Cierro la puerta de mi cabaña con la esperanza de que nadie la abra en un tiempo. Con la esperanza, también, de que Nathan no venga a buscarme. Por un momento pienso que no puedo volver a confiar en sus palabras. Me siento más traicionada ahora que sé que Nathan sabía lo de su hermano. Lo que más me duele es que tuvo muchas oportunidades para decírmelo y decidió cubrir a Andrew aunque sabía que no era lo correcto.
Cuando he venido a la cabaña, he tenido que esquivar al rubio para que me dejara irme. Como es normal, no entendía porque de repente tenía tanta necesidad de abandonar el espacio. Agradezco que se le escapara la información, de lo contrario, probablemente nunca lo hubiese sabido. Me facilita la tarea de olvidar a Nathan, tengo la esperanza de que mañana solo le guarde el rencor suficiente como para que no me duela.
Andrew creía que el mayor de los Hoffman me había explicado la verdad, creía que su hermano había sido real conmigo, esa sería la realidad si le importara mínimamente, pero ya me ha demostrado lo contrario.
Hay una parte de mí que me dice que solo quería ayudar a su hermano, encubrirlo para que él no saliera perdiendo. Pero sabía que en algún momento tendría que saberlo y estaba dispuesto a perderme con tal de apoyar a su familia. En parte, lo entiendo, después de todo, a mí me iba a perder en unas semanas, pero su hermano lleva toda una vida a su lado.
Me lavo la cara aún con la esperanza de que el día de hoy pueda acabarse temprano. Pero este pensamiento se borra rápidamente cuando escucho unos golpes sutiles en la madera de la puerta.
Pienso en no abrir a quien quiera que esté fuera de las paredes que me rodean porque lo más probable es que se trate de Nathan. Por otro lado, podrían ser mis amigas así que abro la puerta.
Y, efectivamente, el chico que queda enfrente se trata del moreno de ojos azules. Intentó cerrar la puerta porque no me apetece ahora hablar con él, pero él la frena antes de que la pueda encajar. Ruedo los ojos dándome por vencida y me giro sin decirle nada.
Oigo sus pasos a mi espalda.
—¿Podemos hablar?
—Tú puedes hablar, otra cosa es que te escuche.
Supongo que Andrew lo ha puesto al día y solo ha tenido que sumar dos más dos para darse cuenta de que su hermano me ha confesado una información que no le correspondía, aunque fuera sin querer.
—Sabes, no voy a negarte nada, porque es cierto, te mentí, o más bien, te oculté esta información. No voy a suplicarte que me entiendas, que comprendas que Andrew es mi hermano y supuso un dilema esta situación para mí. Estás enfadada, lo entiendo, igual que también entiendo que te alejarás de mí. Sabes, en el fondo yo sabía que este momento llegaría, que alguna chispa saltaría para alejarte de mí. Supongo que estuvo bien mientras duró.
Esa última frase me duele, me escuece y me rompe en dos. Está admitiendo que no merezco su esfuerzo, que le da igual perderme. Y me destroza porque a mí no me da igual, en el fondo yo quería que intentara arreglar las cosas para que lo entendiera. Pero ya veo que su único intento se basa en quedar bien, pero sin miedo a perder lo que hemos estado construyendo estos días.
—No me merezco que me digas esto.
—¿El que, Clair? Solo soy realista y te digo la pura verdad. Ahora hay que volver a la realidad. Una realidad en la que intento encontrar mi lugar en el mundo y tú te concentras en los estudios para tener un futuro sustentado.
—No quiero que me trates como si fuera una más.
Mi voz suena demasiado dolida y me molesta no poder esconder mi interior mostrándole lo que sus palabras hacen en mi interior.
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Sonrisa irónica
Novela JuvenilClair siempre ha estado enamorada de Andrew Hoffman. Andrew parece perfecto, pero para Clair, tiene un pequeño defecto, siempre ha pasado de ella. Este es su secreto, pero la realidad es que todos conocen su mayor obsesión, incluso Nathan, el otr...