Una hora después.Estuvimos de pie durante varios minutos frente a una pequeña casa de madera ubicada en un barrio humilde. La dirección nos llevó hasta allí, pero Marcy y yo no dejábamos de preguntarnos si aquella era la ubicación correcta. No tenía mucho sentido que un escolta privado de semejante categoría viviese en un lugar así.
-¿Vamos? -le pregunté a Marcy.
-Esta fue tu idea -me dio un empujoncito-. Después de ti.
Coloqué mi pie sobre el primero de tres escalones y lo subí, pero la madera rechinó provocando que un perro soltara unos ladridos desde adentro. Casi que de inmediato, un señor de aproximadamente sesenta años, con el cabello casi blanco y una que otra arruga en la frente, abrió la puerta. Sostenía en la mano el collar de un pitbull negro que nos mostraba los colmillos.
-¿Qué se les ofrece? -sonaba amenazante.
-¿Usted es Albus Lentejagua? -pregunté entre balbuceos.
-Eso depende de quién seas tú.
El hombre de apariencia inofensiva ahora se asemejaba más a un sicario. Volteé a mirar a Marcy en busca de apoyo porque era la más elocuente entre las dos. Por primera vez, la vi paralizada: sus gestos faciales reflejaban desconcierto. No la culpo. De no ser porque estaba empeñada en conseguir información a cualquier costo, habría sido la primera en marcharse.
-Bueno... -hice una pausa en lo que se me ocurría algo.
-No tengo tiempo que perder, niña.
-Usted ofrece servicios de seguridad privada, ¿cierto?
-Ya no -se dio la vuelta para irse.
-¡Espere! ¿Podría respondernos un par de preguntas?
Se giró en el acto. Su ceño estaba fruncido.
-No puede ser... ¡Más malditas reporteras! -empuñó la mano-. Pensé que con el paso de los años se cansarían de venir, pero siguen volviendo como cucarachas.
-Esto es un malentendido -respondí nerviosa-. Verá, nosotras no somos reporteras.
-¡Fuera de mi propiedad!
El perro empezó a ladrar y Marcy me jaló del brazo.
-¿Reconoce esto? -le mostré el portarretratos.
Su expresión cambió por completo en un segundo. En definitiva, había reconocido el objeto. A juzgar por sus gestos blandos, parecía revivir un recuerdo que le causaba mucho dolor. Tras unos instantes, rompió el silencio.
-¿Dónde conseguiste eso?
-Nos lo encontramos en...
-¿Dónde conseguiste eso? -insistió.
-Ehh -comencé a balbucear-. Yo, digo, no-nosotras... -me quedé en blanco.
-Escúchenme bien, carroñeras: ni con sus jugarretas sucias me harán hablar sobre la familia del senador Waldorf. Será mejor que se devuelvan por donde vinieron -se acercó más; nosotras estábamos inmutadas-. ¡Fuera de mi propiedad!
Marcy me dio una sacudida para traerme a la realidad. Como no respondí, me agarró del brazo y empezó a correr llevándome consigo. Unas calles abajo, nos detuvimos para tomar aire. Mis pulmones ardían por el esfuerzo físico.
-¿Qué... qué diablos... fue eso? -atinó a preguntar entre sus grandes bocanas de aire.
-No lo sé -tosí.
-¡Ese señor parecía un mafioso!
-Sin duda sabe algo.
-Senador Waldorf. ¿Por qué me suena ese nombre?
-Abre el navegador y búscalo rápido.
Mi amiga obedeció.
-Ohh -dijo al ver una foto-, este es el tipo cuya hija desapareció a mitad de su campaña presidencial.
-Déjame ver.
Tomé el celular y pulsé en la opción de ver más imágenes. Entonces me topé con una donde él estaba abrazando a una hermosa chica pelirroja, de ojos verdes y que usaba gafas con marco de pasta. La foto pertenecía a un artículo periodístico que tenía por título: Años después, el misterio continúa.
-¿Tienes idea de cuál sea la relación entre ese senador y Sasha?
-Creo que la clave no es el senador -le respondí-, sino su hija.
Tenía una fuerte corazonada de que la chica a la que estaba viendo era la misma de la que Sasha me habló, es decir, su primera novia. Sin embargo, había demasiados aspectos que no concordaban con la versión que me ofreció, como el hecho de que las notas periodísticas mencionaban la palabra "desaparición" en lugar de "muerte". Nadie sabía que había pasado con esa chica.
A mi parecer, sólo había dos opciones: Sasha me mintió o sabía algo a lo que sólo un grupo restringido de personas tenía acceso. Me inclinaba más por la segunda porque podría explicar por qué tuvo que escapar de casa. Sin embargo, no tenía pruebas que desmintieran la primera opción. Fuera lo que fuera, ambas posturas no hacían más que llenar mi cabeza de preguntas por resolver.
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Mi Mundo // Sashanne
Roman d'amourAnne Savisa Boonchuy es una adolescente obediente, sumisa y callada. Durante sus veinte años, ha estado acostumbrada a complacer a las demás personas llegando incluso a dejar en segundo plano su propia voluntad. Sin embargo, cuando conoce a Sasha Wa...