Capítulo 28

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Estoy corriendo hacia el despacho de mi hermano.

Hemos dejado encerrado a Aaron en esa sala y hemos entregado las llaves para que se custodien.

No me fío de que las guarde Marco, ni Yaritza.

Mientras corro por los pasillos hacia el despacho de mi hermano, una oleada de emociones contradictorias me embarga. Mi hermano, a quien creía muerto, está vivo y es el líder de todo este caos.

Cuando llego al despacho, encuentro a mi hermano esperándome, su rostro una máscara de seriedad. Su sola presencia me hace detenerme por un momento, pero luego me recupero y me acerco a él con paso firme.

—Nellie —dice mi hermano, su voz grave y profunda—. Estaba esperando que llegaras.

—Eras tú... todo este tiempo —digo y siento como mi voz sale con firmeza, aunque esté temblando por dentro.

—¿Quién creías si no? —sonríe.

—¿Por qué fingir tu muerte? —espeto—. ¿Por qué todo este teatro?

Mi hermano da un paso hacia adelante.

—Para poder vengarme.

Siento un nudo en la garganta y los recuerdos de ese día me golpean como un látigo.

Cuando despierto, no logro recordar nada.

Siento mi cabeza como si estuviera llena de niebla; todo completamente borroso, desvanecido.

Al parecer la última dosis sí que hizo efecto.

Las luces del techo de la sala parpadean de manera intermitente, parece una escena hipnótica.

Suelto un gruñido cuando me arranco los cables que me conectan a las máquinas ruidosas.

Un hilo de sangre empieza a brotar de mi brazo izquierdo, pero es tan insignificante que no le doy importancia.

No sé por qué, pero empiezo a caminar por los pasillos. He aprovechado que las enfermeras no están para salir, sino, me tendrían retenida ahí todo el tiempo.

Y estoy harta de ver el puto color blanco del techo y como una gran mancha de humedad se va haciendo más y más grande.

Parece una puta metáfora de mi situación: una mancha que se expande, incontrolable y oscura. Mis pasos resuenan en los pasillos vacíos.

Me detengo frente a una ventana. El reflejo muestra a una chica que apenas reconozco. Mis ojos ahora reflejan la fatiga de quien ha sido probada más allá de sus límites. Pero aún así, hay una chispa, un atisbo de rebeldía que me define.

Y sé que eso les saca de quicio.

Escucho pasos. Alguien se acerca. Me escondo en la sombra de una puerta entreabierta, conteniendo la respiración. Dos enfermeras pasan hablando en voz baja. Hablan de un nuevo paciente, de una nueva serie de pruebas. Siento un escalofrío al darme cuenta de que no soy la única.

Decido ir al despacho de mi hermano, Alec, a pedir explicaciones.

¿Me las dará? Probablemente no. ¿Voy a intentarlo? Sí.

Cuando llego, abro la puerta de golpe, haciendo que mi hermano se sobresalte en el sitio.

Tengo que hacer un gran esfuerzo para no soltar una risotada al ver su cara de asustado.

Pero entonces recuerdo que no estoy aquí por eso.

—¿Quién es el otro? —indago, esperando que mi hermano entienda mi pregunta.

El club de los 15 © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora