Desperté más tarde de lo usual. Quise levantarme de la cama, pero, apenas moví un solo músculo para hacerlo, sentí dolor en mi espalda y mis piernas. Las consecuencias de haber estado saltando como loca la noche anterior ya estaban empezando a hacerse notar.
Atiné a estirarme para agarrar el móvil haciendo el mínimo esfuerzo posible. Cuando lo logré, descubrí que en él había una nota adhesiva en la pantalla que decía: Debajo del salero te dejé algo de dinero. Pórtate bien. En ese momento recordé que, días atrás, mi mamá me había dicho que pasaría el sábado en la cabaña de Adela, una de sus amigas, para celebrar su cumpleaños. En mi interior agradecí al universo porque esa fecha hubiese caído justo ese día. Con mi mamá fuera de casa, podía quedarme en cama un buen rato y no levantar sospechas.
Arrugué la nota y la hice a un lado. Seguido a eso, revisé mi bandeja de mensajes con la torpe e inocente esperanza de encontrar algo.
-Si vas a drogar a una chica y luego besarte con ella, lo menos que puedes hacer es enviarle un mensaje de texto al día siguiente -dije en voz alta mirando mi celular para después lanzarlo a unos escasos centímetros junto a la almohada.
Me puse de medio lado y apoyé mi cara sobre mis manos. Entonces, los recuerdos de la noche anterior empezaron a surgir sin que pudiera hacer algo para detenerlo. Las imágenes se reproducían en mi cabeza como si se tratase de una película en la cual yo era la protagonista, pero no lograba reconocerme. Era como si una gemela malvada estuviera fingiendo ser yo y causando estragos por allí.
-Todo fue culpa de esa maldita pastilla -repetí más de una vez como mantra para autoconvencerme. Sin embargo, las imágenes no cesaban y los dilemas morales comenzaron a aparecer.
¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Fingir que esa noche nunca ocurrió? Eso habría funcionado si se tratara sólo de mí, pero en la película había otra protagonista y ella tenía sus propios libretos: Sasha. Tenía que verla al menos dos veces por semana hasta que el semestre acabara y, peor aún, trabajar junto a ella. ¿Con qué cara iba a mirarla de allí en adelante? ¿En qué demonios estaba pensando cuando dejé que me besara y me tocara de esa forma? O más bien, ¿por qué demonios no estaba pensando?
De repente, mis manos se empaparon con mis lágrimas. Estaba llorando y ni siquiera sabía por qué, pero no podía parar: me sentía demasiado agobiada. Al cabo de un rato, sonó mi celular. Era mi mejor amiga llamando. Intenté ignorarla, pero fue tan insistente que, cinco llamadas después, tuve que contestarle.
-Hola, Mar-Mar.
-¿No has revisado WhatsApp? Te he estado escribiendo toda la mañana -me reclamó.
-No, lo siento -intenté no hablar mucho para disimular mi voz quebrantada por el llanto.
-No te preocupes. ¿Tienes la nueva lectura de Fundamentos del Mercadeo? Otra vez olvidé sacar las fotocopias.
-Eh... sí, yo la tengo.
Marcy se quedó en silencio.
-¿Te encuentras bien?
Como no respondí, repitió la pregunta elevando su voz.
-¿Te encuentras bien?
-No -rompí en lágrimas al aceptarlo.
-¿Qué pasó? -su voz se tornó nerviosa-. ¿Por qué estás así?
-No importa. Sólo... sólo olvídalo, ¿sí? Te enviaré las páginas escaneadas en cuanto pueda -le colgué.
Marcy continuó llamando una y otra vez. En su noveno intento, apagué mi celular para ver si así se rendía. Aunque la necesitaba, no quería hablar con ella porque sabía que de una u otra forma me iba a persuadir para que le contara todo.
Sentada en la cama, me despojé de mi pijama y lo tiré al suelo. Me dirigí al baño y, como cada vez en que me sentía mal, me di una larga ducha. Estar en el agua, fuese playa, piscina o regadera, hacía que me relajara. Incluso los días lluviosos, que a algunos fastidiaban, a mí me ponían de buen humor. Esa era mi forma de escape.
-Justo lo que necesitaba -exhalé a profundidad y cerré el grifo.
Envolví mi cabello en una pequeña toalla azul y mi cuerpo en una blanca que era un poco más ancha. Salí del baño y fui hacia mi habitación. Al abrir la puerta, lo primero que vi fue a Marcy sentada en el borde de mi cama. Tenía las piernas cruzadas, los brazos apoyados sobre el colchón y su mirada puesta sobre mí.
-¿Qué haces aquí? -atiné a preguntar.
-¿En serio pensaste que estaría tan tranquila después de haberte escuchado de esa forma?
Decidí evadir el tema.
-¿Cómo hiciste para entrar?
-Soy tu mejor amiga. Sé dónde esconden la copia de la llave para casos de emergencia.
-Eres una psicópata.
-A veces.
Me senté a su lado.
-Pero esto no se trata de mí -siguió hablando-. No trates de cambiarme el tema, porque sé que algo te sucedió.
-Estoy bien. Lo que escuchaste fue... algo pasajero. Me acaba de venir el periodo y ya sabes cómo me pongo.
-¡Por favor! Conozco tu ciclo e, incluso si se te hubiera adelantado, no estarías así. Son las doce de la tarde, tu cama está desordenada, tu ropa está en el piso por todas partes y te acabas de dar una ducha muy larga. Ni el peor cólico del mundo te pondría así.
Admití mi derrota con un breve silencio.
-¿Puedo vestirme al menos?
-Tienes cinco minutos -fue a la sala-. Y no intentes encerrarte, porque también sé dónde guardan las llaves de cada cuarto.
-¡Psicópata! -exclamé antes de cerrar la puerta.
Me sequé tan rápido como pude y me puse ropa ligera. Me quedó algo de tiempo para encender mi celular y revisar si me había llegado algún mensaje. Mientras hacía eso, traté de idear una forma de huir de las preguntas de Marcy, pero cada cosa que se me ocurría, carecía de sentido. Era más que obvio que yo no sabía mentir y ella era mi mejor amiga, así que debía decirle la verdad.
-Cinco minutos exactos -me avisó desde afuera.
-Tranquila -le abrí la puerta.
-Cuéntamelo todo -entró a mi cuarto y, una vez más, se sentó en mi cama. Yo, en cambio, empecé a dar vueltas mientras la miraba dubitativa-. Annabanana, puedes confiar en mí. Sea lo que sea, podremos pensar en una solución juntas.
-No lo creo.
-Todo problema
-Oh, Mar-Mar -los ojos se me llenaron de lágrimas.
Ella me abrazó, me prestó su hombro para llorar y esperó con paciencia. Allí fue cuando supe que necesitaba desahogarme de alguna forma, y hablar con ella era la mejor opción de todas.
-No sé por dónde empezar -dije sollozando.
-Vamos, ¿qué sucede? -intentó adivinar-. ¿Perdiste un examen?
-No.
-¿Hablaste con Sprig y te rechazó?
-¡No! -me separé de ella-. Marcy, hice algo mucho peor que lo que has mencionado. La cagué de verdad.
-Estoy comenzando a asustarme.
-No quiero que me vayas a juzgar por ello.
-Jamás lo haría -sonrió con gentileza.
Entonces me armé de valor y empecé a contarle. Le hablé sobre la visita de Sasha, la reacción de mi madre, el mensaje, mi escapada, el bar clandestino, el éxtasis, los besos apasionados en el baño y el restaurante. Lo único que omití fue la despedida en su carro cuando yo la busqué a ella. Marcy en ningún momento me interrumpió; sólo reaccionaba con gestos involuntarios de sorpresa y confusión. Cuando terminé de hablar, un enorme silencio invadió la habitación.
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Mi Mundo // Sashanne
RomansaAnne Savisa Boonchuy es una adolescente obediente, sumisa y callada. Durante sus veinte años, ha estado acostumbrada a complacer a las demás personas llegando incluso a dejar en segundo plano su propia voluntad. Sin embargo, cuando conoce a Sasha Wa...