09.

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»El día era totalmente tranquilo, un aire eufórico para los dos jóvenes de 17 años. Kena estaba feliz de volver a encontrar a su amigo después de tanto tiempo si verlo, desde que sus padres murieron tuvo que salir de aquella ciudad. Era muy agradable su visita, la alegraba en tiempos oscuros.

- Take... Me alegra verte de nuevo - lo abrazó fuertemente - tenía miedo de no volver a verte nunca más.

- K-Kena, no tengas miedo si, yo estaré cuidándote siempre, recuerda que eres como mi hermana y no importa la situación en la que estemos, si es de vida o muerte ahí estaré para ti - le dedicó una agradable sonrisa.

Aunque tuvieran un ambiente muy agradable, no todo era color de rosas.

Ese rubio sabía que acercandose a Kena, capaz los dos corran peligro, Izana no se cansará hasta destruir lo que le quiera quitar a su amada chica. Solo él debía tener ojos en ella.

Antes de esa conversación, muchos días antes, el moreno había advertido a ese rubio de no acercarse a Kena, Takemichi haría lo que fuera para regresar esa felicidad a los ojos de la pelinegra, verla con la mirada apagada y alejada de lo que la mantenía segura lo tranquilizaba. Izana le quitó todo.

Y ese todo también fue él.

- ¡TAKEMICHI! - gritó aterrada, lágrimas empezaron a brotar sus mejillas pálidas, estaba rota, la única persona que la mantenía en confort había sido asesinada frente a sus ojos. Ese imbécil otra vez.

- Shh, no llores cariño - Izana se acercó a la chica quien estaba amarrada en una silla - él se interponía en nuestra relación, nadie nos puede separar nunca... - sonrió como maniático - matare a todo aquel que quiera separarnos Kena, recuerda eso.

Ella seguía lamentándose mentalmente, negando que su amigo ya se había ido a la mejor vida, ver el cuerpo sin vida del rubio lleno de sangre que llegaba hasta sus pies, la abrumaba cada vez más, ese recuerdo de aquella noche volvió a su mente, muertes, muertes y más muertes era lo que la seguía. Ya estaba harta.

Quería morir, hacer lo posible por alejar a ese maniático de su vida porque cada vez que permanecía a su lado solo terminaba empeorando su estado, ya no quería vivir con miedo, quería la paz aunque fuera por unos cortos minutos. Pero eso ya no era posible.

...

~Narra Kena:

Había despertado en una habitación oscura, el olor a humedad inundaba mis fosas nasales, me estaba asqueada por tal olor. Me causaba dolor de cabeza.

En eso escuché la cerradura de una puerta ser abierta, una luz iluminó un poco la habitación, pero después fue apagada. Pasos se escuchaban acercarse a mí hasta que se detuvieron.

La luz fue encendida dejando a la vista a Izana con un látigo en sus manos, su expresión era neutra, y ahí era cuando algo me decía que estaba en serios problemas.

Suspire pesadamente y lo miré sin ganas, él no decía si una sola palabra hasta que decidió romper el silencio.

- ¡Levántate! - me ordenó.

No tuve más opción que obedecer la orden, me levanté y puse mi mirada en el suelo húmedo.

- Extiende tus manos - dijo nuevamente.

Alcé la mirada conectando la con la suya y lentamente fui extendiendo las manos. Ahí fue cuando sentí un ardor inmenso en las palmas de las manos. Lo miré aterrada y él solo sonreía.

- Te lo dije Kena, más de una vez y eres tan imbécil que no respetas mis malditas ordenes - otra vez ese ardor.

No respondí y al sentir otro latigazo, hice una mueca de dolor, me picaban las manos, era horrible. Volvió a dar otro tras otro hasta que mis manos empezaron a sangrar, el dolor era demasiado, lágrimas caían por mis mejillas, pero no me digne a dar algún grito, mordí mi labio inferior al sentir un último latigazo, él tiró el látigo lejos y se acercó a mi tomándome del mentón delicadamente.

- Espero que no vuelvas a hacer una estupidez más, porque en esta si te mato cariño - comentó.

Chasqueo la lengua fastidiada y lo mire echa furia.

- ¡Mátame ahora, no tienes que esperar más! - exclamé cerrando mis puños con fuerza, aunque me doliera - no tienes que esperar, ve y se feliz tú ya no me necesitas. Cada vez que regresas solo es para herirme y estoy harta, podrás tenerme encerrada aquí idiota, pero haré lo posible para que la última vez me veas sea en un ata... - antes de poder terminar él me besó.

Era un beso tranquilo, sus labios eran cálidos y suaves que por un momento me estaban dominando.

Me separé de Izana y él solo me miró con una sonrisa ladina.

-Te amo tanto cariño, jamás te dejaré ir.

- Tú la tienes a ella, no me necesitas, puedes vivir feliz con tu prometida... - baje la cabeza.

- Ella no es mi prometida, es hija de mi socio y él me la encargó por unos días - rió, maldita risa.

No caeré otra vez, ya no.

Oírte hablar es una tortura, ya no puedo seguir así...

Yo sé que Kakucho me ayudara, yo no puedo más, tenerlo cerca solo me trae recuerdos de todos los asesinatos. Siento que cada vez me ahogo en lo mismo.

Me volveré loca...

Terminaré esto de una vez.




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Gracias por leer hasta acá, nos vemos en el próximo capítulo
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~Smailer-Shimura

AMOR DE PSICÓPATA | 𝑰𝒛𝒂𝒏𝒂 𝑲𝒖𝒓𝒐𝒌𝒂𝒘𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora