12.

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Izana y yo nos encontramos en un restaurante, uno de los tantos lujosos que ha de haber estado, me sentía intimidada con las miradas de personas de alto prestigio. Era realmente un asco estar aquí. Tomamos asiento en una mesa en el ventanal, el camarero se acercó a nosotros con un botella de champaña en hielo mientras nos entregaba el menú.

Abrí la delegada tarjeta para echarle un vistazo a la comida, pero sinceramente no había algo que fue de mi gusto, era extrañas las comidas y lo único que pensé que era normal fue la ensalada.

Izana veía fascinado la tarjeta, era raro y más cuando pidió carne de venado, ¿Desde cuándo la come? Nunca lo vi haciéndolo y solo pensarlo me ponía los pelos de punta.

- Señorita... que desea ordenar - el joven rubio me miró y después sonríe.

Me quedé anonadada, trague saliva para mojar un poco mi garganta, las palabras me costaba decirlas, no podía hablar prácticamente, me estaba consumiendo el pánico, eso hasta que Izana habló por mi.

- Trae lo mismo para ella - dijo y el joven hizo una reverencia para después irse.

Izana ladeó la cabeza y después sonrió, me estaba poniendo fría por el pánico, estaba completamente trabada sin poder hablar.

Por impulso tomé la copa de agua y comencé a beberla, Izana rió bajo y después abrió la botella de champaña para añadir un poco en su copa y beber de ella.

Al ya sentirme un poco calmada fruncí el ceño y lo miré enojada.

- No quería ordenar eso, eres muy raro, carne de venado ¿Es encerio? - lo señalé con mi dedo - no voy a comer eso y más vale que me dejes pedir otra cosa, o si no... - el me interrumpió.

- ¿O si no qué? ¿Me matarás? Que estúpido sonó eso, que puedes hacerme tú a mí - empezó a reír - solo cosquillas.

Sentía la sangre hervirme, siempre me tomara como una estúpida broma, pero porque será, soy débil y tonta, no podría con un psicópata y menos sabiendo que está obsesionado conmigo. Solo era su motivo de diversión y eso me enojaba más.

- Te comió la lengua el gato, Kena, tu cena está ahí - señaló el plato frente a mi - es deliciosa, come.

Miré el plato, se veía apetitoso, pero sabiendo de donde era ese filete me revolvía el estómago.

Tome el tenedor y cubierto con mis manos temblorosas y corte un pequeño pedazo de carne para después llevarla a mi boca y poder masticarla, el sabor era idéntico a la carne de cerdo, no cambiaba en nada, a excepción de ese toque dulce que tenía. No quería tener problemas con Izana así que tuve que complacerlo con comer más de esa comida, y así fue, termine con la mitad de ella lastimosamente.

Izana me miraba con una sonrisa y después se levantó de la silla, imite su acción e hice lo mismo.

Salimos de ese exótico restaurante en dirección a la mansión otra vez, el camino fue aburrido, ese silencio incómodo que se hacía cada vez que estaba con Izana, era jodidamente espantoso.

Al cabo de media hora llegamos, me baje del auto rápidamente y fui corriendo al baño, la comida me había caído mal y más las tantas vueltas que daba ese auto era estresante, me sentía mareada, había vomitado todo y aún así me sentía mal. Lave mi boca y salí del baño para después tirarme en la cama, quería dormirme en ese preciso momento, estaba tan confundida y asqueada que no podía pensar con claridad.

Cerré mis ojos lentamente y caí profundamente dormida.

•Narrado omnisciente•

Había pasado una hora, aproximadamente las 8:30 pm, todo era sumamente silencio, eso a excepción de los gritos ahogados que provenían del primer piso, el pobre hombre daba sus últimos respiros, esto acabo con la última apuñalada que dió el moreno en el pecho del hombre.

- Deshonras tu lealtad a tu rey, das asco - bufó, Izana se levantó del suelo y después miró a su compañero, Kakucho - ya sabes que hacer, Kakucho, limpia todo esto.

El chico asintió y salió en busca de lo necesario, Izana tomó asiento en el sillón de cuero oscuro y empezó a beber whisky tranquilamente, esto sin contar con la presencia de su amada, Kena.

La rubia estaba estupefacta en su lugar, deseó no haber visto esa escena, una que le recordó a la muerte de sus padres, amigo, entre otros seres queridos. Esos recuerdos no tan deseados que la abrumaban por años, la volvían cada vez loca.

Sangre, sangre, sangre...

No había nada más que eso lo que había en su vida, estaba tan sumida en el mundo de asesinatos, no tenía un lugar tranquilo y si lo había era desahogarse entre lágrimas. Pero nada la iba a salvar de las garras de Izana, no había ni un solo ser en la tierra que logre desatar las gruesas cadenas que le impedían ser libre. Ese era su destino.

¿Pero qué hice para merecer esto? Se preguntaba.

No había nada que logrará descifrar el código de la felicidad, quería eso, lo ansía, pero no podía obtenerlo, necesitaba acabar con él. Solo eso la salvaría de ese charco de sangre fría.

Izana reía a estruendosas carcajadas, miraba su copa de vino tinto mientras maldecía al cadáver sin vida que estaba en su sala de estar, le causaba gracia lo idiotas que eran las personas que lo rodeaban, pero amaba ese miedo que emanaba en sus víctimas, sus facciones al estar cerca, su sangre esparcida por todo el lugar. Amaba eso, amaba la llamada "lealtad" que le tenían sus servidores, pero solo se conseguía intimidandolos, y no había nada mejor que eso que lo llevara a la grandeza. Nadie pensaba que una simple jovencita le robaría el corazón al monstruo de Yokohama, ella era su motivo de vivir, de sentirse amado, ella era su felicidad.

No permitiría que le pasara nada, y si eso llegará a pasar, Morirán.

Izana paró de reír y miró en dirección a la rubia, esta temblaba por el miedo, él la miraba como si nada y solo sonreía, sin duda era un maniático de primera.

- Kena, que gusto que estés presente, otro de los inservibles, ya sabes lo que les pasa ¿No? - ríe - es espléndido.

Kena negó, lágrimas traicioneras bajaban por sus mejillas, lo menos que quería era darle esa satisfacción a Izana, pero tenía miedo, ese temor que la consumía cada vez más aunque trate de ocultarlo, ese cazador la estaba volviendo loca, no quería morir de esa manera, pero sabía que ella era la presa.

- ¡No porfavor! - me levanté de golpe.

Otra vez esa pesadilla, ese tormento cada noche me hacía enloquecer, no podía dormir tranquila porque ese recuerdo venía a mi mente temorizando mi sueño.

No dormía tranquila, todo esto me estaba dañando, ya no podía estar tranquila por lo mismo, ya no quiero sufrir, ruego por que me liberen de esto, necesito que me ayuden, necesito ser libre sin temor alguno, libre de tortura y amenazas de un psicópata. No quiero ser la presa.






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Gracias por leer hasta acá, nos vemos en el próximo capítulo
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AMOR DE PSICÓPATA | 𝑰𝒛𝒂𝒏𝒂 𝑲𝒖𝒓𝒐𝒌𝒂𝒘𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora