Capítulo 34: Un mal presentimiento

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Estábamos sentadas frente a frente en la sala. Mi mamá me miró en silencio mientras agitaba su pie y se mordía la uña del pulgar de forma compulsiva. A veces se detenía para mover la cabeza de un lado a otro en señal de desaprobación. Nunca la había visto tan disgustada. Parecía que en cualquier momento podía tener un brote psicótico.

-Esto ha ido demasiado lejos -empezó con su regaño-. Pensé que sería algo de una vez, pero ya van varias veces que llegas tarde sin previo aviso, en horas de la madrugada y con esa... -su pecho se infló con una bocanada de aire-. Dime, ¿por qué haces esto? ¿Es por tu padre? ¿Estás intentando llamar su atención para irte a vivir con él o hacer que vuelva?

-Hace mucho que renuncié a la idea de traerlo de vuelta. Ahora puedo verlo claro: él no dudó en irse e iniciar una nueva familia. ¿Por qué querría que volviera?

-¿O es acaso una clase de castigo hacia mí porque te enteraste de que estoy teniendo una aventura con él?

-No, madre -torcí los ojos.

-Entonces es por esa chica -hizo una pausa. Desvié la mirada a una esquina y ella continuó-. ¿Por qué, entre todas las personas del mundo, te empeñas en seguir siendo amiga de ella, cuando te pedí de manera explícita que no lo hicieras?

Apreté los labios. Estaba cansada de ocultarlo.

-Porque no es sólo una amiga -solté-. Ella me gusta.

Mi mamá soltó una carcajada.

-Oh cariño, tú sólo quieres hacerme la vida imposible.

-Hablo en serio -me mantuve firme.

-Los jóvenes de tu edad piensan que ser gay es algo que está a la moda porque eso es lo que los medios les han hecho creer, pero en realidad no es más que un estilo de vida aberrante. Va a desaparecer cuando madures.

-No -me levanté de la silla-. Sasha de verdad me gusta y yo también le gusto -me crucé de brazos desafiándola-. Hemos estado saliendo... y lo seguiremos haciendo.

-Te diré lo que vamos a hacer. Voy a terminar mi botella de coñac y fingiré, por un momento, que no dijiste eso. Y tú -se levantó y se acercó-, tú vas a darme tu celular y tu portátil; me los voy a quedar hasta que se te pase esa estúpida idea.

-¿Crees que quitándome mis cosas vas a hacer que cambien mis sentimientos? -fui a mi habitación y busqué lo que mencionó-. En ese caso, aquí tienes -los tiré sobre el sofá-. Buena suerte.

-Cariño, es sólo el comienzo. Tengo una noche larga para pensar qué hacer contigo. Yo crié a una mujer, no a una lesbiana. Y voy a enderezarte cueste lo que cueste.

Regresé a mi dormitorio y me encerré no sin antes dar un portazo. Apagué la luz, me lancé al colchón e intenté dormir, pero la adrenalina era tanta que me mantuvo en vela toda la noche. Durante esas cinco horas antes de que amaneciera, cambié de posición en la cama decenas de veces y recorrí cada rincón existente entre esas cuatro paredes. Una infinidad de cosas se cruzaban por mi cabeza.

Pensaba en mi mamá, en lo que le había dicho y en cómo serían las cosas a partir de ese momento. Sin embargo, ante esos pensamientos catastróficos, se anteponía uno que me daba refugio: Sasha. Haberla escuchado reconociendo que sentía por mí algo más que simple lujuria era como una pequeña luz que iluminaba la oscuridad y desvanecía el caos. Tenía plena consciencia de las consecuencias que mi confesión podía traerme. Sabía que las cosas no volverían a ser como antes, pero guardaba la esperanza de que la tormenta no durara mucho y le diera paso al sol. Lo que no sabía era cuán equivocada que estaba.

Los días siguientes fueron peores de lo que imaginé.

Las medidas que mi mamá tomó fueron estrictas y radicales. No le bastó con imposibilitarme el acceso a internet y a la telefonía, también me prohibió salir y, para asegurarse de ello, cambió la cerradura de la puerta principal y mandó a poner una reja en la ventana de mi cuarto. Sin embargo, eso sólo funcionaba para mantenerme en control en mi propia casa. Después de todo, el fin de semana se estaba acabando y tarde o temprano tendría que ir a la universidad. Me aferré a esa idea, pero el lunes en la mañana descubrí la cereza del pastel: mi mamá, de alguna forma, consiguió mi horario. A sabiendas de a qué hora entraba y a qué hora salía, se empeñó en llevarme y recogerme.

-Estaré aquí a las tres de la tarde -me advirtió entretanto yo salía del vehículo-. Que no se te ocurra hacer algo estúpido.

Fingí una sonrisa.

-Hasta entonces -cerré la puerta de mala gana.

Apenas puse un pie en las instalaciones de la universidad, me sentí libre. En los últimos días, parecía que estaba encerrada en prisión: mi mamá, y también carcelera, vigilaba a cada rato lo que estaba haciendo. La U era su punto ciego. No podía entrar conmigo y escoltarme a mis clases, por ende, no podía ejercer control sobre mí.

-¿Dónde has estado metida? -Marcy corrió a abrazarme-. Te estuve escribiendo por todos lados. Incluso llamé a tu casa un par de veces para saber de ti, pero el número salía desactivado.

-Mar-Mar, la he cagado. Y la he cagado en grande.

-¿Qué sucedió? -se separó para verme-. Por favor, no me digas que Sasha te hizo algo malo, porque si fue así...

La interrumpí enseguida.

-Le confesé a mi mamá que estábamos saliendo.

-¿Que tú hiciste qué? -se llevó la mano a la frente-. ¿Por qué demonios se te ocurrió hacer tal cosa?

-No me mires así. No es como si hubiera planeado una salida del closet dulce y amorosa. Estábamos peleando y se me salió.

-¿Y qué tan jodido está todo?

-Pues... me quitó mis cosas. Cambió la contraseña del internet y mandó a quitar la línea de telefonía. No sé cómo hizo, pero consiguió mi horario y vendrá a recogerme todos los santos días. ¡Hasta puso una reja en la ventana de mi cuarto!

-¡Joder! -arrugó la cara-. ¿No puedes decirle que cambiaste de opinión? Di que era una fase, a los adultos les encanta esa palabra.

-No creo que eso funcione, al menos no tan pronto. Por ahora, lo que necesito es ver a Sasha -murmuré.

Cuando entramos al salón, me senté en mi puesto y esperé a que llegara. Cada vez que la puerta se abría, alzaba mi cabeza y la giraba en dirección a la entrada con la esperanza de verla, pero siempre se trataba de alguien más. Pasaron treinta minutos y ella seguía sin aparecer, razón por la cual decidí acercarme a la profesora.

-Profe, disculpe...

Dejó lo que estaba haciendo y me miró.

-Coméntame.

-Me preguntaba si usted sabe algo sobre Sasha Waybright. Ella no ha venido y yo soy su compañera.

-Oh, claro. Ayer me llegó un correo suyo diciendo que no podrá venir porque tiene una reunión con el decano. Si te preocupa el taller, puedes colocarte con Ramos; su compañero también se ausentó.

-Gracias -sonreí.

Al escuchar eso, lo primero que pensé fue que había recapacitado y se dio cuenta de que proceder legalmente era lo correcto. Sin embargo, tras meditarlo, había algo en esa historia que no me dejaba tranquila. Cuando se acabó la clase, le pedí a Marcy que me prestara su celular y llamé a Sasha siete veces, pero todas las llamadas eran enlazadas al buzón de mensajes en automático.

-Tal vez la están interrogando todavía -mi mejor amiga intentó calmarme-. Nosotras sabemos cómo es eso.

-No lo sé, Marcy. Tengo un mal presentimiento.

-Tranquila -esbozó una sonrisa tranquila-. Hagamos algo: más tarde intentas llamarla y si sigue sin contestar, puedes llevarte mi celular e intentarlo en tu casa. ¿Te parece?



Mi Mundo // SashanneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora