El pintor / 27°

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Los artistas suelen ser personajes bastante peculiares en cuanto a carácter, actitud y forma de pensar refiere, pero este en particular tiene una historia bastante peculiar.

Esta historia transcurre en un pueblo eslavo particularmente aislado y de tan solo 2600 habitantes. Era un pueblo pequeño que se dedicaba a la actividad agrícola, por lo cual se podían ver a hombres y mujeres haciendo tareas de campo tales como: recolección, cacería, agricultura, ganadería, pastoreo, entre otras.

En aquel pueblo residía un habitante pintoresco, pero no por alguna hazaña, por alguna fortuna monetaria, por alguna distinción local, no. A este hombre de barba negra como el plumaje de un cuervo se le podía reconocer fácilmente por el temor que infundía. Con ojos de un color ámbar bastante intenso, parecidos a los de un gato acechando en la oscuridad, y una sorprendente altura de 2 metros con 16 centímetros: ¿cómo no daría miedo? Ah, y por cierto, agregando el hecho de que siempre vestía con togas de cuero, que no hacían sino empeorar el semblante siniestro que portaba aquel hombre.

Sobre este señor se tejieron rumores, que surgieron del cotilleo cotidiano entre los habitantes del pueblo. Se rumoreaba sobre si aquel pintoresco habitante era un brujo; otras personas, más que nada madres, amenazaban a sus hijos con que, si se portaban mal, aquel individuo se los iba a comer como lo haría un oso hambriento (y con particular saña).

Pero al final nadie sabía por qué este hombre evocaba sentimientos tan perturbadores en quienes estuviesen cerca de él, aunque tampoco era algo que le quitara el sueño a algunos habitantes del pueblo que, a su vez, sabían que habían cosas más importantes que hacer en aquella comunidad; mucho más importantes que preocuparse por historias de "brujos malditos".

Sucede que un día, se ve como aquel hombre trabaja en medio de la plaza del pueblo, construyendo lo que parece ser un puesto de esos en los que un comerciante vendería sus productos.

Desde el lustrabotas hasta el cura del pueblo, todos observaban con curiosidad como aquel hombre trabajaba, sin saber cuál era el propósito de su labor, que se prolongó hasta el anochecer, cuando al culminar con la tarea, se retira hasta su apartada morada.

A la mañana siguiente, el tema de conversación principal entre todos los habitantes era la enorme curiosidad que sentían por saber el porqué el "brujo del pueblo" instaló aquel puesto. Especulaciones había muchas, pues nunca se le había visto hacer trabajos manuales, lo único que se sabía es que aveces viajaba muy lejos en su carruaje y regresaba con cargamentos que bajaba por la noche. También se sabía que siempre se la pasaba encerrado en su choza, y solo salía para buscar provisiones.

A la hora pico, todos los habitantes se encontraban saliendo de sus trabajos para comer. Y ahí estaba, aquel hombre de semblante atemorizante se encontraba bajando lo que parecían ser cuadros de pinturas cubiertos con telas, cosa que despertó aún más aquella abundante curiosidad que sentían los habitantes del pueblo, los cuales no tardaron en rodear el puesto del hombre, aglomerándose en la forma de una densa multitud.

El hombre de aspecto aterrador acomoda los cuadros que se encuentran cubiertos por las telas y los va destapando uno a uno. La curiosidad de los habitantes del pueblo se transformó en absoluta sorpresa: horror, espanto y shock. Este hombre era un pintor, pero no uno cualquiera, ya que sus pinturas eran horribles, más no porque estuviesen mal hechas; eran horribles porque lo que se plasmaba en aquellos lienzos era simplemente visceral.

Eran personas sufriendo torturas inenarrables, con sus músculos, órganos, tendones, huesos y anatomía interna general expuesta a flor de piel. Personas que agonizaban, personas que padecían tormentos atroces los cuales eran equiparables a vivir el infierno mismo.

Pero esto no era lo que asustaba tanto como el realismo de las pinturas, más que nada el realismo con el cual se plasmó el color rojo borgoña que representaba a la sangre de aquellas siluetas.

Silencio total. Era tanta la sorpresa que sentían todos y cada uno de los habitantes de aquella comunidad que las palabras no eran capaces de salir de sus respectivas bocas. Horror, pavor, terror, miedo, muchas emociones mezcladas...

Y todo este silencio es interrumpido por uno de los dueños de hacendados del pueblo, haciendo una oferta bastante considerable. Resulta que quedó particularmente maravillado con una de las piezas de arte, las cuales eran grotescas pero estaban tan bien hechas que era imposible no admirar lo inmaculado de la técnica con la que fueron elaboradas.

Luego de aquella oferta, se le unieron otras más, y luego otras tantas más. Aquellas piezas de arte tan mórbidas habían sido realizadas con una técnica tan extraordinaria que cautivaron a las personas, las cuales no dudaron en llevarse a sus hogares aquellas piezas tan llamativas.

Así pasó todo el mediodía, hasta que llegó el atardecer. Todas y cada una de las pinturas habían sido vendidas, por lo cual el hombre se dedica a desarmar aquel puesto que tanto trabajo le había tomado instalar. Y así lo hizo hasta cuando llegó el anochecer, y partió hacia su casa, la cual se encontraba muy apartada.

Llegó la noche, y todas las personas del pueblo se encontraban dormidas. No obstante, esta paz no duraría mucho, ya que una señora despertó a una buena cantidad de habitantes con sus gritos y alaridos de terror. Esta dama había sido una de las compradoras que se llevó a casa una de las pinturas de aquel artista. Gritaba con desesperación, clamando que la figura de la pintura parecía estar viva, cosa que nadie estaba dispuesto a creer.

Entraron a su casa, y si: la pintura se veía aún más aterradora de noche que de día, y lo que más llamaba la atención era el color de la sangre, el cual era extremadamente realista. Fue cuando escucharon a la lejanía el grito de un hombre anciano, quien se desgarraba la garganta mientras describía cómo las dos pinturas que se llevó a su morada parecían cobrar vida en medio de la oscuridad.

Y aquellas pinturas tenían la misma característica: se veían aún más aterradoras que hace rato, y el color de la sangre era mucho más realista.

Tres... cuatro... ocho... catorce... veintidós... las personas que despertaron gritando iban en aumento, y en todos los casos se repetía el mismo patrón, compradores de aquellos lienzos que reportaban un hecho imposible: pinturas que cobraban vida. Y el hecho de que la sangre era de un color demasiado realista.

Todos los habitantes que se habían despertado, así como algunos curiosos, se dirigieron hacia la lejana morada del pintor. No les importó caminar durante la noche, querían respuestas sobre el por qué aquellas piezas habían hecho sentir el mismo terror a todos los que las compraron.

Lamentable fue el hecho de que no encontraran nada más que la silueta del carruaje que le pertenecía al creador de aquellas pinturas, alejándose mientras él mismo cabalgaba fuera del pueblo.

-¡Sus pinturas están malditas! ¡El brujo las ha elaborado usando sangre! -exclama el cura del pueblo, cosa que enardece a la multitud y hace que surja un sentimiento general de rabia y coraje. En medio del fragor del momento, muchos se meten a la que fue la casa del pintor, dándose cuenta de que él se había llevado absolutamente todo lo que le pertenecía.

Uno de los habitantes distingue una trampilla con la mirada, advirtiendo a los demás de su hallazgo. Proceden a abrirla, dejando al descubierto una escalera que conduce hacia lo que parece ser un sótano.

En efecto, era un sótano, pero lo que encontrarían ahí, no se les olvidaría jamás. El suelo estaba cubierto de sangre de extremo a extremo, un olor vomitivo a podredumbre y descomposición inundaba aquel ambiente, y las lámparas iluminaban de manera muy tenue lo que parecían ser decenas de cadaveres despellejados por toda la estancia.

Muchos vomitaron, otros se desmayaron, casi todos gritaron y absolutamente todos lloraron. Pero lo peor de todo fueron dos detalles que a uno de los habitantes no se le pasó por alto. El primero: era que todos los cuerpos estaban en las mismas posiciones representadas en las pinturas que aquel pintor había vendido. El segundo: en la pared del fondo de aquel lugar había un mensaje escrito, ese mensaje dio a entender la razón por la cual todas las víctimas estaban despellejadas:

"El secreto no está en la pintura, sino en el material del lienzo"

100 Historias Cortas De TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora