El cementerio de Red

64 10 0
                                    

Ni siquiera eran las siete cuando mis ojos se abrieron. El sueño se había disipado de inmediato, como si todo mi cuerpo se hubiera puesto de acuerdo para ponerse en marcha a tales horas de la mañana. La propuesta de Kaidan seguía rondandome la cabeza, y a pesar de que había pensado en no ir, mi curiosidad y el ilógico deseo de ver a Kaidan eran más fuertes. Así que usando unos pantalones de mezclilla, valerinas, una blusa azul y mi sudadera, salí fuera de la casa exactamente faltando un cuarto para la siete. Las calles estaban desiertas, siendo todavía muy temprano para que todas las personas estuvieran afuera. Me apresure a dar vuelta en la esquina hacía la parte trasera de la casa, donde la parte prohibida del pueblo empezaba. Temía haber llegado demasiado temprano y verme demasiado ansiosa, pero mi miedo se fue cuando descubrí a Kaidan esperando una par de pasos más allá. Lo recorrí rápidamente con la mirada antes de llegar por completo a su lado. Usaba pantalones de mezclilla, vans, y una playera de cuello v que se aferraba a su torso marcado y a sus brazos tonificados. Su cabellera castaña estaba revuelta, haciendolo lucir como si se acabara de despertar, lo que era muy probable, y a la vez, bastante sexy. Tragué y parpadee lejos de la tentadora vista.
—¿lista? —me preguntó sonriendo divertido. Estaba segura de que me había visto mirarlo, y agradecí que no hiciera una burla de ello. Asenti.
—vamos
Empecé a caminar junto a él, inmediatamente distrayendome por la vista del abandonado lugar. Había casas, no muchas, pero la mayoría lucían como si hubieran pasado años desde la última vez que habían sido habitadas. El camino estaba — a diferencia del otro lado —, lleno de piedras mezcladas con el semento, polvoriento y... abandonado. Sentía el silencio extenderse sobre nosotros, así que tuve que decir algo antes de que aquel silencio terminara por ponerme nerviosa.
—¿porqué no hay nadie aquí? —ladee la cabeza para mirar a Kaidan, quien se mantuvo callado por un par de efímeros segundos.
—no pierdes tiempo, ah?—bromeó, pero respondió mi pregunta al segundo siguiente—. La mayoría de las personas se marcharon a la ciudad, a lugares donde la vida no estuviera tan aislada.
Pasamos una casa, la pintura se caía por partes, las visagras de la puerta se veían oxidadas, y la casa lucía tan sola y descuidada que incluso sentí lástima de ella.
—¿que hay del resto de las personas, porque nadie ocupo las casas?
Kaidan se encogió de hombros.
—ellos tienen sus propias casas. Además, nadie quiere vivir cerca de un cementerio.
Desconcertada, le miré sin entender. Kaidan curveo una media sonrisa y señaló con la cabeza hacia delante. Siguiendo su mirada, unos dos metros más adelante alcanze a ver un pequeño camino y algunos arboles que se alzaban alrededor, como un bosque pequeño. Era extraño, ¿un bosque en medio de un pueblo? No había visto nada igual. Caminamos hasta ahí para poder verlo más de cerca; había dos estrechos caminos de tierra, el primero de ellos se abría paso ante mi para adentrarse entre las lápidas, que eran varias, pero no demasiadas, y el segundo se desviaba un tanto oculto entre los arbustos hacía fuera. Lo vi como un camino hacia la carretera. El único sonido en ese lugar era el de la copa de los árboles al rozar con el viento. Me volví hacia Kaidan
—¿cómo...?
—algunas personas nunca quieren irse de aquí —explicó—, algunas quieren mantener a sus seres queridos cerca. Crearon este lugar para esas personas, supongo, no lo sé, parece un buen lugar para ello.
Me mordí el labio y asenti. Lo cierto es que era un lugar pacífico, y en ese momento, pense que a mi padre le habría gustado. Me sentía tranquila y extrañamente feliz. Tener una conversación tan amigable con Kaidan se sentía... bien. Me gustaba.
— ¿que hay de ti?
—¿de mi? —me volví de nuevo para mirarlo.
—si, ya sabes ¿porque viniste aquí?
Frunci mis labios. No me gustaba hablar de mi, usualmente desviaba la conversación a cualquier otro tema, pero tenía la sensación de que con Kaidan eso no iba a funcionar. Además, estabamos tan tranquilos el uno con el otro que no quería echar a perder nuestra serenidad.
—mamá creyó que sería una buena idea, ya sabes —torci los labios—, pasar un verano con mi tía. Creyo que sería divertido.
—¿y lo es?
Bufe y entorne los ojos.
—es una mierda —dije, y Kaidan sonrio—, sin embargo, es tolerable
—si, lo es —concordo, y una pequeña sonrisa se formó en mis labios. Volví mi atención de vuelta al cementerio y los arboles moviendo sus copas con el viento. No resultaba tan tenebroso, y viéndolo asi, no entendía porque le tendrían tanto miedo.
—¿de verdad todo el mundo teme venir aquí? —cuestione sin poder dar crédito a ello
—no todos —fue la respuesta de Kaidan, lo miré de nuevo, atenta—. Tú estás aquí
Sentí que mis mejillas se sonrojaban. Cuando mis ojos encontraron los suyos fue como si de alguna manera me hubiera elevado hacia algún lugar donde no había nada más que nosotros dos. Lo miré entre abrir sus labios como si fuera a decir algo,  pero entonces —y de la nada—, su cuerpo entero se irguio en alerta, su expresión se tornó dura y sombría. Sentí que el miedo comenzaba a embargarme con aquella simple expresión.
—¿Kaidan?
Cuestione temerosa, todo su cuerpo se enderezo abruptamente.
—mierda —maldijo, y antes de darme cuenta me estaba arrastrando hacía una de las casas vacías que estaban cerca del cementerio.
—¿que haces? ¿kaidan, que sucede?
Él no me respondió, en cambio, nos empujó a ambos dentro de la casa y cerró la puera detrás de nosotros. Tiró de mi por la cintura,  lejos de la puerta, y me acorralo contra la pared bajo el marco de la entrada a la cocina. Su cuerpo se estremeció, y a consecuencia mi piel se erizo.
—¿Kaidan que...
—shh —me ordenó, poniendo sobre mis labios dos de sus calidos y un poco rasposos dedos. Su cuerpo estaba muy cerca del mío, su calor y su aroma me envolvían. El olor a tierra, jabón y bosque me distraia tanto que por poco no noto el sonido de varios motores rugiendo en la calle afuera. Entonces fui yo quien se tenso por completo. Una explosión de cosquilleos invadió mi espina dorsal haciendome temblar levemente; la respiración se me cortó, la sensación de que había algo peligroso afuera encendió todas mis defensas. Estaba lista para salir corriendo... Y entonces mis ojos encontraron los de Kaidan. El color usualmente claro de sus ojos ahora era oscuro, de un tono olivo. Su mano entera cubria ahora mi boca, pero observar sus ojos -a pesar de lo ensombrecidos que estaban- me hizo sentir segura, un poco tranquila. Sin embargo, la pregunta estaba grabada en mis ojos. ¿que esta pasando?
Él no me respondió, en cambio, nos quedamos quietos en silencio y sin movernos por lo que se me hicieron eternos minutos. Su mano cayó en alguno de esos segundos, y entonces mi respiración se mesclaba con la suya mientras los dos esperabamos sumamente quietos, uno frente al otro. Después, cuando estuvimos seguros de que el ruido estaba lo suficientemente lejos, Kaidan se alejó. Esperaba que me dijera lo que había pasado, que me diera una pequeñísima explicación pero no lo hizo. Así que fui yo quien preguntó.
—¿que fue eso? —exigi saber—. ¿Quienes eran ellos?
Kaidan me miró, su mirada oscura se clavo en mi y me hizo temblar. Su expresión era tan dura y peligrosa como la del chico que había visto aquella noche en el callejón, y eso me atemorizo un poco
—tu prima tiene razón—él murmuro, haciendome fruncir el ceño.
—¿sarah? —espete, frunciendo el ceño ante sus palabras—. ¿porque...
—alejate de mi —dijo de repente, tan serio que me hizo dar un paso atrás, perpleja y desconcertada—, vete, y no te vuelvas a acercar a mi, ni a ninguno de nosotros.
Parpadee,  de un momento a otro sintiéndome confundida y herida. Abrí y cerre la boca, pero no tenía nada que decir, no venía nada a mi mente.
—no fui yo quien se acerco a ti —dije finalmente. Kaidan no me miró, solo se limitó a reiterar sus palabras
—solo vete, Brooke —siseo, con los brazos tensos a sus costados—. Olvida que alguna vez he hablado contigo, no lo hare de nuevo. Asi estarás segura
Lo miré furiosa ¿Cómo se atrevía a decirme eso cuando, para empezar, no había sido yo quien se había acercado a él? No era yo la que lo perseguía constantemente. Y apesar de eso, ¿porque me sentía como si me hubieran golpeado? No pude hacer más que apretar los dientes y darle mi mirada más cargada de desprecio. Quise preguntarle de que se suponía que tenía que estar segura, pero mi ira enorgullesida no me lo permitia.  No dije ni una palabra antes de dar vuelta y salir de ahí con pisadas furiosas. Kaidan era oficialmente un imbécil.

Red ||Pausada||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora