Capítulo 3

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Tres horas. Son todas las horas que han pasado desde que Kata ha salido por la puerta junto a Andrew. Aunque me cuesta admitirlo, he de decir, que durante esta mañana he estado cuestionándome si realmente se necesita tanto tiempo para enseñar las instalaciones del campamento. En más de una ocasión he estado a punto de salir a buscarles, por si les había pasado algo.

Espero que cuando aparezcan, Kata me explique qué sitios le ha enseñado el señorito. Me desplomo al lado de mi mejor amiga que parece absorta por los libros.

—¿Se puede saber que estás leyendo que parece que estés hipnotizada?

Me hace un gesto colocando su dedo índice sobre sus labios para pedirme silencio. Como cada vez que está ocupada entre las páginas de un libro absorta por una historia, no quiere que nadie la moleste. Me cuesta entender su obsesión, pero me gustaría tener también este hobbie.

Me levanto de la cama sabiendo que ahora no tengo ninguna oportunidad de recuperar a mi amiga. Por otro lado, intentando distraerme asegurándome que todo está bien colocado en su sitio. Observo la ropa que mi madre me obligó a llevar para cubrir todas mis necesidades, pero también aquella que metí sin que ella se dara cuenta.

La próxima vez que vuelvo a mirar el reloj ya es hora de ir a comer, así que aviso a Melisa. Tras que ella me suplique para que me espere hasta que acabe el capítulo, como buena paciente amiga que soy, acepto y finalmente salimos en dirección a la cafetería.

Cuando nos aposentamos en nuestra mesa vemos que somos las primeras en llegar del grupo. Dirijo mi mirada al plato delante de mí y una cara de asco se dibuja en mi rostro. La comida no es de mala calidad, pero nunca me ha gustado el estofado de lentejas. Una risa muy característica que ya empieza a sonarme familiar tapa todos mis sentidos. Por un momento olvido la comida de hoy para centrarme en las dos figuras que acaban de entrar en la estancia.

—¡Buenas tardes florecillas!—La insoportable voz de Kata enciende la incomodidad en mi cuerpo.

Si bien le dije a Meli que intentaría mejorar mi relación con Kata, mis intenciones se están esfumando con solo volver a escucharla. No entiendo cómo alguien puede parecer tan irritante, incluso su perfume es, pesadamente, demasiado dulce. Sonrío de la forma menos falsa que pudo, pero percibo que mi intento es en vano. Como prueba de mi mala actuación Meli me da un pequeño pellizco en la pierna para que reaccione.

Andrew apenas saluda con un gesto con la cabeza y, sin más dilación, ambos se dirigen a la cola para coger la comida. Como no, JUNTOS. Puedo asegurar que la risa de Kata se me ha metido dentro del alma y no hay forma de quitarla. No para de reproducirse una y otra vez en mi mente.

Cuando por fin se sientan con nosotras, el ambiente se vuelve un poco tenso. Kata, con la intención de romper el hielo, empieza una conversación.

—Y bien... ¿Qué habéis hecho esta mañana?

—Colocar ropa—digo de forma cortada.

—Ah.

—Sí, ah.

La miro intensamente a los ojos, sé que mi comportamiento es un tanto infantil, pero no puedo evitarlo. Cuando me doy cuenta que tanto Kata como Andrew me miran de forma extraña, relajo mis facciones. Melisa vuelve a darme un golpe bajo la mesa y decide coger las riendas del asunto, entiendo su indirecta y me callo antes de estropear más las cosas.

—¿Qué sitios le has enseñado? —Se dirige a Andrew

—Simplemente las instalaciones y los alrededores.

—¿Y qué te ha parecido, Kata? —Esta vez soy yo la que habla.

—Este sitio es enorme y su belleza es indiscutible.

Sonrisa irónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora