Capítulo 26

4 5 0
                                    


Hace doce años.

—Papá, Dom ha tirado la pelota fuera del jardín —me quejo, mientras Dom viene corriendo hacia el despacho de mi padre—. ¿Podemos ir a buscarla?

—No, hijo. Ya sabéis que no podéis salir del centro —espeta, serio.

—¿Y cómo vamos a jugar ahora? —indago.

Entonces, veo asomarse a Aaron en una de las esquinas del despacho de mi padre.

—Yo os daré otra pelota —interviene, sonriente—. Pero antes tenéis que pasar por la enfermería.

—Es la cuarta vez que vamos en la semana —añade Dom, a mi lado—. Rosie se ha quedado sin tiritas.

—Hemos traído más —responde Aaron, apresurado—. Para los quince, ¿vale?

Theo chasquea la lengua y se cruza de brazos.

—No quiero que me pinchen más.

—Ni yo —me uno a él, cruzándome también de brazos.

Aaron se acerca a nosotros y se agacha, quedando a la misma altura.

—¿Os gustan los superhéroes? —indaga, sin perder la sonrisa.

Dom y yo asentimos casi a la vez.

—Pues si seguís yendo a la enfermería todas las semanas, podréis convertiros en uno —dice.

Dom mira a Aaron con curiosidad, sus ojos brillando con la emoción de la posibilidad de convertirse en un héroe. Pero yo percibo algo en la mirada de Aaron, algo que me hace sentir inquieto, como si hubiera algo más detrás de esas palabras.

—¿En serio? —pregunta, con la esperanza brillando en sus ojos.

—Claro que sí —responde Aaron, con una sonrisa tranquilizadora—. Pero tenéis que ser valientes y fuertes, como los verdaderos superhéroes.

Dom asiente con determinación. Si hay una oportunidad de ser un héroe, no la dejará escapar.

—Lo haré —declara, con determinación en su voz.

Miro a Dom con duda, pero finalmente asiento también.

—Nos convertiremos en los mejores superhéroes —afirma, con una chispa de determinación en sus ojos.

Aaron se levanta y nos da una palmadita en el hombro, con una sonrisa satisfecha en su rostro.

—Así me gusta. Ahora, vamos a la enfermería y os daré vuestra dosis de "poderes" —dice, guiándonos hacia la puerta.

Cuando llegamos, el sonido de las máquinas me retumba en los tímpanos. Ese odioso sonido... Lo detesto.

Con ayuda de Aaron, nos subimos a dos de las camillas que hay esparcidas por la sala.

En seguida, la misma enfermera de siempre llega con esa aguja que, sinceramente, tanto miedo me daba al principio.

La clava sobre mi brazo y enseguida siento como el frío líquido recorre mi torrente sanguíneo.

Y así todas las semanas.

Esta es nuestra rutina de siempre: despertarnos, desayunar, jugar en el jardín con el resto de chicos, venir a la enfermería y pasar la noche aquí.

Así sucesivamente.

Aunque solo es un par de veces a la semana; el resto de días nos reunimos todos en el jardín del centro para jugar a la pelota.

Me he hecho muy amigo de un chico que se llama Dom. Siempre me acompaña allá donde voy. Es bastante gracioso.

Luego está Theo; él es un poco más callado que Dom, y menos loco, pero igualmente me cae bien.

El club de los 15 © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora