Desperté de una pesadilla terrible. Tomé una bocanada de aire en cuanto desperté y sentí algo que invadía mis fosas nasales. Escuché el pitido de alguna alarma o algo por el estilo y comencé a alarmarme. Solté un quejido después de sentir un dolor tremendo en mi cabeza. Cerré los ojos y me quedé inmóvil. Moví mi mano para llevarla a mi cabeza y me topé con una manguera enterrada en mi piel. Sí, no había duda... No había sido una pesadilla, todo había sido real.
- ¿Qué demonios? - susurré con voz rasposa.
Intenté ver mis pies pero los cubrían
varias cobijas.- Hola, kara. Soy Vasquez, tu doctora.
-¿Qué hago aquí? - pregunté casi contestándome yo sola.
-Sufriste de una violación. No hubo contacto genital pero sí hubo contacto con los dedos del hombre que quiso violarte. Él ya está en contacto con oficiales de la policía y hay unos cuantos fuera que quieren tomar tu testimonio, pero antes de eso quiero revisar tus heridas tanto genitales como de la cabeza, si no te importa - habló. La voz de Vasquez me tranquilizaba en una escala grandísima, sentía como si mi madre estuviera hablándome.
Era pelinegra, de una esencia magnífica. Llevaba puestas unas gafas y su cuerpo era cubierto por una bata blanca como todos los doctores que conocía.
-¿Es necesario?
-No han pasado 24 horas aún desde el accidente y queremos ver si hay heridas internas en tus...
Sht - la callé. - Solo hágalo.
-Okey... Voy a subir tus piernas a estas manijas y examinaré allí dentro, ¿está bien? Si sientes alguna molestia cuando esté examinando, házmelo saber.
Asentí con la cabeza y colaboré lo más que pude. Ella metió un tipo de instrumento por mis paredes vaginales y de vez en cuando hacía gestos que no mostraban nada bueno.
- kara ¿recuerdas algo de ayer? - preguntó Joselyn aún examinándome.
- Sí, todo.
- ¿Recuerdas si este hombre tuvo contacto sexual contigo? Es decir, ¿recuerdas si metió su pene en tu vagina? - preguntó algo preocupada.
-No, no que yo lo recuerde, ¿pasa algo malo? - pregunté algo preocupada.
-Tienes una dilatación algo grande para que solo hubiese metido un dedo. ¿Recuerdas cuantos dedos te metió, dulzura?
Qué repugnancia.
- No, no con certeza - intenté no perder los estribos.
Sacó su artefacto de dentro de mí y subió mis bragas de nuevo. Me hizo bajar las piernas y relajarme. Sería el último estudio que me harían de mi... feminidad.
- Ahora revisaré tu cabeza, ¿está bien?
Asentí. Me ayudó a sentarme en la cama para poder quitar el vendaje que me cubría gran parte de la cabeza. Empezó a toquetear suavemente cerca de la herida y solo sentía como mi cabeza punzaba y ardía.
- ¿Te duele?
- Lo suficiente para no querer que me toques más - admití casi gimiendo.
- Lo lamento.
Hizo una mueca y me miró con dulzura.
-Haré que pasen los oficiales para interrogarte, si no quieres hablar con ellos solo me llamas y los sacaré de aquí, no necesitas hablar de algo que probablemente te haya dañado emocionalmente...
- Gracias, doctora.
Le sonreí amablemente mientras veía como salía de la habitación y se acercaba a un grupo de policías. Ellos entraron y empezaron a preguntarme qué había pasado con todos los detalles. Es obvio que me dolió contarles, pero me dolía más saber que Lena me había engañado, y que ni siquiera le había importado cómo me afectaría eso.
Después de unas horas dejaron que Robert entrara. Estuvimos platicando y
le pedí que durmiera un rato, pero no quiso y trajo a nosotros el peor tema de conversación...- kara... - susurró.
- ¿Sí?
-No conozco a tus padres y creo que sería bueno que hablaras con ellos y les contaras lo que pasó. Supongo que están muy preocupados por ti - dijo algo tímido
- Vasquez, mi doctora me dijo hace una rato que ella les avisaría, pero creo que no ha podido contactarse con ellos.
Hice una mueca. Eso era siempre, todo el tiempo estaban trabajando y lo que a mí me pasara no les importaba, con solo decir que el día que me fugué con Lena ni siquiera se dieron cuenta que estuve fuera de casa varios días.
- Pero... yo le avisé a... a Lena -. Tragué saliva. ¿Qué había hecho qué?
- Supuse que por ser tu novia tenía el derecho de saberlo y pues, la llamé. Viene camino aquí, solo que estaba en metropolis y por eso no llegó de inmediato.
-¿Qué le dijiste exactamente?- Me miró con algo de culpabilidad.
- Lo que pasó. No iba a decirle algo que no fue, no se lo merece.
¿No? Se merece algo peor.
- Creo que se alteró muchísimo. Uno de sus trabajadores empezó a gritarle que dejara de romper los muebles del hotel.
Sonreí un poco. Eso me hizo sentir un poco mejor.
- No tenías por qué decirle a nadie.
- kara eres una inconsciente. ¿Sabes cuantas personas estarán preguntándose qué te pasó que no irás al colegio? Tus amigas se darán cuenta y no tendrás otro remedio más que decirles.
No pensé que...
- No, nunca piensas en los demás, nunca piensas en lo que los demás piensan y sienten. Hay muchas personas que te quieren, que te aman, que darían todo por saber que estás bien, y tú en lo único que piensas es en ti, en lo que quieres, pero no es así... Tienes que pensar en el bien o en el mal que le puedes hacer a la persona que le ocultes las cosas, porque al fin y al cabo, sin esas personas no serías nada.
Una lágrima se derramó por mi mejilla. Era cierto, era una egoísta que no pensaba en los demás, pero a mí también me dolía ser ignorada en los momentos en los que más necesitaba a alguien.
- Perdón - susurré.
- No, no tienes...
Claro que sí - lo interrumpí. - Siento mucho haberte dejado sin otra explicación más que tu mejor amiga, perdón por no ir a casi ninguna de tus clases por no soportar el hecho de que quedé como estúpida frente a ti. Perdóname, de verdad - comencé a llorar.
Robert se dio cuenta y se sentó en la orilla de la cama y me regaló un beso en la mejilla. Sus labios pasearon hasta mi oreja y susurró: - No llores.
Limpié las lágrimas que se avecinaban y lo miré con ternura. Era hermoso. Se levantó de la cama y se fue hacia la puerta
-¿A dónde vas? - pregunté alarmada. No quería que se fuera.
- Necesito alimentarme un poco, y quiera darme una lavada - se olió la ropa e hizo un gesto de repugnancia.
- ¿Puedes... puedes recostarte conmigo y esperar a que esté dormida? Puedes irte si quieres cuando me duerma, es que no soporto la idea de no tener a nadie a mi lado...
Sonrió.
- Está bien, nena, pero si terminas oliendo a perro mojado, luego no te quejes.
Solté una risita y le hice un espacio en la cama para que se recostara.