la eternidad nunca será suficiente

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Sentí agua en mi mano. Abrí los ojos, estaba llorando. Me moví y sentí una superficie suave y el sonido del mar retumbaba en mis oídos.

-¿Soñaste algo amor - escuché la celestial voz de mi novia.

No - dije entre sollozos.

Lena se dio cuenta y me acarició el brazo.

- ¿Qué ha pasado? - me preguntó en voz suave.

- Te habías ido - recordé entre lágrimas.

Me di vuelta para verla de frente. Me miró con tristeza y dibujó una sonrisa muy tenue en su rostro. Limpió las lágrimas que aún caían por mis mejillas con la yema de su dedo índice y besó mis labios.

- No voy a irme a ningún lugar, princesa.

Sonreí suavemente y me pegué a su cuerpo para quedar oculta en su pecho. Me abrazó y besó mi cabello. Subí la mirada y me puse encima de ella en una maniobra que no explicaré porque ni yo sé - ¿Por qué me trajiste? - le pregunté interesada.

-porque te quiero y  tranquila, apenas estamos relajándonos. Después iremos a cenar a un lugar que estoy completamente segura que te encantará.

- ¿Cómo puedes decir eso? A penas y me conoces.

- Te llamas Kara danvers, tienes 18 y te gusta el sexo conmigo.

- Ah, no seas tan modesta - rodeé los ojos.

-Sabes que es verdad.

Oculté mi rostro en su regazo. Me levanté de un brinco y me di cuenta que traía un traje de baño y un vestido azul precioso.

-¿A qué hora me vestí? - le pregunté.

- Hace como una hora. Te quedaste dormida por el golpe que te diste en la cabeza con las piedras de la cueva - empezó a decir. - Te dije que no te durmieras en lo que yo iba por un par de hielos, pero pusiste la toalla que traje en la arena y te pusiste a dormir. ¿No lo recuerdas? - preguntó con preocupación.

- No - admití.

- ¿Te duele la cabeza? - dijo mientras se levantaba de la arena y se acercaba a mí.

Lena era  por unos 5 centímetros más pequeña así que tengo que bajar un poco la cabeza aunque eso no me molesta tengo una buena vista

- No. Solo me siento un poco confundida. No recuerdo ni cuando llegamos aquí.

-¿Segura que no quieres que busquemos un médico? - preguntó todavía con más preocupación.

- No.

La verdad es que no me sentía absolutamente

- ¿Quieres ir a comer? - dijo Lena en voz suave y baja.

- Sí - casi forcé mi sonrisa.

Me tomó de la mano después de que fue a recoger todo lo que era suyo y empezamos a caminar sobre la arena. Cada que podía me quedaba mirando a Lena viendo su perfecto perfil alumbrado por el atardecer. Sus ojos verdes se volvían casi azules con la luz del sol, su piel brillaba como un diamante y sus labios se veían más deliciosos que nunca. Quise besarla,

- ¿Te gustan los mariscos? - preguntó mientras su mano sujetaba firmemente la mía.

- Soy abierta a todo - admití.

- Bueno, de verdad espero que te gusten.

Sonrió de lado. Sentí como el color subió por mis mejillas haciéndome tener un poco de vergüenza.

Al principio comimos mucho, luego, Lena me llevó al centro. Había un baile. A decir verdad nunca pensé que Lena fuese una buena bailarina, pero me di cuenta que de verdad lo era. Varias veces había hecho que mi corazón latiera fuertemente gracias al roce de su sexo contra mi entrepierna. Después caminamos por toda la zona artesanal. Me compró un anillo y le grabó una frase: "La eternidad nunca será suficiente". Cuando me lo dio sentí un golpe tremendo en mi pecho. La besé interminablemente hasta que me dijo que tenía mucho tiempo para comérmela a besos.

Cuando salimos de la zona concurrida por toda la gente que era turista y la local, me llevó de nuevo a la playa, pero ahora me llevó a una isla, una isla que quedaba una hora lejos del muelle en bote. Fue un viaje totalmente placentero; ver a una mujer tan hermosa como lo era ella era realmente placentero.

Cuando llegamos a la isla pudimos tocar la arena, Lena me recostó en esta y empezó a retirar el vestido poco a poco. Primero empezó a tocar mis muslos y levantar el vestido a través de caricias. Subió su mano hasta mi cadera y empezó a desatar los hilos del bikini. Sus labios viajaron a mi pecho y empezó a lamer la parte desnuda de mis pechos. Solté un gemido esperando que no fuera ridículo.

- Me encanta ponerte así - dijo.

Arqueé mi espalda y la acerqué más a mí. Mi mano bajó deseosa a su miembro y empecé a acariciarlo lentamente, disfrutando cada sensación que me otorgaba su cuerpo.

Una ola de pasión nos invadió a las dos, nos hizo desnudarnos mutuamente a la luz de la luna, hizo que nos besáramos incesantemente hasta desgastarnos nuestros labios.

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