Mi hija va a la universidad / 13°

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Normalmente este sería un momento de alegría, incertidumbre o tristeza para muchos padres, pero yo no sé cómo reaccionar. Mi mujer está llorando a cántaros y mi hijo menor solo observa cómo se pierde el vehículo en el que se encuentra su hermana, rumbo a la universidad; pero yo no sé cómo reaccionar...

¿Debería estar orgulloso? Quién sabe, siempre quise que mi hija estudiara arquitectura, aunque muchos me acusaron (y con posible razón) de que yo quería cumplir mis sueños frustrados a través de mi hija. Su madre quería que ella estudiara derecho; sin embargo, nuestra pequeña siempre quiso estudiar medicina.

Cuando ella era una niña, siempre la veía emocionada cada vez que íbamos a aquellas consultas médicas que se hacen por regla todos los meses, y la veía hablando con los doctores y las enfermeras sobre su pasión. Siempre la observaba mientras permanecía horas sintonizando Discovery Channel, viendo programas como "destiladores Ilegales". Acostumbraba a pedirme libros sobre la materia: anatomía, semiología, etcétera.

Pero... jamás la apoyé, le decía todo el tiempo que esa carrera era una pérdida de tiempo. Recuerdo que cada vez que lo hacia, sus ojos que solían brillar de alegría se veían inundados por un manto de tristeza al cual no le prestaba atención en ese momento, pensando que simplemente era una reacción adversa a mis decretos que, como padre, sentía que tenía el derecho.

Solía tener fuertes discusiones con mi mujer, pues tanto ella como yo queríamos que nuestra hija escogiera la carrera que cada uno consideraba que sería mejor para su futuro. Esta situación llegó a repetirse todos los días durante nuestra rutina. Sí, era cansino para todos y cada uno de nosotros; pero por todo lo demás éramos una familia feliz... o eso era lo que yo creía.

¿Qué hice mal? Antes no lo entendía. Cada vez que mi hija se encerraba por horas en su habitación, simplemente lo ignoraba. Cada vez que ella dejaba de usar su ropa y la reemplazaba por suéteres que la cubrían completamente, aún si estuviese haciendo demasiado calor, yo no le daba importancia. Aún cuando ella dejó de desearnos los buenos días a mi y a mi mujer, cuando ella dejó de pasar tiempo con nuestro hijo menor como solía hacerlo todas las tardes, solo le dije a mi hijo que ella ya estaba mayor y necesitaba espacio...

Debí haberme dado cuenta de todo eso, de que en verdad le hacíamos daño a nuestra hija; pero cuando tuvimos que forzar la puerta de su habitación para entrar en ella, nos dimos cuenta demasiado tarde...

Y aquí estoy yo, sin saber cómo sentirme, de nada sirve lamentarme por mis malditos errores. Debo aceptarlo: he sido un padre terrible y asesiné los sueños de mi amada hija, sin darme cuenta de que también maté a una parte de ella en el proceso.

Ahora cumplo aquella última voluntad que ella expuso en aquella carta escrita con su puño y letra. No se despidió de nadie ni se molestó en dejarnos un último mensaje, aunque no la culpo por ello...

He sido un mal padre, y ni siquiera cumplir el último deseo de mi niña es suficiente para perdonarme. Al menos ella se dirige a la universidad, y su cuerpo servirá para que los estudiantes de aquella carrera que ella tanto deseaba estudiar puedan aprovecharlo.

Perdóname, hija mía...

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