El diario de Damian

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El sol estaba en su punto, tan ardiente que sentía a mi piel a punto de estallar en llamas. Lessa se encontraba a mi lado, caminando junto a mi hasta la heladería, justo después de contarle los planes de Sarah.  No le había contado aún sobre mi reciente realización, le había dicho únicamente que había algo importante de lo que quería hablarle. Ella no me había presionado demasiado para decírselo, y en aquel momento se lo agradecí.
Hicimos nuestro camino en silencio, de vez en cuando Lessa sonreía a una persona que pasaba junto a nosotras; No me sorprendía que hubiera hecho amigos tan rápido. Ella era así, después de todo. Cuando cruzamos la puerta de cristal del establecimiento sentí que todo mi cuerpo suspiraba aliviado. La frescura del lugar inmediatamente me rodeó y me hizo sentir mucho mejor. Cruzamos medio lugar para llegar hasta una mesa en la esquina junto al enorme ventanal. Me senté en el asiento acolchado, y Lessa se sentó frente a mi. Mantuvimos el silencio hasta que una chica sonriente vino a tomar nuestra orden, luego, al marcharse, Lessa rompió la calma.
—muy bien, ¿que sucede? —aprete mis labios y miré al servilletero plateado en el centro de la mesa—. Has estado más callada de lo usual
—no sé como decir esto—murmure, causando en el rostro de Lessa una expresión curiosa y desconcertada—. Creo que tienes razón
Lessa me miró sorprendida, una muy exagerada expresión, debo decir.
—Uau —exclamó—, eso es nuevo
—no exageres —bufe tras entornar los ojos, ella rio y asintió.
—de acuerdo, lo siento —se disculpó, y cambio su expresión a una más seria—. ¿En que exactamente tengo razón?
—Sarah —dije—, y los demás, creo que ellos de verdad ocultan algo
El ceño de lessa se fruncio con ligereza, sus manos se cruzaron por encima de la mesa mientras sus ojos continuaban fijos en mi
—¿Cómo es que lo sabes? —inquirió, y no la culpaba por querer asegurarse de que no bromeaba, ya que en una situación normal le diria que estaba exagerando.
—no lo sé, han sido demasiadas coincidencias —respondí, raspe con mis dientes mi labio inferior antes de mis siguientes palabras—, y la escuché hablando con un hombre esta mañana.
—¿un hombre, que dijo? —La voz de Lessa estaba cargada de curiosidad. Pasé por mi labio inferior mi lengua y por un segundo baje la mirada hacia el reluciente blanco de la mesa. En mis manos, la servilleta había comenzado a ser destrozada en pequeños pedazos.
—habló sobre unos salvajes, dijo que habían entrado al pueblo de nuevo y que—hice una pausa. Había tratado de hallarle un sentido a aquellas declaraciones, pero era incapaz de creer a mi tía una persona de esas—, dijo que era culpa de tía Dane, que era la criatura que ella tiene escondida lo que ellos estan buscando.
—no puede ser posible
Lessa parpadeo y su mirada se lleno de confusión, desconcierto y asombro. Le di una mirada cofundida antes de formular mi pregunta
—¿Qué?
—es que... Jayden me contó una historia—titubeo y parpadeo negando con la cabeza, corrigiendose a sí misma—. Bueno, fue su amiga en realidad, pero ella decía algo acerca de una vieja historia.
—¿que historia? —inquiri, porque si era alguna de las que se contaban en el pueblo yo tendría que saberla. O tener un vago recuerdo, para el caso.
—algo sobre un grupo de criaturas extrañas, no me aclaró cuales, pero ellos se llamaban los salvajes
Me encontré mirando de vuelta a la mesa, con el papel servilleta yaciendo inherte entre mis manos. No podía tratarse de animales. Aunque al principio habia creído que asi era, después de pensarlo con claridad recordé que se habían aparecido por las calles vacías en motos. Simples criaturas no podían montar motos.
—no creo que se trate de criaturas—murmure sin la intención de ser escuchada por Lessa, pero lo hizo.
—¿porqué?
—escuche al hombre decir que habían entrado por el otro lado del pueblo —dije—, yo escuché el sonido de las motos cuando Kaidan y yo...
—¿qué? —espetó,  interrumpiendome y dandome una de esas miradas entre indignada y sorprendida. Presione mis labios juntos, golpeandome mentalmente por haber hablado de más—. ¿Kaidan y tú? ¿quien demonios es Kaidan?
—sobre eso —frote mi brazo de arriba a abajo y evite del todo su mirada. No iba poder evitar esa pregunta, así que tendría que decirle la verdad—, él es el chico de la librería
—¿el adonis sexy? —jadeo, con los ojos abiertos llenos de incredulidad. Los ojos de varias personas cayeron sobre nosotras, y yo quería poner la servilleta sobre mi cabeza y esconderme
—él no es... —Pero no podía negarlo. Kaidan definitivamente lo era. Un jodido adonis de mierda. Suspire frustrada—, lo que sea, ese no es el punto.
—ahora si —me contradijo, indignada mientras cruzaba los brazos por debajo de su pecho—. Te has estado viendo con ese dios griego y no me lo dijiste.
—yo no me he estado viendo con el—proteste, mi ceño se frunciendose después de eso—, fue cosa de una vez, y además, él prácticamente me ordenó que no me acercara a él más.
— ¿que?
—sep —asenti, duramente tratando de no demostrar lo herida que me sentía con eso, porque vamos, era estúpido—, y no quiero hablar de eso, antes de que digas algo.
Lessa me miró decepcionada y tristona, pero también comprensiva. Sabía lo necesitada de detalles que ella siempre estaba y le agradecí que no insistiera en el tema.
—de acuerdo —accedió con un asentimiento resignado—. Sobre lo de sarah entonces...
—no sé por donde comenzar a buscar—admiti acongojada. Ninguno de ellos nos diría si les preguntábamos, lo que fuera que escondieran, íbamos a tener que averiguarlo por nuestra cuenta. Lessa torció el gesto en una expresión pensativa, por mi parte, no tenía ninguna idea.
—el diario de Damian —Ella dijo tan de repente que mi primera respuesta fue:
—¿Qué?
Los ojos grises de Lessa se entornaron en mi dirección
—el diario de tu padre, Brooke
—sé eso, pero ¿has leído el diario?
La expresión culpable de la rubia me lo dijo todo
—solo la inscripción —confesó arrepentida. No me molestaba, sin embargo. Confiaba en Lessa lo suficiente para dejarle tener acceso a algo tan íntimo. Ella incluso había leído mi diario.
—lo deje en tu bolsa —dije—. Lo leere esta tarde
Lessa asintió, y el siguiente segundo entre nosotras se abrió paso con un silencio poniéndose alrededor de nuestra mesa. Miré alrededor del establecimiento, mirando a las pocas personas que ahí se encontraban. Algunas reían, y otras solo miraban en silencio. Cuando la puerta principal se abrió mis ojos reconocieron de inmediato la cabellera rubia de Emma. Se adentró en el lugar y cuando sus ojos nos localizaron se dirigió hasta nosotras.
—¡Lessa, Brooke! —chillo con una gran sonrisa en sus labios—, que agradable verlas aquí!
—hola Emma
—¿que estas haciendo aquí?
—oh, mi hermano esta de visita en el pueblo —explicó—, pensé que sería bueno venir por un helado. Además, no es como si tuviera muchas opciones.
Reí por que ella tenía razón
—¿Y dónde esta tu hermano?
El susodicho apareció en el momento siguiente. Era muy guapo, cabe decir. Tenía el mismo cabello de su hermana, unas facciones suaves y varoniles, tez blanca y brazos fornidos. Sus ojos, cuando se posaron sobre nosotras, expusieron el color miel casi translucido de sus irises. Eran los más extraños ojos que yo había visto, con todo y esas largas pestañas que le acompañaban. Él era casi el tipo de chico por el que podría tener un flechazo. Casi.
—él es mi hermano Nathan —Emma sonrió al presentarlo, llena del orgullo que yo tendría cuando mi hermano se volviera todo un adonis—. Nate, ellas son Lessa y Brooke
—un gusto —Nathan ofreció una sonrisa que hizo resaltar aun más su atractivo
—por que no se sientan con nosotras?—sugirió lessa con una amable sonrisa. Una pequeñísima sonrisa se formo en mis labios cuando ellos aceptaron y Lessa se deslizó de mi lado del sillón. 
Nathan quedó en el asiento frente a mi, y cuando sus ojos encontraron los mios todo lo que se me ocurrió hacer fue darle una muy pequeña sonrisa incomoda. No me encontraba con muchas ganas de entablar una conversación, por lo que dejé que mis ojos vagaran de nuevo por el lugar. Miré a la chica de la registradora, conversando con el castaño que estaba tras la ventanilla donde supuse se encontraba la maquina de helados.  Las otras dos chicas iban de un extremo a otro tomando y entregando pedidos. Siguiendo el camino que una de ellas tomaba fue cuando di con el cuadro de marco dorado colgado en la pared. Creí reconocerlo por un instante, pero luego descubrí que ese era un cuadro diferente al que había visto la primera vez. Este retrataba la imagen de un lobo, enorme y feroz, con el pelaje de un negro tan oscuro que parecía la misma oscuridad. Debajo de sus patas la nieve blanca estaba manchada por las gotas de sangre que caían desde su hocico, el cual se arrugaba hacia arriba en una mueca feroz que dejaba a la vista sus dientes filosos. Alrededor de él —entre el lobo y el bosque—, cuatro personas que parecían del siglo pasado impedian la entrada del animal al oscuro bosque. Me sentí absorvida por aquella imagen tan explícita. Imaginarme el miedo y la necesidad de protegerse de aquellas personas hizo que un frío estremecimiento me recorriera el cuerpo. Me sentí entumecida y una sensación de miedo empezó a crecer en mi interior.
« Y sus ojos eran tan peligrosos como el fuego. »
Aquella era la única frase que podía recordar de una de las historias que el tio will solia contarnos a Sarah y a mi, y sin saber porque, tuve el presentimiento de que se refería a ese lobo en particular
—la guerra de la sangre
Salté ante la repentina intromisión de la voz de Emma en mis pensamientos. Me volví hacia ella aturdida, miraba en la misma dirección que yo hace unos segundos.
—¿qué?
—el cuadro —dijo, volviendo su mirada a mi—, es la guerra de la sangre
—¿que es la guerra de la sangre?
Emma sonrió ante la pregunta llena de curiosidad de Lessa, nos miró a ambas antes de inclinarse y decir:
—dejenme contarles una historia

Red ||Pausada||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora