Capítulo 12

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¿?

Doy un sorbo a mi copa de vino, justo después de tomar la medicación, consciente de que en cualquier momento, la directora cruzará esa puerta para echarme la bronca del siglo.

—¿¡En qué estás pensando!? —inquiere enfurecida.

Sonrío y me giro para verla.

—Estás muy guapa hoy. El rojo te favorece —comento, ignorando su pregunta.

—No me enfades más de lo que ya estoy —me advierte, avanzando hacia mí—. Otra persona más ha muerto.

—¿Y qué quieres que haga? Es inevitable —respondo sin darle importancia—. Si sueltas a los perros, te arriesgas a que estos te muerdan.

—Esto no es un puto juego. Acuérdate de lo que hablamos —espeta molesta.

—No es un juego, directora. Es un experimento social —le corrijo.

Ella me mira rabiosa, dispuesta a clavarme cualquier cosa en los ojos.

—Nunca sabes de lo que es capaz alguien hasta que le llevas al límite —añado, sonriendo—. Y eso es lo que quiero comprobar.

—Nellie ha sido la que la ha matado —dice de repente, tomándome por sorpresa.

—¿Nellie? —pregunto, dejando la copa de vino encima del escritorio—. Interesante...

—¿Cómo que interesante? ¡Estás volviendo a estos pobres en asesinos!

—No te confundas, directora —digo, levantándome de la silla y acercándome a ella, encarándola—. No estoy convirtiendo a nadie en nada, solo les estoy quitando la máscara.

—¿Qué máscara? ¡Apenas tienen dieciocho y diecinueve años! Les estás arruinando la vida.

—Estoy potenciando sus habilidades. Les doy salida a su condición... ¿Cómo podría llamarse a eso arruinarles la vida?

—Son simples críos con una condición mental que se soluciona con un tratamiento —refuta con ira—. Tú, lo único que estás haciendo es desquiciarles y sacar lo peor de ellos.

Chasqueo la lengua con molestia.

—Mañana daré la cara y hablaré con ellos. Nos iremos al centro y todo el mundo volverá a su casa —sentencia decidida.

—Eso no pasará —refuto.

—¿Quieres acaso que te recuerde quién está al mando aquí? —replica ella, dominante.

Esbozo una sonrisa ladeada y niego con la cabeza.

Meto la mano en mi bolsillo y saco una jeringuilla.

—No hace falta, directora —digo, acercándome más a ella. Le clavo la jeringuilla en el brazo, inyectándole el líquido de dentro. Ella ni se resiste porque sabe que es una pérdida de tiempo, como las otras veces—. Todo el mundo sabe que quién manda aquí soy yo.

Al terminar de inyectárselo, se desmaya y la agarro antes de que caiga al suelo.

Me gusta más cuando está callada.

La acuesto en el sillón y la arropo.

Yo me vuelvo a sentar en la silla de mi escritorio y agarro la copa de vino, sonriente.

Nellie, eh... Quién lo hubiera pensado.

La más inocente al fin ha sacado ese lado del que tanto ha intentado renegar. Pero estaba claro que en algún momento iba a explotar.

La diversión corre por mis venas, alborotada.

Agarro el móvil y marco un número.

—¿Sí? —pregunta una voz desde el otro lado.

El club de los 15 © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora