Capítulo 24

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Estoy en el despacho de Aaron.

La verdad es que me sorprende que no me hayan arrastrado a la sala de interrogatorios.

La verdad es que empiezo a echarla de menos.

El día ha empezado del asco, más que nada porque nada más despertarme dos guardias me han arrastrado hasta aquí, para ver nada más ni nada menos que a la persona que más asco en la faz de la tierra.

A primera hora de la mañana.

Sin desayunar.

Su puta madre.

Aaron da vueltas alrededor de su escritorio de madera pulida, mientras se sujeta la barbilla con varios dedos, pensativo.

Yo me mantengo en silencio, sin nada que aportar, la verdad, mientras miro como da vueltas.

El sonido de sus zapatos negros brillantes —los cuáles estoy segura que él no limpia— chocar contra el suelo de madera es lo único que oigo durante un par de minutos. Hasta que decide romper el silencio.

—Estoy pensando en cómo decirte todo esto sin que pienses que me he vuelto loco —dice, aunque no deja de dar vueltas.

—Es un poco tarde para eso —espeto—. Ya lo pienso.

Él chasquea la lengua y, entonces, gira su cuerpo para mirarme fijamente.

—Supongo que estás al corriente de toda esta situación —empieza a hablar—. No eres tonta.

—Gracias por la apreciación —suelto con burla—. Y sí, creo que todos somos conscientes de lo que está pasando.

—Sé que no hemos empezado con buen pie —dice, sentándose en su silla—. Pero estoy dispuesto a hacer lo que sea para cambiar eso.

Alzo una ceja, incrédula.

—¿Y por qué el repentino cambio de idea?

—Porque hay cosas que no sabes, Nellie.

Sí, la verdad es que esa frase solo la he oído ochenta veces más.

—¿Y vas a contármelas? —me cruzo de brazos.

—Sí, así es —apoya los codos sobre su escritorio.

Ladeo la cabeza.

—Soy todo oídos —digo.

—No solo te lo voy a contar, Nellie —dice con prontitud—. Te lo voy a enseñar.

Entonces, saca un mando de uno de sus cajones y enciende la pantalla del enorme proyector que tiene colgando en una de las paredes del despacho.

Introduce una especie de CD en el ordenador y enseguida lo reproduce en la pantalla.

—Lo que vas a ver te va a dejar con muchas dudas, Nellie. Así que yo estoy dispuesto a resolverte todas y cada una de ellas —es lo que dice antes de darle al play.

Lo primero que veo es a Dom, llamando a la puerta de una habitación que por un momento, me resulta familiar.

—Abre la puerta, zorrita.

—¡Lárgate de aquí!

Alzo una ceja.

Puedo ver la sonrisa de Dom, pero no es a la que estoy acostumbrada.

Dom abre la puerta con una sonora patada y entra en la habitación de...

¿Nora?

Ella está tirada en el suelo, llorando, arrinconada debajo de la ventana.

El club de los 15 © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora