Capítulo 2

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Actualidad

El centro Zyrom.

Un paraíso para algunos, una pesadilla de cuatro paredes para otros.

Yo soy del grupo que piensan lo segundo. Aunque claro, lo pienso de manera interna, pues la gente que va en contra de las normas o tiene el mínimo pensamiento de escapar, es señalada cruelmente por el resto de la gente.

Todo el mundo parece estar extremadamente feliz de vivir aquí, como si realmente les hubieran salvado la vida el día que les trajeron.

Mi vida no ha sido fácil. Mucho menos desde que mi madre murió en aquel accidente de coche. Sin embargo, tampoco estoy feliz de estar aquí y menos al pensar cómo estará mi pasando todo mi padre.

Perder a su mujer y a su hija el mismo día...

Desde que puse un pie en este estúpido centro, deseo con todas mis ganas tener la mínima oportunidad de salir de aquí y poder aprovecharla. Pero parece que esa oportunidad no llega nunca.

El centro cuenta con una seguridad excelente. Las habitaciones de los que vivimos aquí se dividen por secciones. Son básicamente tres. Todavía no sé muy bien en qué se basan para dividirnos.

Yo estoy en la sección tres, en la segunda planta.

La verdad es que, durante el año que llevo aquí nunca ha habido ningún tipo de incidente y es bastante raro que el ambiente de tranquilidad se perturbe de alguna manera.

Al intentar recordar lo que ha pasado durante todo este año, mis recuerdos se vuelven borrosos, como si no lograra procesarlos bien.

De lo único que logro acordarme es de la charla que nos dieron nada más llegar, en aquella espaciosa sala, dónde nos reunieron a todos para darnos la bienvenida. También me acuerdo de mi primera charla con la psiquiatra que me asignaron.

Yo, en mi vida, he ido a una consulta de este tipo. Pues, a pesar de sentir que algo de mí no estaba bien, nunca se lo he contado a mi familia.

En la primera charla que tuve con ella me mostré bastante reacia a querer hablar o tener algún tipo de interacción con ella, pero, de algún puto modo, consiguió hacerme hablar.

Rebecca, mi psiquiatra... Odio esa estúpida capacidad que tiene para hacerme hablar aun sin que yo quiera hacerlo. Como si tuviera poderes para imponer su voluntad ante la mía.

Tras varias sesiones, varios estudios e incontables horas de bla bla bla, me diagnosticaron trastorno explosivo intermitente. Cuando me lo dijo, la verdad es que me quedé igual. Ella me recetó un tratamiento y psicoterapia para controlar los ataques.

Me dijo que los medicamentos eran un pequeño empujón que me ayudarían, pero la que tenía que hacer el resto del trabajo era yo.

Según me explicó, es un trastorno en el que se caracteriza por varios episodios, de manera continua, de agresividad. No sabía muy bien en qué se basaron para diagnosticarme eso, hasta que empecé a experimentar arrebatos de furia por cosas sencillas.

Desde entonces, he estado trabajando en evitarlos. Es un trabajo bastante duro y requiere de mucho esfuerzo y voluntad, pero poco a poco lo he ido consiguiendo hasta que, a día de hoy, no he vuelto a tener ningún episodio.

Aunque, la verdad es que el ambiente y el entorno ayuda bastante. Nadie te juzga, ni te recrimina; ni te insultan ni discuten. Todo el mundo se muestra tan abierto y agradable que es imposible enfadarse por nada.

Pero, he de admitir que, con el paso del año que llevo aquí, esa perfección me ha ido enfadando cada día más y más. Esas ganas de salir de aquí se arremolinan en mi estómago con fuerza.

El club de los 15 © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora