su mamá que los dos eran adultos y que era injusto que tuvieran que vivir separados por una absurda norma, pero su voz también se cortó cuando su esposo relajó su semblante y con una gran sonrisa asintió.

–No se preocupe doña Gabriela, su casa, sus normas, por lo que si no le importa a mi esposa, necesito asearme y descansar –Franco se hizo a un lado señalando a la puerta.

Ella se quedó impasible, paralizada por lo que estaba escuchando.

–Sarita, ya le has oído –dijo Gabriela tomándola por el brazo y dirigiéndola hacia el pasillo–. Vamos hija mía que quiero que revises las facturas de este mes.

Sara no pudo más que dejarse arrastrar a la vez que continuaba mirando a su esposo. Esperaba que Franco se rebelase, pero lo que vio antes de que este cerrase la puerta en su cara, fue esa sonrisa de diablillo que no le transmitía nada bueno...

XXXX

¡Hola!

Normalmente, siempre escribo por acá historias de Sara y Franco con sus hijos o historias relativas a su familia, pero tenía ganas de hacer algo sobre la época pre hijos y post PDG1.

Espero que lo hayan disfrutado y pronto les llegará la siguiente parte.

La familia de Sarita y FrancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora