Capítulo 30: Guerra entre sábanas

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-¿Qué haces aquí? -preguntó al abrir la puerta.

Ella estaba vestida para salir. Usaba su habitual chaqueta de cuero, una camisa blanca, un jean claro y unos tenis blancos. Era obvio que Sasha no esperaba mi llegada y que tenía otros planes para aquella noche, sin embargo, entré y tomé asiento.

-¿Por qué no fuiste a la cita?

-Nunca dije que iría.

-Lo sé, pero esperaba verte allí.

-¿Y empeorarlo todo? Se los dije, de nada sirve hacer que esos idiotas sean expulsados. Acaban de darles más razones para que planeen algo peor. Y esta vez no será sólo contra mí.

Me levanté y me acerqué a ella.

-¿Acaso les tienes miedo?

-¡Joder, claro que no! He lidiado con cosas peores que unos niños con complejo de macho alfa.

-¿Entonces por qué no fuiste?

-Ir a las autoridades, poner denuncias formales y esperar a que se haga "justicia" no es la forma en que soluciono mis problemas.

-¿Según tu criterio qué deberíamos haber hecho? -la reté-. ¿Drogarnos y escapar de la ciudad?

-¡Mantenerse al puto margen! -exclamó enojada.

-Tan fácil que era hacerlo cuando vi cómo ese idiota te estaba ahorcando, ¿cierto?

-Te golpeaste la cabeza, Anne. ¡Robaste un celular! Mira todo lo que has hecho...

-Lo hice por ti -me acerqué a ella.

-¿Podrías, por favor, dejar de preocuparte por mí de una vez por todas? ¡Tú no eres mi jodida novia!

Me quedé en silencio mientras sentía como si esa última frase se convirtiese en un cuchillo y atravesara mi estómago. Ella dio un par de vueltas alrededor de la habitación y continuó hablando.

-Debiste haberte quedado con Sprig. Quiero decir, ¿quién defiende así a la persona que le arrebató a su novia? De haber sabido desde un principio que era un buen tipo, jamás me habría interpuesto entre ustedes dos.

-¿Y yo qué soy? -extendí los brazos enojada-. ¿Un premio que las personas pueden pasar de mano a mano a su antojo? ¿Es que acaso lo que yo quiero no importa?

Se quedó callada durante algunos segundos.

-Sabes que no quise dar a entender eso.

-¿Entonces a qué te referías? Porque ese ha sido el mismo jodido dilema desde que empezamos a estar juntas.

-Independientemente de él, o de cualquier otra persona, nunca debiste haber sentido cosas por mí. Ahora no lo ves así, pero soy una mala decisión que tomaste.

-Ya es muy tarde para querer remediarlo, ¿no crees?

Desvió su mirada al suelo.

-No lo sé. Deberías irte antes de que acabe arruinando tu vida.

-¡No! -me planté firme delante de ella-. ¡Más bien tú deberías dejar de hacer cosas estúpidas y de actuar como si no te importara para que hacer que me aleje de ti!

Después de eso, Sasha se quedó sin palabras para responderme. Yo decidí guardar silencio porque lo que había dicho era más que suficiente y, cualquier palabra que viniera después de eso, iba a restar importancia. En medio del pesado e insoportable silencio, las dos nos quedamos viendo. La discusión de palabras se convirtió en una guerra de miradas. Podía sentir cómo el fuego en sus ojos me devoraba. Mis mejillas ardían como nunca antes lo habían hecho.

Finalmente, ella bajó su mirada a mis labios. Ese gesto provocó que me invadiera un impulso frenético por besar su boca. Apenas nuestros labios se juntaron, la contienda pasó a ser entre su lengua y la mía. De repente, ella me alzó y me cargó. Rodeé su cintura con mis piernas y permití que me llevara hasta la pared. Una vez allí, con una sola mano, abrió los botones de mi camisa con tanto desespero que rompió uno. Sin reparar en ello, bajó mi brasier. Con la misma mano, acarició mis senos y se los llevó a la boca con anhelo.

-¿No estabas de salida? -pregunté tras soltar un gemido.

-Puedo llegar tarde.

Me llevó hasta su habitación y me tumbó a la cama. Estando de pie frente a mí, empezó a desvestirse de forma afanada; primero las botas, luego la chaqueta, después la camisa y por último el pantalón. Mientras la observaba, hice lo mismo con lo que faltaba quitarme, es decir, mis leggins y mis tenis. Cuando nos quedamos en ropa interior, se acostó encima de mí y seguimos besándonos. No es como si hubiéramos olvidado lo que nos gritamos minutos atrás; todo lo contrario, por lo menos para mí el dolor de sus palabras seguía latente. Sin embargo, de alguna forma, la rabia se convirtió en un potenciador de la libido. Y en una forma interesante de continuar la discusión.

Mis manos recorrían su cuerpo con mucha pasión. Las suyas, por supuesto, también estaban desenfrenadas. Al bajar a mi entrepierna, no se molestó en quitar mis bragas: simplemente las hizo a un lado y, sin pensarlo dos veces, metió dos de sus dedos en mi vagina. Pese a que estaba excitada, el hecho de que pasara a penetrarme tan pronto me agarró por sorpresa. Solté un gemido fuerte que resonó en todo el dormitorio. Se detuvo y me miró expectante. Agarré su rostro y la besé dándole permiso de continuar. Entonces, sin piedad alguna, comenzó con su frenético movimiento.

Cada poro de mi piel se erizó en ese instante. Clavé mis uñas en su espalda y me aferré a ella a la vez que gemía como loca en su oído. Sasha nunca antes había sido tan ruda conmigo, pero estaba bien porque eso me estaba enloqueciendo. Cuando estaba a punto de venirme, se detuvo. Le lancé una mirada de entre sorpresa y reclamo, a lo que ella respondió con una sonrisa engreída. Entonces deslizó su mano hasta mis bragas para quitármelas y separó mis piernas.

-¿Qué estás...? -antes de que pudiera completar la frase, bajó hasta mi vagina y empezó a hacerme sexo oral-. ¡Ohhh! -agarré su cabeza-. ¡No te atrevas a detenerte de nuevo!

Desde abajo, hizo círculos sobre mi clítoris con su lengua mientras que me miraba. Yo evadí el contacto visual y cerré mis ojos para concentrarme en las sensaciones que me estaba dando. Como ya había estado al borde del orgasmo, no tuvo que esforzarse demasiado para volver a llevarme allí. La diferencia es que esta vez no paró; por el contrario, movió su lengua con intensidad hasta que me vine.

Caí rendida sobre el colchón, con una enorme sonrisa en el rostro, a la vez que disfrutaba de lo que tanto había anhelado volver a sentir durante aquellas semanas estresantes. Pronto, los latidos de mi corazón recuperaron su ritmo normal, mi respiración se hizo más lenta y mi vagina dejó de contraerse. Estaba lista para darle placer.

-Ponte bocabajo -le ordené.

Ella me obedeció.

Pasé mis dedos por su vagina y descubrí que estaba mojadísima. Entonces, al igual que ella hizo, le metí tres dedos sin preámbulo. Me recosté sobre su cuerpo y mordí su cuello entretanto movía mi mano con rapidez. Ella gemía descontrolada. En ese momento, escuchamos que alguien estaba tocando la puerta principal. En un principio no dejé que eso me detuviera, pero los toquidos no cesaban con el pasar de los minutos. A ella no le quedó más opción que vestirse.

-¿Esperabas a alguien? -le pregunté algo nerviosa.

-No -se abotonó el pantalón.

-Sash, ¿y si son ellos?

Se agachó y cogió un bate de béisbol que yacía bajo su cama.

-Es sólo como prevención -me lo dio-. En dado caso de que sean ellos, escóndete bajo de la cama -se puso la camisa-. No hagas de héroe; sólo quédate allí y úsalo si es necesario.

-Está bien.

-¿Lo prometes?

Crucé los dedos detrás de mi espalda.

-Lo prometo.


Mi Mundo // SashanneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora