Gabriela había desarrollado un don, el de la interrupción oportuna. Era capaz de predecir cuando Franco y ella estaban a solas. No importaba el lugar o la hora, no importaba si se escabullían por el saliente de la fachada o si cerraban la puerta con seguro.
Gabriela nunca dormía.
Gabriela nunca descansaba.
–Y este es un regalo para mi suegra, por darme cobijo en su morada.
Extrañada, Sara arrugó el ceño al observar el sobre blanco que Franco posicionaba delante de su mamá. El desayuno acababa de ser servido y junto con el abuelo, los cuatro compartían mesa.
–Franco, no debería. Somos familia. –contestó la mujer, aunque con rapidez abrió el sobre.
Su esposo tenía una amplia sonrisa en el rostro, pero más que esperar la reacción de Gabriela, estaba esperando la suya.
–¡¿Oh, Cómo es posible?!
Sara rápidamente giró la cabeza para tratar de averiguar que le ocasionaba sorpresa a su mamá. Pronto lo descubrió cuando le mostró los boletos para la función de ópera italiana que se iba a producir esa misma tarde en la capital... Casualidad era también que el abuelo se marchara ese día al casino con otro veterano de guerra.
–Estaban agotadas –Sara murmuró impresionada.
Gabriela había estado lamentándose desde hacía meses por no haber conseguida ni la peor entrada para ver tal función. Sus influencias fuera de San Marcos poco servían y la mujer tuvo que tragarse la envidia que le producía ver a sus amigas del club con pases.
–Estaba agotadas, pero... Supermercados Trueba suministra al catering de los actores los alimentos y bebidas. A cambio de una reducción de los precios me han dado boletos vips.
No, no era causalidad.
Jamás se rebajan los precios una vez firmado el contrato.
Se mordió el labio inferior pensando en todo lo que podía suceder sin su mamá en la casa... Respiró profundamente para evitar que una risa boba se escapase de su garganta.
–Debemos partir pronto hacia la ciudad. –Cuando Gabriela terminó de agradecer el obsequió, se levantó de la silla–. Sarita, busca un atuendo adecuado.
Sara fijó su mirada en Franco.
Había dos boletos y era de esperar que su mamá quisiera que alguien la acompañase...
–El otro boleto es para Norma. Juan me dijo que se había quedado devastada por no poder asistir. Llame a su hija, así pueden acordar la hora en la que parten a la capital.
Gabriela asintió repetidas veces.
–¡Dominga! –gritó–. Llame a Norma y prepare el vestido de alta costura de París...
La mujer les ignoró tan rápido como fue en busca de su empleada más fiel.
–Ejem... –el abuelo se hizo a un lado con su silla de ruedas–. Yo también me voy a acicalar, de seguro que mi amigo quiere que nos marchemos... Así ustedes pueden empezar primero.
–¡Abuelo!
Sara acababa de pasar por todas las tonalidades del color rojo que existían. Amaba a su abuelo, pero su risa y sus comentarios referidos a ese tipo de actos, la hacían morirse de vergüenza.
Escuchó las risas del abuelo hasta que se perdieron en algún punto de la casa.
–¿No te gusta la idea? –Franco levantó las cejas de forma sugerente.
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La familia de Sarita y Franco
FanficPequeñas historias independientes sobre la familia de Sarita y Franco.